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Y Patufet cogió su fusil

El Memorial Democràtic inaugura una exposición sobre la publicación de la revista 'En Patufet' durante la Guerra Civil

Cristian Segura
Una ilustración de la revista 'En Patufet'.
Una ilustración de la revista 'En Patufet'. FUNDACION FOLCH i TORRES

La vida es bella, la célebre película de Roberto Benigni, no era tan original. Las artimañas dulces, irónicas, a veces de colores oscuros, con el que el protagonista del film reinterpreta para su hijo el Holocausto, no eran nuevas porque la revista En Patufet ya había aplicado algo parecido durante la Guerra Civil. Lo llevó a cabo en 122 números que el periodista Julià Guillamon ha revisado para crear la exposición Patufet en guerra. La ilusión de la normalidad, que se inaugura hoy en el Memorial Democràtic de Barcelona.

Patufet fue una revista clave para la formación en catalán de generaciones de familias que en su momento álgido llegó a tener 300.000 lectores. La época que retrata la exposición, entre julio de 1936 y diciembre de 1938, es un relato tejido a partir de contrastes, porque el contenido es válido para niños pero también para adultos. La acidez de Gaietà Cornet supera la inocencia infantil. El primer gran bombardeo sobre Barcelona, en agosto de 1937, lo ilustra Cornet con dos hombres que, mientras andan por la calle miran al cielo para advertir del peligro de los aviones fascistas, están a punto de caer por el agujero de una alcantarilla. Esta ingenuidad sombría también aparece en el dibujo de Cornet en el que dos moscas se disponen a refugiarse en los orificios nasales de un hombre por miedo a los bombardeos. Los contrastes de Patufet se materializan en la libertad de acción que tuvo comparado con la propaganda de guerra a la que se sometieron otras publicaciones. Patufet quedó enmarcada en el Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU), un organismo que dependía del presidente Lluís Companys y que permitió, según la exposición, que la revista no se politizara en exceso. Guillamon concede que Patufet tampoco tenía mucho margen para exponer crudamente las carencias del día a día en el bando republicano. El número del 8 de octubre de 1938 destacó por un contenido tétrico, en especial una doble página de Muntañola en la que aparecen los vecinos de un edificio, todos hambrientos. “Los dibujos del auca de Muntañola eran fuertísimos. Debieron llamarles la atención porque en los tres meses siguientes no hay ninguna referencia más al hambre”, explica el catálogo.

El gran personaje de la exposición es Josep Maria Folch i Torres. Sus relatos en la sección Pàgines viscudes, ilustradas por Junceda, eran textos útiles para entender los hechos del momento. Folch i Torres hizo lo posible para mantener el espíritu de En Patufet. Uno de los documentos más impactantes de la exposición es la portada en forma de necrológica dedicada a Jordi Folch, colaborador de la revista e hijo de Folch i Torres, con el título “Folch Junior ha muerto en el frente del Ebro”. La exposición es rica en anécdotas que completan la narración; algunas sirven a Guillamon como una suerte de firma personal: hay una evolución gráfica del incremento del precio de la suscripción a medida que transcurría la guerra; fotos de una donación de juguetes para niños refugiados, un envoltorio de jabón de brea —hecho con resina de pino— producido por las Milicias Antifascistas de la Generalitat que acompaña un cómic de Junceda en el que una lavandera sueña con volver a tener jabón en abundancia; también aparece un cupón de racionamiento de pan de Manuel Perucho, padre de Joan Perucho, escritor del que Guillamon es un gran conocedor.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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