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Sixte Cambra, el último patricio convergente

La implicación de Sixte Cambra en las investigaciones del caso 3% simboliza el fin del oasis catalán

Cristian Segura
Sixte Cambra, presidente del Puerto de Barcelona.
Sixte Cambra, presidente del Puerto de Barcelona.

Sixte Cambra (Barcelona, 1952) es el último representante de aquella vieja Convergencia que hizo hueco entre la alta burguesía barcelonesa. Si sus veteranos colegas Artur Mas y Xavier continúan activos pero en otro registro –el exalcalde, más cercano a su círculo familiar, se ha convertido en una especie de maulet de la calle Ganduxer– Cambra no ha hecho del independentismo su causa y ha continuado presentándose con una de las tarjetas de visita de la difunta CDC, la de los negocios público-privados.

Entre los patricios de la burguesía de Barcelona había unos pocos que hacían carrera en el oasis político catalán: en el PSC, los Maragall, en el PP, Enrique Lacalle y Vidal-Quadras, en ICV, Rafael Ribó, pero sobre todo los hubo que lo petaron en CDC. Desde su independencia –no era militante–, Cambra fue el paradigma del sector negocios del partido; ahora es el paradigma de su desintegración. Hasta 1989 –según la hemeroteca de La Vanguardia– era conocido públicamente como Sixto Cambra. Como muchos otros en Barcelona, cambió a Sixte cuando llegó el momento oportuno –ser candidato a la presidencia del Barça–. Pero a diferencia de Mas –que en la intimidad hablaba castellano– o de Trias y Núria de Gispert –su conversión al independentismo ha sido exprés y radical–, Cambra se ha mantenido fiel a la razón de ser de sus orígenes: ganarse la vida como faro de la sociedad civil. Políticamente fue senador de CiU entre 1993 y 2004. Compaginaba el trabajo en Madrid como hombre de Jordi Pujol en la directiva del Barça de Josep Lluís Núñez. Fue candidato a la presidencia del club en 1989, en una operación fallida, teledirigida por Pujol, para hacerse con el control de la entidad.

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Pujol y Núñez firmaron una tregua y Cambra fue nombrado vicepresidente del Barça. Su presencia en el mundo del fútbol era un fenómeno extraño, porque no tiene ni carisma ni las formas estridentes de este negocio. Estuvo implicado en el gran pastel de Barcelona, los Juegos Olímpicos, como director del Estadio y del Anillo Olímpico. Fue presidente del Open Godó de Tenis durante 23 años. Con el entorno de amistades del conde de Godó hizo fortuna con Luis Conde, como directivo fundador de la empresa de cazatalentos Seeliger & Conde. Su tenacidad le proyectó en 2011 a la presidencia del Puerto de Barcelona, uno de los cargos más golosos de Cataluña. Cambra fue proyectado a este cargo por su amigo Mas y por otro desaparecido referente del sector negocio de CDC, el por entonces consejero de la Generalitat Lluís Recoder. Cambra tuvo la fortuna de asumir el puesto un año antes que empezara oficialmente el proceso de independencia. Sin abrazar el dogma de fe soberanista hoy su perfil sería inmediatamente descartado para cualquier posición relevante.

Cambra es un fósil de una época no tan lejana. La última conversación que tuve con él fue en 2014 en la cubierta del Oasis of the seas, el crucero más grande del mundo. Cambra me confió que era un amante de la náutica. Siendo el Oasis of the seas la cúspide del turismo de masas, del que Cambra estaba haciendo promoción, le pregunté si pasaría unas vacaciones en este barco: “No me lo planteó, es que a mí me gusta la vela”, respondió el presidente del Puerto, hoy hijo pródigo caído de un mundo, el del orden, en extinción.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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