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OPINIÓN

La crisis de la intermediación

Lo importante es reconocer la capacidad de acción de cada quién, y por tanto, activar a todos y cada uno de los ciudadanos en el saber hacer colectivo de protección

Joan Subirats

El proceso de cambio en el que estamos metidos se está llevando por delante certezas y también prácticas y estructuras organizativas que parecían sólidamente asentadas. Las dinámicas de innovación que la tecnología digital favorece, ha ido afectando muy sensiblemente a los cuerpos intermedios que no logran mantener su lugar en la cadena de generación de valor. Lo que está en cuestión es la capacidad de estas organizaciones de continuar siendo útiles en un escenario en el que lo que representaban, los vínculos e intereses que defendían, o bien ya no son tan significativos como antes, o bien pueden ser fácilmente sustituidos por nuevos actores o nuevas dinámicas que los van arrinconando y proyectando en ellos una sombra de obsolescencia.

Situaciones como las descritas se dan en campos muy diversos. Ejemplos los tenemos en empresas o comercios, en servicios de todo tipo, pero también vemos sus efectos en ámbitos más estrictamente políticos y de intermediación social. Partidos y sindicatos sufren, en dosis e intensidades distintas, dinámicas similares a las descritas más arriba. Si más allá de los efectos, buscamos causas, acabaremos hablando de representación, ya que esos cuerpos intermedios, esas organizaciones basaban su fuerza en su capacidad de representar a sus miembros y adherentes. ¿Qué significa representar?. Cambiarse por otro o defender sus intereses, actuar en nombre de alguien, vivir como viven otros y trasladar sus inquietudes y deseos, reemplazar a alguien ausente o ya desaparecido, servir de espejo y altavoz a los ausentes no pueden exponer y expresar sus inquietudes…Estos y otros significados posibles, muestran la pluralidad y diversidad de lo que entendemos habitualmente por "representar". Es por tanto un concepto cultural y político, un concepto "humano", en el sentido de que ha tenido y tiene distintos significados en distintos lugares y en distintas comunidades. ¿Sigue siendo necesaria la representación, la intermediación?. Y si es así, ¿de qué manera?.

Si nos circunscribimos al significado más directamente político de la representación, el debate histórico se ha situado entre la delegación pura y dura (mandato imperativo) y el establecimiento de una relación de confianza que libera al elegido de vínculos y proyecta al futuro su responsabilidad de dar cuentas (ser reelegido). La lógica imperante es por tanto sustitutoria (los "presentes" representan a los "ausentes" en las instituciones) y excluyente (todo lo que es política pasa por el canal representativo e institucional). Esa es la lógica clientelar: si quieres algo, si necesitas algo, vas a ver a tu representante y así se ve que se puede hacer. En este sentido, los partidos y los parlamentos serían pues las instancias intermediadoras básicas entre sociedad y poder decisional colectivo. La representación excluiría la participación que no pase por esa vía institucional y procedimentalizada.

Estamos en otra época. Una época en la que la subjetividad se refuerza, y encuentra caminos y vías de expresión y acción que escapan de los tradicionalmente establecidos. La política (institucional) no agota lo político (cotidiano, vital). No se acepta la representación como sustitución, ni la intermediación como exclusión. Pero necesitamos otra representación y otra intermediación. Si desde las instancias representativas no se articulan vías compartidas con la ciudadanía de expresión de esa mayor voluntad de acción y de protagonismo, las dinámicas irán divergiendo. Experiencias como las que expresa el acuerdo entre ayuntamientos y Localret para expandir la experiencia de participación digital, probada en Madrid (Madrid Decide) o Barcelona (Decidim), a municipios como Terrassa, Sabadell, l'Hospitalet, Sant Cugat, Badalona o Gavà, buscan pluralizar y hacer más inclusivas las vías de participación y representación. Y se hace a través de un programario libre y de código abierto, ajustable a cada realidad distinta, que permite ver la trazabilidad de las propuestas de cada quién. Es un ejemplo más que va en la línea de reconocer y favorecer la dinámica autónoma e incluyente que late en muchas de las experiencias que surgen de la acción colectiva. En el fondo lo importante es reconocer la capacidad de acción de cada quién, y por tanto, activar a todos y cada uno de los ciudadanos en el saber hacer colectivo de protección, reconociendo interdependencias, trabajando comunitariamente, evitando o mitigando las dinámicas jerárquicas y delegativas que han predominado hasta ahora.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UB

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