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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Havel contra los “Bo-Bos”

Marilia Samper dirige 'Vernissatge', un instrumento libre para la crítica social en cualquier contexto

Los tres protagonistas de la obra.
Los tres protagonistas de la obra.

Muy lejos queda el mundo dividido por el telón de acero; la Checoslovaquia de 1975, el sumiso gobierno de Gustav Húsak, a las órdenes de Moscú. Un periodo de especial hostigamiento a la disidencia, a los perdedores de la Primavera de Praga de 1968. Quién en el salón del Maldà tiene presente que Ferdinand Vanek, el personaje interpretado por Alberto Díaz, fue un símbolo de la resistencia como alter ego dramático de Václav Havel. Cómo él, el protagonista de la Trilogía Vanek, fue un artista acosado por el régimen, encarcelado y socialmente desplazado, obligado a subsistir como obrero en una fábrica de cervezas.

Por el camino del tiempo y la desmemoria se ha perdido gran parte de la información que explica el terco silencio de este tipo acosado por unos descorazonados amigos, Michael (Xavier Pàmies) y Vera (Carla Ricart) que sólo quieren “que se arregle su situación” mientras ponen en escena —con creciente histeria— el escaparate de su vida feliz como hacedores de un bienestar que alcanza cualquier dimensión de su envidiable existencia, del hogar al hijo perfecto, pasando por la gastronomía, la moda y el sexo. Ferdinand es un castillo asediado. Esa es la situación inmediata que entiende el público. Nada sabe que ese personaje es un sujeto político, un elemento incómodo en una fábula poscomunista y que el egoísmo obtuso de la pareja afortunada es muy superior a lo imaginado: ese amigo rescatable aún conserva en sus anodinas ropas la miseria del ex-convicto.

VERNISSATGE

De Václav Havel. Dirección: Marilia Samper. Intérpretes: Alberto Díaz, Xavier Pàmies y Carla Ricart. El Maldà, Barcelona, 21 de diciembre.

Lo interesante de la dirección de Marilia Samper es que la orfandad contextual no perjudica el efecto dramático de esta pieza breve de Havel. Desligada de los libros de historia, la obra se erige como una potente metáfora sobre la alienación materialista. Encerrado en una férrea estructura de siete escenas que podría recordar a la métrica poética o la lírica de una canción, el texto es un vehículo atemporal para mostrar la desazón de Michael y Vera ante su estrepitoso fracaso por convencer a un renuente Ferdinand de las bondades de su estilo de vida. Sin reconocimiento, sin halago, sin el eco esperado de su discurso sin ética, una abismal nada se abre ante sus pies. Una desesperación ridícula y banal que podría exhibir cualquier personaje escrito por Ionesco. Sin anclajes políticos, Vernissatge (La inauguración) es un instrumento libre para la crítica social en cualquier contexto en que la estupidez humana se plasma en un catálogo de objetos y estandarización de modas y rituales de estatus. En 1975 Havel vaticinaba la inanidad de la élite comunista en un nuevo orden capitalista. Ahora Samper lanza un zasca en toda regla contra cualquier “Bo-Bo” (Bohemian-Bourgeois) o similar subcasta social.

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