_
_
_
_
_

El ‘Atlas de países que no existen’ pone a Cataluña entre Abjasia y Seborga

El libro del geógrafo Nick Middleton incluye 50 aspirantes a estado-nación

Jacinto Antón
Acto en Barcelona en defensa de la libertad del Tíbet.
Acto en Barcelona en defensa de la libertad del Tíbet.Albert Olivé (EFE)

El Atlas de países que no existen (GeoPlaneta, 2016), del catedrático de Geografía de la Universidad de Oxford y escritor Nick Middleton, incluye a Cataluña en su selección de 50 “aspirantes a estado-nación”. En la lista, comentada de manera muy literaria y amena e ilustrada con los mapas correspondientes, aparecen compañeros de viaje bien conocidos como Taiwan, Crimea, Groenlandia, la República Turca del Norte de Chipre, Transnistria, Somalilandia, la República Árabe Saharaui Democrática y Tíbet. Pero también entidades tan curiosas como Sealand (27 personas), fundada en 1967 en alta mar a siete millas náuticas al este del Reino Unido en una plataforma militar abandonada después de la II Guerra Mundial, o el reino autónomo de Ogonilandia, en el delta del Níger.

También acompañan a Cataluña, Lakota, república sioux con capital en Porcupine que reclama la soberanía de las Black Hills; Minerva, república libertaria declarada en 1972 en un territorio sobre un atolón del Pacífico y que el rey de Tonga recuperó poco después mediante una tan incruenta como ostentosa invasión (en Minerva no vivía nadie), o las islas Cocos, archipiélago del Índico gobernado por los descendientes del capitán escocés John Clunies-Ross (Tuan John), con la aquiescencia de la Reina Victoria, y que se integró en Australia tras un referéndum en 1984.

Cataluña aparece en la sección de Europa entre Abjasia, enclave separatista de Georgia apoyado por Rusia, y Seborga, principado que se declaró independiente de Italia tras convocar un referéndum en 1995 (un 23 de abril, precisamente) y cuyo gobernante ostenta el título de Su Tremendidad.

Cataluña en el atlas de Middleton.
Cataluña en el atlas de Middleton. Albert Garcia

De Cataluña se señala que “más de dos millones de personas acudieron a las urnas en lo que se consideró una consulta a los ciudadanos. En la capital de España el Gobierno intentó evitarlo y presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional que lo declaró ilegal”. Recuerda el libro que “en Cataluña la unanimidad no era total. Ciertamente, más de dos millones de personas se atrevieron a votar en el 2014 y la mayoría de ellos dijeron a la independencia. Sin embargo, no es menos cierto que habían votado menos de la mitad de los catalanes”. Middleton, que a diferencia de en otros casos no se permite en el de Cataluña ninguna broma (alguien le habrá dicho que aquí no está el horno para bollos), apunta que el “desapego” de una considerable parte de los catalanes “tiene parte de sus raíces en los amargos 37 años de dictadura del general Franco, durante los cuales Cataluña tuvo que soportar un intento sistemático de destrucción de su identidad y cultura”.

Curiosamente, la lista de Middleton, autor de libros de viajes premiado por la Royal Geographical Society, excluye a Euskadi, Quebec y Escocia. Middleton argumenta que en su libro, subtitulado “un compendio de cincuenta estados no reconocidos y en gran medida inadvertidos”, “no es un compendio definitivo” y que “este atlas podría haberse ampliado varias veces con naciones en espera”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Ni Escocia ni Euskadi

De Escocia dice que en realidad cualquiera de los cuatro países que forman Reino Unido podría haber figurado en el atlas, habida cuenta de que no tienen asiento individual en la ONU, pero “aunque no totalmente independientes, sí son lo bastante reconocibles como países”. En cuanto a Euskadi, “en lugares donde dos aspirantes a naciones están presentes en similares (aunque no idénticas) circunstancias, se ha decidido incluir solo a uno” (y se compara con los casos de Groenlandia/Nunavut y Ryukyyu/Ho’aido).

En todo caso, apunta, si bien no están todos los que son si son todos los que están, todos ellos “no países que no han conseguido tener un asiento en la asamblea general de la ONU” y “ninguno ha alcanzado un amplio reconocimiento internacional como estado soberano”. Y añade: “Todos estos no países tienen al menos en apariencia una conciencia nacional, incluida una bandera, alguna forma de gobierno y la reivindicación de un territorio, así como un propósito serio”.

No reconocidos e inadvertidos

Bangsamoro, enclave de mayoría musulmana en el sur de Filipinas.

Murrawarri, pueblo aborigen en Australia que nunca cedió su soberanía de la tierra.

Rapa Nui (isla de Pascua), anexionada por Chile en dudosas circunstancias.

Rutenia, fue independiente un solo día, en 1939.

Algunos de ellos, recalca —mencionando concretamente a Taiwan y Somalilandia—, “son estados de facto y solo esperan que el resto del mundo se ponga de acuerdo sobre la realidad de su existencia”.

Las posibilidades de los 50 seleccionados de ampliar su territorio o su autonomía van, prosigue, “desde lo poco probable (por ejemplo Cabinda o la República de Lakota o el Tíbet) hasta lo razonablemente posible (por ejemplo Groenlandia)”. Otros son territorios que han sido declarados independientes por alguien y tienen muy pocas probabilidades de que su independencia sea reconocida por ningún estado-nación establecido o por un organismo internacional. Algunos (Forvikk, Hutt River), indica, son “parodias deliberadas” pero con “una ambición personal, política y/o comercial” detrás.

Middleton recuerda que “las circunstancias cambian”, “el mapa político del mundo no es estático” y “los países van y vienen”. Señala que la desintegración de la URSS dio lugar a no menos de 15 nuevos estados y que en el siglo XXI ya han aparecido otros como Timor Oriental, Montenegro y Sudán del Sur. Así que, concluye, “parece bastante probable que alguno de los actuales países que no existen puedan ver algún día la luz y convertirse en una nación de pleno derecho”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_