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Un músico sin complejos

Zenet desplegó ayer su eclecticismo musical en el Teatro Rialto dentro de Los Matinales de EL PAÍS

El concierto de Zenet en el Teatro Rialto de la capital.
El concierto de Zenet en el Teatro Rialto de la capital.Jaime Villanueva

Todos los artistas que han pasado por Los Matinales han dedicado, durante sus conciertos, algún comentario laudatorio al hecho novedoso de tocar por la mañana. Ayer, Toni Zenet no se anduvo por las ramas: “Vaya ganas de venir a tocar aquí a las doce, con lo que llueve y con lo calentito que está uno entre las sábanas”, decía, y apostillaba, compartiendo el mérito con los asistentes, de niños a ancianos: “Y ver un teatro lleno. Como deberían estar siempre todos los teatros de Madrid”.

El malagueño, a las puertas de la cincuentena, tocó ayer dentro de Los Matinales organizados por EL PAÍS en colaboración con Planet Events y Les Nits de l’Art. Más bien cantó, y dejó la música en manos de su soberbio trío: Manuel Machado, un trompetista cubano que parece teletransportado directamente del Cotton Club del Harlem de los años 30 (si ayer celebraba o plañía la coincidente muerte de Fidel Castro, es algo que queda entre él y su instrumento); Raúl Márquez, violinista capaz de sacar con su arco sonidos flamencos, jazzísticos o inclasificables; y José Taboada, guitarrista de ejecución límpida que parte de la bossa nova para seguir por cualquier derrotero que le pida el multicolor e internacionalista cancionero de Zenet.

Ambos comenzaron juntos en esto hace ocho años, espoleados por el poeta Javier Laguna, que insistía en que musicaran sus letras durante unos encuentros fortuitos en las jam sessions del bar Plaza de Madrid. Ayer, en el Teatro Rialto, Zenet recorrió su cancionero, que es recorrerse medio planeta: de la copla al bolero pasando por el swing para rebotar en el jazz, de Chet Baker a Chavela Vargas, pero siempre con predominio de pose y registro de tango, su caleidoscópico repertorio casaba con el aspecto music-hall del escenario del Rialto, ribeteado de bombillas y con mucho bronce y terciopelo.

Tal vez su intrepidez desacomplejada a la hora de mezclar estilos (no debe llamársele fusión, porque eso es algo premeditado; lo del malagueño es espontaneidad pura y dura) se deba a que fue muchas cosas antes que músico, algo que le vino tardíamente. Además de actor, conocido sobre todo por encarnar a un joven Picasso en una serie de los años 90, ha sido animador en cruceros o vendedor a puerta fría de enciclopedias y filtros de agua. Montó Sur S.A., una banda que definía como funky flamenco, que no llegó a buen puerto. Cuando estaba a punto de tirar la toalla, ya cuarentón, sucedió lo del bar Plaza, donde lo fichó Warner Music. Desde aquello han pasado cuatro discos, giras maratonianas, millones de escuchas en las plataformas de internet, unos cuantos premios nacionales y una nominación a los Goya en la categoría de Mejor Canción.

Zenet, de voz justita pero solvente y extremadamente afinada, es generoso con el público y con los músicos, a los que deja buenos minutajes para que explayen su virtuosismo. También con su repertorio: aunque se centró en los temas de su reciente Si sucede, conviene, durante más de hora y media hizo algunas concesiones pretéritas que incluyeron su primer álbum, Los mares de China, con el que abrió y cerró el recital: después de hacer el ademán de despedirse, culminó con el consabido bis, Soñar contigo, la canción que todos esperaban, una amalgama de bolero, chanson francesa y lo que se tercie, que el público entonó entusiasmado y quizá sin acordarse ya del día plomizo y lluvioso que esperaba ahí fuera.

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