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Vic y Berga, en el corazón de la desobediencia

Ambas ciudades arropan a los dos ediles de la CUP que han desobedecido las citaciones judiciales

Los ediles de la CUP Joan Coma y Montse Venturós, en una concentración contra las causas judiciales abiertas por el proceso.Vídeo: CARLES RIBAS / EFE
Àngels Piñol

“Pasará lo que tenga que pasar. Hay que asumirlo. Incluida la prisión”. Montse Venturós, alcaldesa de Berga, de la CUP, admite sin pestañear ese riesgo mientras reflexiona sobre su detención por negarse a ir a declarar al juzgado como supuesta autora de un delito electoral al no retirar la estelada del Ayuntamiento el 20-D. Sentada en la terraza de un bar, ya cerrado este mediodía, no para de saludar —“¡Adéu bonic!”— a los numerosos vecinos, muchos funcionarios, que cruzan la silenciosa y hoy helada plaza de Sant Pere, el escenario de la mítica Patum, la procesión del Corpus. La estelada sigue izada del mástil del Ayuntamiento.

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A 50 kilómetros, Joan Coma, concejal de la CUP, en Vic, vive resignado a que llegue el día “D”. Sociólogo y enfrascado en su tesis sobre Palestina, está mentalizado de que será detenido tras negarse a ir a declarar a la Audiencia Nacional como presunto autor de un delito de incitación a la sedición por defender en el Pleno la resolución del 9-N de inicio del proceso de independencia. La votó casi toda la corporación , pero solo él está siendo investigado por animar, según el juez Ismael Moreno, a la desobediencia por decir “para hacer una tortilla hay que romper los huevos”. Fue el ultraderechista Josep Anglada quien aportó las actas del Pleno a la Guardia Civil. 285 municipios votaron ese texto pero solo hay diligencias contra ocho. La mitad se han archivado.

Los dos ediles gozan de un apoyo abrumador de sus vecinos y no es extraño. Capitales ambas de comarca de la Cataluña interior, Vic y Berga, históricos feudos de CiU, tienen en común bastantes cosas: son de tradición carlina, católicas pero con una notable presencia de la izquierda independentista (tienen ediles de la CUP desde 2007 y Barcelona desde 2015). Sus plenarios apostaron sin tapujos en las elecciones municipales de 2015 por romper con España. Berga cuenta con 15 concejales secesionistas sobre 17 y Vic 18 de 21. No tienen presencia ni Ciudadanos ni PP —siempre había uno en Berga pero su lista fue impugnada por repetir un suplente de El Ferrol— y el PSC, con un edil en cada ciudad, es irrelevante.

“¿Actuaría igual el Govern si tuvieran que detener a Mas?

La CUP ha dado vía libre a tramitar los Presupuestos pero el casos de sus ediles ha aireado la tensión con Junts pel Sí porque calibra hasta donde piensa desobedecer. Eran las 6.00 del día 5 cuando Venturós, que estaba tendiendo ropa, recibió tres llamadas de los mossos—"Me asusté: pensaba que había pasado algo en el pueblo"— diciéndole que se arreglara porque la iban a detener. "Hubiera preferido la detención en el Ayuntamiento", dice insistiendo que su queja no va contra los mossos —"son funcionarios: hacen lo que tienen que hacer"— sino contra sus mandos políticos. Y apunta irregularidades: que sabían que la iban a detenerla desde la tarde del jueves y que no dieron opción a su letrado, Benet Salellas, a presentar el recurso de reforma. "Me pregunto: ¿Qué hará el Gobierno si le dicen que tienen que detener a Mas? ¿Lo harían igual? ¿Qué piensan hacer?", plantea. Venturós admite que los gritos en Berga a Jordi Turull fueron muy minoritarios y, de hecho, el edil Antoni Biarnés (CiU), le brinda todo su apoyo. Pero matiza: "También podría haberse presentado ante el juez y ejercer su derecho de no declarar". Joan Coma asume que serán los mossos los que actuarán de policía judicial. El juez les ha ordenado —y a la Policía y a la Guardia Civil— un seguimiento de sus declaraciones en los medios y redes sociales.

No siempre, sin embargo, fue así. Bregada en Casal Panxo, un ateneo independentista, la Ventu, como así se conoce a la alcaldesa, era una adolescente que quizás no había empezado a cursar Derecho cuando entre 2003 y 2007 el PSC regía la alcaldía. Seis años después, en 2013, los ediles socialistas —uno de ellos Ramon Camps, hijo del exalcalde— abandonaron el partido. El detonante fue la renuncia del PSC al derecho a decidir pero la grieta inicial fue cuando no pudieron defender en el congreso del PSC de 2011 el grupo propio. “No van a cambiar nunca. No se ha explicado bien la historia de España. Me siento ciudadano de segunda ¿Por qué no puedo ir a vivir a Madrid y que mis hijos estudien en catalán?”, se pregunta este profesor de física y química y miembro de la ejecutiva de ERC.

