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CRÍTICA MUSICAL

Grasa malasañera

La banda, ampliada a sexteto con un segundo batería, imparte una lección de furia para celebrar sus 30 años de vigencia

Los integrantes de la banda Sex Museum, fotografiados en 2011 en un local de Malasaña.
Los integrantes de la banda Sex Museum, fotografiados en 2011 en un local de Malasaña. CRISTÓBAL MANUEL

No van a suceder cosas inimaginables en un concierto de Sex Museum. Tampoco encontraremos un triste argumento para la desilusión. Así viene sucediendo desde hace tres décadas y la llama parece inextinguible, si no fuera porque nada lo es. El quinteto madrileño ventiló este sábado el segundo concierto para celebrar su trigésimo aniversario, nuevamente en la sala El Sol a punto de reventar, y el ejercicio de rock aguerrido bordeó el colapso y la exhibición. Y que vengan cuantos años sean precisos con el engranaje bien embadurnado de grasa.

“El éxito está asegurado”, anunciaba con guasa fanfarrona el propio guitarrista e ideólogo de la banda, Fernando Pardo, cuyo parecido con Jimmy Page ya es casi un prodigio fisonómico. Con todo, la banda optó por incorporar a un segundo batería, el ecuatoriano Jota Armijos, durante casi toda la noche para afianzar la avalancha. El resultado fue asilvestrado, borrico, brutal. Con la manifiesta pretensión de agotar las reservas de adrenalina en toda la sala, los apóstoles del rock malasañero se olvidaron hasta de tomar aire entre canción y canción.

No hay demasiado margen para la invención ni el matiz. Sex Museum no quieren sonar sutiles; ni siquiera, por aquello del cumpleaños, nostálgicos. Prefieren embarrarse en el rock duro de cabecera, desde los Zep a Black Sabbath: que aúlle el órgano de Marta Ruiz y el bajista Javi Vacas pulverice sus falanges de la mano derecha con esas notas pedales de vértigo. Quizá la voz del visceral Miguel Pardo habría necesitado más decibelios para que no la arrollase la jauría, pero Two sisters o esa ocurrente intersección entre Beastie Boys Deep Purple (Smoke on the party) sonaron rutilantes. Puede parecer fácil. No lo es: muchos cayeron intentando aquello en que los Museum siguen sin desfallecer. Y con Unidos, de Parálisis Permanente, en la eufórica propina.

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