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Cuando la música clásica sale de un bote de latón

La orquesta de Cateura de instrumentos de material reciclado actuó ayer en el Teatro Real ante 1.700 espectadores

Un grupo de niños de la orquesta de Cateura, ayer en Madrid.
Un grupo de niños de la orquesta de Cateura, ayer en Madrid.Mariscal (EFE)

El cuerpo de los violines está formado por una fuente de latón y la tapa del instrumento por un trozo de un bote de pintura. Y el puente es la cabeza de un tenedor que sujeta y tensa las cuerdas con sus dientes. El cuerpo de los chelos es un enorme bote de aceite de latón. El envase está magullado y conserva el óxido y los colores raídos. Y las partes de madera están construidas con trozos de palés. Los saxofones están fabricados con monedas, latas de maíz y mangos de cuchara. El repertorio de la orquesta de Cateura está compuesto por música clásica, paraguaya, bandas sonoras de películas e incluso canciones de los Beatles. Durante el ensayo, suenan a gloria.

“Prefiero que te equivoques ahora que luego en el concierto”. Fabio Chávez, director de la orquesta de Cateura, corrige a uno de los chavales durante el ensayo previo al concierto que dieron ayer en el Teatro Real. Ensayan una y otra vez Tambores de Guerra, de Manuel Carrasco, en una pequeña sala de un hotel del centro de la capital, una de las canciones que tocaron junto al músico onubense. Los chicos visten de manera casual y descoordinada, propia de su edad. Algunos bostezan entre parada y parada. Pero pocos se desconcentran o hacen chascarrillos. Por la noche actuaron para 1.700 personas con instrumentos construidos con desechos reciclados. Música celestial que surge de la basura.

La música, una de las formas de arte más pura, germinó hace diez años entre los desechos y la basura del vertedero de Asunción, capital de Paraguay. Concretamente en el gigantesco basurero de Cateura, en el barrio de Bañado Sur, uno de los más pobres de la ciudad. La Orquesta de Instrumentos Reciclados de este suburbio está formada por 22 músicos de entre 10 y 23 años. El conjunto se instruye en una escuela que cuenta con 30 profesores y 300 niños en riesgo de exclusión social. El centro fue levantado por Favio Chávez, músico y técnico medioambiental paraguayo.

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Chávez acudió al vertedero para tratar de poner en marcha un sistema de reciclaje y servicio de selección selectiva. Pero fracasó. Pero como músico, revirtió la situación, y comenzó a dar clases a los niños del barrio. La idea de fusionar su conocimiento musical con su formación medioambiental germinó pronto. Con el trabajo de un lutier comenzaron a construir instrumentos para fomentar el reciclaje. La escuela empezó a coger vuelo y hoy cuenta con una orquesta de 70 músicos que han actuado en más de 20 países. Entre sus hitos, telonear a la banda estadounidense Metallica durante una gira por Latinoamérica o grabar un tema, todavía inédito, con el mítico Stevie Wonder.

El director de la orquesta es crítico con la administración de su país: “Con estos niños hacemos el trabajo que tenían que hacer ellos. Y no tenemos ningún tipo de apoyo”. El proyecto se financia mediante conciertos y cada año recaudan entre 100.000 y 150.000 euros que son repartidos en diferentes proyectos sociales y la propia escuela. “Todas las realidades fueron alguna vez un sueño”, concluye Chávez. Ecoembes, organización medioambiental sin ánimo de lucro ha sido la encargada, con EL PAÍS como colaborador, de traer al conjunto a España.

Juan José Martínez, con 23 años, es el mayor de los músicos que actuaron en el Real. Lleva cinco en el proyecto y entró en la escuela a través de un amigo. Martínez toca la trompeta y la guitarra eléctrica. Sujeta entre sus manos el llamativo instrumento de viento formado por tuberías. “Tiene un sonido más opaco, menos brillante que una trompeta de metal”, señala. Porque en la escuela también tienen instrumentos normales donados por músicos y asociaciones de todo el mundo.

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Este joven recuerda cuando fueron teloneros de la banda estadounidense Metallica durante la gira By Request que les llevó por siete países de Latinoamérica: “Tocamos frente a 80.000 personas. Fue increíble”.

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