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Una docena de esteladas empapela la plaza de Sant Pere. En ese capítulo, Vic gana por goleada: medio centenar largo lucen en la plaza Major presididas por la que pende del balcón del Ayuntamiento. Una pancarta dice, a secas, Sempre amb tu Carme —en alusión a Forcadell, la presidenta del Parlament— y el dueño de un histórico café ha colocado un letrero luminoso en la primera planta en el que corre la frase: “referéndum sí o sí”. Justo al lado, una enorme pancarta con el rostro de Coma: “Mai caminaràs sol”. “Nunca en la vida imaginé que mi cara iba a estar ahí. No la quería ni en los carteles electorales”, admite el concejal. Vic se ha volcado con él: ha creado el movimiento 30/03 en alusión a la fecha en que supo su imputación. Dice que es muy transversal y que lo más agradece es que lo integren ciudadanos que no son secesionistas.

Solo leí la declaración del 9-N. No hice nada malo. Si fuera así, iría asustado y corriendo", dice Joan Coma

Cuna de la Asociación de Municipios por la Independencia, con un porcentaje de paro del 13% y casi un 30% de inmigración, el Vic histórico transpira independentismo por los cuatro costados —“Es como una performance. Una burbuja”, dice un joven que prefiere el anonimato— y también cierto enfado por no avanzar más rápido en el proceso. “Da escalofríos lo de Joan”, dice Nuria Solà, en el Casino. “De lo que tenemos ganas es de irnos. Y después, vendrá Barcelona. Eso está perdido”. Y enfado también con los Mossos. En el bar La Nyàmera, frecuentado por la izquierda independentista, Nil Cardona, de la CUP, afirma: “Los Mossos actuarán de brazo ejecutor de la Audiencia. Pondrán a Coma en manos de la Policía o la Guardia Civil. Están actuando como fuerzas de ocupación”. Gobernado por Convergència, las pruebas demuestran que no es fácil plantar cara al secesionismo. La alcaldesa Anna Erra ha incluido en su gobierno al único edil socialista y firmado un pacto de estabilidad con Vic per tots (Iniciativa y Podem). “Lo he hecho con voluntad de trabajar por Vic y avanzar en el programa social. Es como poner una pica en Flandes”, dice el ecosocialista Arnau Martí, que apunta logros como aplicar tarifas sociales a las escoles-bressol o impulsar la figura del Síndic de greuges.

Condenado a desaparecer, no hay casi movimiento hoy en el mercado municipal de Berga, donde Venturós creció en el puesto de legumbres de su familia. Su compromiso político pudo más que su ilusión por su propia tienda, Casa Madriles, que hereda el nombre del negocio de su abuelo, originario de Madrid. “Estamos con ella. Es muy buena persona. Yo no quiero la independencia como algo identitario pero nos irá bien a todos", dice Antonia Torres, una paradista que se define catalana "cien por cien" mientras habla con su hermana, con marcado acento andaluz. Son de Jaén pero, como dice Dolores, “Berga es mi Berga”. Las dos estuvieron en el acto de concentración de apoyo a la alcaldesa.

Pasará lo que tenga que pasar. Habrá que asumirlo. Incluida la prisión", dice la alcaldesa de Berga, convencida de su decisión

Revolucionaria hasta la médula, no es raro que Venturós plantara al juez cuando ha tenido los arrestos de aplicar de forma estricta la separación Iglesia-Estado: no invitó a la Iglesia ni a los mandos policiales al balcón del Ayuntamiento para ver la Patum ni desfiló en la procesión. Y ha firmado un procedimiento contra el casal anarquista La Columna Terra i Llibertat por cambiar placas de calle de forma unilateral con nombres de históricos militantes anarquistas. Dice que su acción es legítima y que aleguen pero que no piensa esconder los "expedientes de nuestros colegas".

“No me gusta la estelada ni lo de la procesión”, dice un señor mayor que prefiere el anonimato. Venturós encaja las quejas con la misma naturalidad que sostiene que su causa no va de independencia sino de democracia. "Ahí está la ley mordaza. Esto nos puede pasar a todos", avisa. Con la misma firmeza, Coma remacha: "Están haciendo el ridículo. Sólo leí la declaración del 9-N. De no ser así iría corriendo y asustado”.

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