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MÚSICA

Vinilos de etiqueta negra

Trilobite Records y Sonido Costa Verde ejemplifican la pasión de las discográficas especializadas

José Luis Ibáñez, responsable en Madrid de Trilobite Records.
José Luis Ibáñez, responsable en Madrid de Trilobite Records.CARLOS ROSILLO

“Sacarlo del sobre, ponerlo en el plato, dar al botón, bajar la aguja y sentarse a escuchar estando pendiente de él”. La magia del disco de vinilo y el ritual que le acompaña. ¿Y los motivos para fundar un sello que solo edite en ese formato? “Nosotros somos dos coleccionistas de música española, y nos propusimos sacar cosas que nadie hubiera publicado antes en vinilo”, relata José Luis Ibáñez, responsable en Madrid de Trilobite Records. Es la casa más veterana en esta historia, a cuya web pertenece la descripción de apertura. Ocho años de vida y una serie de referencias donde pululan nombres llamativos del rock y el pop en castellano: Siniestro Total, Coque Malla, Sidonie, Josele Santiago, Calamaro… “Y eso que funcionamos en plan casero. Mi socio, Toni Mellinas, vive en Lleida. Cuando nos reunimos lo hacemos en Calatayud, a mitad de camino. No estamos en esto por el negocio”.

A la aventura de la edición exclusiva en vinilo se zambulle Sonido Costa Verde, etiqueta recién concebida por el periodista Luis J. Menéndez y el músico y disquero indie Luis Fernández. “El nombre proviene de que Luis J. es asturiano, además de hacer un guiño a mi otro sello, Sonido Muchacho, de grupos noveles y distintos soportes”, aclara Fernández. Y prosigue: “En nuestra idea, no importa si el álbum ha existido previamente en vinilo. Se trata de poner en relieve obras en castellano que quizá no recibieron toda la atención que merecían, da igual la época. Y el vinilo de 180 gramos, cuidado al máximo, busca darles ese valor simbólico que no tuvieron”.

En el deseo de Sonido Costa Verde, nombres añejos como Bambino o Vainica Doble. Y de momento, un estreno recuperando en vinilo el debut de La Estrella de David, alter ego de David Rodríguez, pequeño héroe de culto del indie patrio y productor de artistas como Los Punsetes o La Bien Querida. En el acceso al objetivo la familiaridad ayuda: “Mi colega y David son vecinos en Madrid. Y para adquirir los derechos, El Ejército Rojo [sello del cantante de Los Planetas] nos dio todas las facilidades”, cuenta Fernández.

La amistad contribuyó también a la piedra fundacional de Trilobite, en 2008: “Toni, que es muy sociable, había compartido copas con Los Deltonos, Los Enemigos o Siniestro Total. Y fue uno de estos últimos, Óscar Avendaño, el que nos proporcionó la grabación de una jam session en San Vicente Do Mar en la que había participado junto a Josele Santiago, Coque Malla y componentes de Los Ronaldos, Golpes Bajos…”, rememora Ibáñez. El álbum se tituló Disco Náutico, por el club que acogió el show, y se vendió bien. “La idea era recuperar la inversión y parar, pero enseguida nos picamos. Al repartir copias entre los músicos, Coque Malla nos dijo que su discográfica no estaba por la labor de sacar en vinilo su nuevo disco… y nos liamos la manta a la cabeza”.

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Los acuerdos con las multinacionales poseedoras de los derechos añaden dificultad, como empiezan a saber en Sonido Costa Verde: “Estamos ya en ello para el segundo lanzamiento, 1971, nuestro favorito de los grandes trabajos de Rafael Berrio”. Una entrevista conjunta para Mondo Sonoro al cantautor donostiarra y al propio Fernández fue el germen del nuevo sello: “Nos la hizo, precisamente, Luis J. Menéndez. Y él y yo nos dimos cuenta de que Berrio merecía más reconocimiento. Solo problemas de su agenda lo pospusieron. Ahora, mira por donde, es candidato a un Goya [finalmente no nominaron su canción para La reconquista, de Jonás Trueba]”.

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Sonido Costa Verde parte de la infraestructura de Sonido Muchacho, distribuidora incluida, aunque carece de sus otras vías de ingreso: “Al ser reediciones y de grupos ajenos, ni la vía editorial ni la del porcentaje de management existen. Tampoco la del streaming. Solo lo que se obtenga por la tirada pura y dura”. Hablamos de tiradas limitadas. Entre las 600 copias del disco de La Estrella de David o del nuevo 10 pulgadas de Siniestro Total para Trilobite, El mundo da vueltas (“canciones que solo habían publicado en su web”), y las 300, por ejemplo, de la primera experiencia internacional de Ibáñez y su compinche ilerdense: un disco de los argentinos Surfistas del Sistema.

Aún así, Trilobite se mantiene en la vía artesanal: no recurre a una distribuidora y vende directamente en su web y otros portales (“voy un par de veces por semana a Correos”), además de llevar en mano copias a pequeñas tiendas. Luego están los puestos de los artistas en las salas, clave según Sonido Costa Verde: “El incremento en ventas de vinilos tiene que ver con que los jóvenes los buscan en los conciertos”, apunta Fernández. Y ambos consensúan: “Las multinacionales han decidido fomentar el formato al ver que ya no va a caer”.

Ibáñez, que cree más en el interés de un público maduro, es un apasionado del diseño. Y ha participado en el de algunos de los lanzamientos de Trilobite. “Lo peor fue cuando tuvimos que repetir entera la fabricación del disco de los Neverly Brothers por un malentendido en el grafismo”. Esa es otra de sus joyas, siempre ricas en detalles: un concierto acústico del malogrado Guille Martín (mito guitarrero del rock español) y su hermano Fernando, publicado años atrás en CD por la sala El Sol. Todo muy madrileño, para dos socios unidos en su día por su afán coleccionista de los primeros singles de Los Nikis: “Buscábamos, por supuesto, la primera edición”.

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