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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que no mide PISA

Hay algo que no tiene que ver con leyes educativas ni con los planes de estudio. Algo que el informe sobre educación tampoco es capaz de ver: la curiosidad, el amor al saber, a leer y a conocer

J. Ernesto Ayala-Dip

Al calor de la euforia que han causado los resultados del Informe PISA en Cataluña, yo he tenido una experiencia estos días que contradice, sintiéndolo mucho, esa euforia. Resulta que fui, como es habitual en mí cada mes, a una tienda de cafés, en los aledaños de Santa Maria del Mar, a comprar mi ración adictiva. De adolescente me incliné por esta universal infusión, en detrimento del, para mí, insulso té. Así fue que una vez en el establecimiento, observo que entre los tipos de cafés que se me ofrecen hay uno que llama poderosamente mi atención. Un café que se llama Balzac. Le digo a la dependienta que me atiende si ella atina a saber por qué ese café se llama así. La chica, con toda la simpatía de la que es capaz, me dice que ahora mismo no sabría decírmelo.

En realidad la chica lo que no sabía no era por qué alguien le puso al café Balzac, dolorosamente no sabía quién era Balzac. Para tratar de salir del paso, me señaló al dueño del establecimiento que trajinaba por allí. Como si fuéramos amigos de años, los dos enunciamos el nombre del escritor francés casi al unísono. Con los cafés que se tomó ese señor, qué mejor homenaje, me dijo instantáneamente. Usted sabe que a Balzac los negocios que emprendía le solían salir fatal, le comenté con la prejuiciosa convicción de que no lo sabría. Claro, contestó raudamente, como si hubiera estado esperando mi comentario, por eso tuvo que casarse con esa condesa rusa que le ayudó a enjugar sus deudas y sus estrepitosos fracasos empresariales.

Mientras hablaba con él, me acordé de una discoteca sita en la calle Balmes (no sé si todavía existe) llamada Metamorfosis y me dio por preguntarme si su dueño también sería un entendido en Franz Kafka. O en Ovidio, que a lo mejor también.

El Informe PISA dice que todo va bien en España. Y Cataluña un poco por encima de aquella. También nos dice el famoso referente de la educación mundial que en España pinchan la ciencia y las matemáticas, aunque crece la lectura. Yo tengo mi propio informe PISA. Y éste me dice continuamente, como me sucedió en la tienda de cafés, que la gente joven sigue teniendo inmensos océanos de ignorancia en cultura general. Y ya no digo en cultura literaria y científica, que no disimulan la lista de libros y temas obligatorios que les infligen en las aulas. No hace mucho también pude comprobar in situ cómo un joven francés desconocía absolutamente no sólo la existencia de las novelas que protagoniza el célebre comisario Maigret, sino que ignoraba, con alevosa ausencia de remordimiento, la existencia de Georges Simenon.

Mi particular radar PISA rastrea lejos de los centros docentes. (Me gustaría saber, o no saber, qué resultados obtendría si rastreara por las salas de maestros y maestras). Mi radar PISA se cuela por esos intersticios de la sociedad que nunca serán objeto alguno de análisis estadístico o cuantitativo. Mi PISA apenas se contenta cuando ve gente leyendo en los metros porque comprueba que cada vez son menos. Incluso mi PISA descubre con pavor que ni siquiera en las bibliotecas la gente lee ya libros, apenas detecta gente mayor leyendo revistas y diarios deportivos, usuarios pidiendo prestado cedés y estudiantes preparando sus exámenes.

Ahora mismo no sabría cómo afrontar este grave problema, si tuviera la responsabilidad de ayudar a paliarlo. No sabría cómo hacer para que una chica (o un chico) que estudió hasta la ESO, no me mirara espantada con solo oír el nombre del viejo Balzac. Mucho me temo que esta situación poco tenga que ver con los planes de estudio o las distintas y alternas leyes de educación que proliferan con tanto dispendio en nuestro entorno, dígase España o Cataluña.

Tengo una teoría sobre la lectura que seguramente nadie compartirá. Descubrir la lectura, como descubrir la afición a la ornitología o la pasión por los inmensos misterios que el cielo nos reserva o la furiosa materia de los agujeros negros o los números imaginarios, es un milagro que te roza o no. Soy consciente de que mi teoría podría ser amonestada por voluntarista. Pero también estoy seguro de que una cosa que no mide el informe PISA que se quiera, es la curiosidad, el amor al saber, a leer y a conocer. En una palabra, ¿cómo se mide ese don del autodidactismo y del conocimiento no reglado, independientemente de que seas profesor universitario o dueño de una tienda de cafés?

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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