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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

China con furor barroco

La contralto Sonia Prina triunfa en el papel de la princesa tártara Zelinda en la ópera Il Teuzzone

En las óperas barrocas siempre encuentras tesoros, ya sea un aria de bravura, un remanso de lirismo o un acompañamiento instrumental de tal belleza sonora que te deja clavado en la butaca. También encuentras páginas menos inspiradas que pueden provocar algún bostezo si los cantantes no resuelven con imaginación y brillo las ornamentaciones que dan variedad a las arias de capo. Y así, del asombro al tibio bostezo, transcurrió la versión en concierto de la ópera Il Teuzzone,de Antonio Vivaldi, que Jordi Savall dirigió el viernes en el Liceo con caracter de estreno en España.

En su regreso al Liceo, donde en 2014 ofreció una generosa selección de otra ópera de Vivaldi, Farnace, el gran violagambista y director de orquesta catalán ha mostrado las bellezas de una ópera exótica y poco conocida del autor de Las cuatro estaciones, Il Teuzzone, estrenada en el Carnaval de Mantua en 1719 y que, curiosa coincidencia, llega al coliseo de la Rambla en pleno Carnaval.

Musicalmente, la versión fue notable, con una dirección flexible, atenta a los detalles y hallazgos de la partitura a los que Savall dio relieve al frente de su estupenda formación, Le Concert des Nations. Domina los secretos de esta partitura, que sacó del olvido en una versión que fue grabada en directo en la Ópera Real de Versalles en 2011 y editada por el hoy desaparecido sello Naïve.

Es una ópera éxotica porque el libreto de Apostolo Zeno sitúa en China la acción de esta ópera en tres actos que cuenta la historia del príncipe Teuzzone, heredero del emperador, que es víctima de una conspiración para arrebatarle el poder maquinada por su madrastra Zidiana, viuda del emperador —además del trono quiere casarse con su hijastro—, con ayuda del primer ministro Cino y el general Sivenio.

Todo pasa en China, sí, pero en una China a la que Vivaldi insufla el más italiano furor barroco. Y para darle un plus de exotismo y color oriental, Savall incorpora a la orquesta dos virtuosas intérpretes de laúd chino (pipa) y cítara china (zheng), instrumentos de delicada y bella sonoridad.

Por temperamento y fuerza vocal, la contralto Sonia Prina triunfó en el papel de la princesa tártara Zelinda, que al final gana el amor de su amado Teuzzone en el obligado lieto fine del género. También brillaron en sus arias la soprano Roberta Mameli (Cini) y la mezzosoprano Marta Fumagalli (Zidiana) y, en el papel titular, el sopranista Paolo Lopez, que empezó mal, con voz áspera y un canto artificial, fue ganando calor hasta alcanzar momentos de delicada expresividad. El resto de voces masculinas invitaron al bostezo, bien por insuficiencia, bien por desgaste vocal.

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