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Erri de Luca, un pez-piloto para el nuevo Homero que cante la tragedia del Mediterráno

El comprometido escritor italiano presenta en Barcelona su primera obra poética reunida y un libro de relatos con el mar como hilo

Carles Geli
El escritor italiano Erri De Luca en La Pedrera de Barcelona.
El escritor italiano Erri De Luca en La Pedrera de Barcelona. QUIQUE GARCÍA (EFE)

“Sólo aspiro a ser el pez-piloto que guíe al próximo Homero que cante las tragedias de este siglo”, dice en voz muy queda, cabizbajo, el enjuto, modesto en su informal traje gris y camisa blanca, Erri de Luca, quizá el escritor que, en cambio, grita hoy más fuerte en Europa contra esa monstruosidad que es la inmigración que naufraga y muere en la costa del Mediterráneo. Ese mar y esa tragedia es el hilo que une sus dos últimos libros, Historia de Irene (tríptico de cuentos que funcionan como “una metáfora mediterránea”) y Sólo ida, por vez primera a nivel mundial y en un único volumen en edición bilingüe, compendio de sus cuatro libros de poesía (ambos títulos, en Seix Barral). Ayer reflexionó sobre todo ello en Barcelona, en la Fundació Catalunya-La Pedrera, cerrando el curso Converses a La Pedrera.

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“Ese mar del que me ha llegado toda la civilización, el primero y único llamado Mare Nostrum, también es ahora el mar de los otros, de los que llegan a él a morir; porque con sus cuerpos alimentan su plancton… Es el peor transporte marítimo de la historia: los esclavos, aún encadenados, viajaban mejor porque eran mercancía, tenían un valor y debían llegar en ciertas condiciones; los de ahora pagan por ser llevados y si se pierden, no pasa nada porque ya han pagado”, fija De Luca, que solo por haber nacido donde lo ha hecho (Nápoles, 1950) y tener una mínima conciencia (militó en la extrema izquierda a finales de los años 60) se ve impelido a escribir de todo ello. “La isla de Lampedusa se ha convertido en la embajada no oficial de Europa en medio del mar; mi escritura viene en parte de escuchar a esos desfavorecidos; su drama no deja de ser la época más grande de mi época”.

“Es un mar de ahogados negros / como el Nilo de los hebreos recién nacidos"

“Es un mar de ahogados negros / como el Nilo de los hebreos recién nacidos / ahogados por el rey por la misma razón que nosotros: / el temor del número”, escribe en unos versos el autor de Montedidio (2002) o El crimen del soldado (2013), que asegura que no es un intelectual, “o, al menos, ni completo ni perfecto, apenas un ciudadano con ciertos compromisos impuestos por las contradicciones de mi sociedad; cuando nos reducen a súbditos y eso me atañe a mí físicamente es cuando me implico y eso me hace imperfecto”. Pero desde esa supuesta falla De Luca denuncia una Europa que es “apenas receptora pasiva, no hace nada para evitar ese caos, ni el más elemental derecho de asilo; sólo se aprovecha de una mano de obra capaz de coger cualquier horario y salario”. Contrapone estos inmigrantes con los propios napolitanos y europeos que a principios del siglo pasado viajaban a EE. UU.: “Ni en los peores momentos de las expulsiones y rechazo de esos inmigrantes se llegó al 2%; en el antiguo puesto aduanero de Ellis Island, hoy museo, hay una frase de un compatriota mío de la época que recordaba: ‘Se decía que las calles de Nueva York estaban pavimentadas en oro; ahí pude ver que no tenían oro, que no estaban pavimentadas y que acabaron pavimentadas por mí’; los que hoy llegan a Europa ya saben que no encontrarán oro, sino que lo llevan ellos y que de eso nos aprovecharemos nosotros”.

"Los que hoy llegan a Europa ya saben que no encontrarán oro"
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Buena parte de lo que ocurre, opina, es porque vivimos en democracias “con instintos suicidas: lo demostraron Hitler, elegido democráticamente, Mussolini o la República Española y hoy lo demuestra Turquía, que está suicidándose en directo; las democracias tienen los medios para suicidarse, pero confío en los anticuerpos de la sociedad misma”. Para ayudar a aflorar esas defensas, el escritor propone que Europa mute en “una federación de Estados, liderada por Francia, Alemania, Italia y España, y que el resto siga con el estatus actual… Hace demasiado tiempo que el tren europeo está parado en la misma estación”.

De joven, ya bien comprometido, De Luca se añadió a Lotta Continua, grupo de extrema izquierda, de cuya publicación era director Pier Paolo Pasolini: “Tenía un coraje físico único, solía estar siempre en medio del vacío que había entre manifestantes y policías; no necesitaba del valor que se transmite de una persona a otra; él si era un verdadero intelectual porque defendía la palabra de otros aunque no estuviera de acuerdo… Estoy convencido de que la noche que lo mataron no debió sentir miedo; seguro que se defendió…”.

De Luca saca su fuerza literaria, tardía porque arrancó con 39 años pero al parecer inagotable (prosa, verso, ensayo, traducción…), de haber sido, entre otras cosas, conductor de camiones, paleta u obrero de la Fiat. Y en 1999, cuando la guerra de los Balcanes, retomó el volante de un camión de un convoy de ayuda humanitaria: “En una guerra los huérfanos y quienes no tienen un libro / están al descubierto”, escribe. Ese bagaje alimenta su pluma, ya al servicio de la prosa o de la poesía, no importa. “Con la prosa tengo la conciencia tranquila porque sé que no puedo escribirla mejor: es concentrada, como esos charcos de agua de mar a los que se ha evaporado el agua y sólo resta la sal, como si fuera el residuo de la vida que ha pasado”, dice precisamente de manera muy poética quien recuerda que su vista no podía ir más allá de cinco metros en las callejuelas de Nápoles sin chocar con otra casa, pero donde sí traspasaba el sonido, entre ellos, el de un disco de poemas de García Lorca que ponía muy a menudo su padre. Quizá por eso hoy puede escribir: “Estoy seguro de que en la naturaleza todo es abuso, / vida abonada la muerte, / también la flor, / pero la flor me hace olvidar la certeza”.

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Sobre la firma

Carles Geli
Es periodista de la sección de Cultura en Barcelona, especializado en el sector editorial. Coordina el suplemento ‘Quadern’ del diario. Es coautor de los libros ‘Las tres vidas de Destino’, ‘Mirador, la Catalunya impossible’ y ‘El mundo según Manuel Vázquez Montalbán’. Profesor de periodismo, trabajó en ‘Diari de Barcelona’ y ‘El Periódico’.

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