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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cita con la Policía Montada

Un encuentro con dos agentes femeninas del legendario cuerpo canadiense

Jacinto Antón
Mujeres y hombres de la Policía Montada del Canadá en el célebre Musical Ride.
Mujeres y hombres de la Policía Montada del Canadá en el célebre Musical Ride.RCMP

El destino ha querido que el mismo año en que he estrechado por primera vez la mano de un miembro de la Policía Montada del Canadá haya conocido también a dos integrantes femeninas del mismo cuerpo legendario. ¡Tres policías montados/as en menos de 12 meses! Si al primero, el agente Veilleux, me lo encontré casualmente en una gasolinera de Frelighsburg (Canadá) el pasado enero, a la inspectora Lorna Dicks y la sargento Penny Hermann las entrevisté hace unas semanas en el 54 º Congreso de la Asociación de Mujeres Policías, que reunió en Barcelona a medio millar de agentes de setenta países.

Cuando me enteré de que entre las asistentes se encontraban integrantes de la Real Policía Montada del Canadá (RCMP en sus siglas en inglés) no perdí tiempo para tratar de hablar con algunas de ellas. Vaya oportunidad. Las tendría en mi terreno y no iba a precisar de raquetas de nieve ni de un rifle por si me encontraba un puma (fiera bastante infrecuente en la Fira de Montjuïc, donde se celebraba el encuentro de mujeres policía).

Tuve menos problemas de los que imaginaba para un fetichista de mi categoría a la hora de conseguir introducirme en el congreso, que contaba con un importante dispositivo de seguridad en su perímetro, por no hablar de lo que había dentro. Es verdad que también me cuelo cada año en el Sónar. La responsable de prensa me recibió a la entrada. Dos mujeres policía de Canadá me aguardaban ya, de paisano, junto al stand de la fuerza policial de Calgary. No podía creer mi suerte. Empecé lanzándoles unas preguntas generales para ganarme su confianza. Hay muchas mujeres policía en Canadá, me dijeron, un 33 %, (18 % con rango de oficiales), el porcentaje más alto del mundo. La policía es allí multicultural y multiétnica. El crimen desciende continuamente. La proximidad que establece la mujer policía con la comunidad ayuda. Considerando que ya podía pasar a mayores les pregunte por los caballos, las lanzas y las guerreras escarlatas. Se miraron la una a la otra y luego a mí sorprendidas. “Eso, nuestras compañeras de la Policía Montada”. Diablos, ¿pues con quién estaba hablando? Eran de la policía municipal de Montreal. Evidentemente, había habido un error de comunicación.

La sargento Penny Hermann, de uniforme.
La sargento Penny Hermann, de uniforme.

Una de las policías fue a buscar a sus colegas montadas. Me quedé junto a una contundente agente sueca que me miraba con cara de sospecha. Disimulé observando apreciativamente la caseta con chalecos antibalas para mujeres. Pasaron dos agentes de algún país africano vestidas de kaki, con el generoso pecho cubierto de medallas y tocadas con boinas verdes. Parecían salidas del andén del tren a Katanga. Busqué sonriendo la complicidad con la sueca que me miró aún más intensamente. “Lo sentimos mucho pero las policías montadas han salido a dar una vuelta”, me informaron. Me marché cabizbajo. Pero de repente me entró un mensaje en el móvil: “Anton, my name is Lorna Dicks, I’m with the RCMP. The best way to reach me is by text at xxxxxx. Take care, Lorna [Anton, mi nombre es Lorna Dicks, formo parte de la RCMP. La mejor manera de encontrarme es escribiéndome. Cuídate]”. ¡Diablos, chateaba con una policía montada! Era como disponer del contacto con el sargento Clancy, Dave King, Trent o Buck Frobisher. Me temblaban las manos mientras tecleaba una respuesta y acordaba mi cita con la Policía Montada del Canadá.

Chaquetas rojas

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Al día siguiente regresé a la Fira. Allí estaba esperándome la RCMP. En número de dos. La inspectora Dicks y la sargento Hermann. Ambas rubias, la inspectora con el cabello corto, los ojos muy azules. Me decepcionó no verlas de uniforme (en la actualidad llevan el mismo que los hombres). Entré directamente al asunto: ¿Por qué se hicieron de la Policía Montada? “Para ayudar a la gente”. De acuerdo, pero para eso también podrían haberse hecho, no sé, de la policía municipal de Montreal. Algo habrá pesado la mítica del cuerpo. “Es cierto”, admitió la sargento. “La chaqueta roja (red sorge) es un símbolo de Canadá y desde niños aprendemos a verlo así”.

Las interrogué atropelladamente sobre la historia de la Policía Montada, fundada en 1873 como North West Mounted Police, la Rebelión de Red River, Louis Riel y los métis, la lucha contra los traficantes de whisky de Fort Whoop-Up... “En Canadá hoy no se sabe mucho de todo eso y no nos los explican al enrolarnos”. ¿No les hablaron de su sargento mayor J. Francis, que había cabalgado en la carga de la Brigada Ligera en Balaclava antes de arribar a Fort Welsh? ¿Ni de Francis Dickens, el tarambana hijo del novelista Charles Dickens, que había sido antes de ingresar en la RCMP, jinete de la policía montada de Bengala, y que rindió Fort Pitt a los cree, aunque no antes de que un bravo arrancara el corazón de un scout y se lo comiera frente los defensores (esas cosas desaniman), y tras afrontar cargos de ebriedad, pereza e impudencia fue hecho responsable de deteriorar las relaciones de la Montada con los Pies Negros? (tuve algún problema al traducir esto último).

Dicks y Hermann cruzaron fugazmente una mirada. Reconocieron no leer demasiada historia ni ver filmes sobre los Mounties. “Hay muchas cosas que son verdad en la imagen del cuerpo”, me animó la sargento, al verme la cara. “El sistema de patrulla por el amplio territorio, la dureza de la climatología (en Alberta, 40 bajo cero, en Saskatchewan un mes, a menos 50), el agente solitario llegando a un remoto pueblo del Yukon, el peligro: nunca sabes qué encontrarás”.

Ninguna de las dos, me dijeron, ha matado nunca a un oso, aunque a veces se los cruzan.

Me explicaron que la presencia de las mujeres en el cuerpo, que comenzó con 32 en 1974, tras 101 años de historia, va a más y que es normal ahora que lleguen a inspectoras. Insistieron en que, pese a que la Policía Montada ha tenido recientemente que solicitar oficialmente perdón por los casos de acoso sexual en el cuerpo, ellas no han sufrido ninguna vejación ni discriminación.

Les pedí que me contaran sus momentos más dramáticos en el desempeño de su misión. “Los incendios de Alberta, el pasado mayo, hubo que evacuar una ciudad entera, 80.000 personas. Fue terrible”, relató la sargento. “En una ocasión traté con un suicida”, se ensombreció la inspectora. “Se mató de un disparo, ante su mujer y su hija pequeña. Fue muy duro”. La realidad de sus vidas de policías montadas se imponía sobre mis pobres fantasías de viejas aventuras. Cerré el bloc, moviendo de lado a lado la cabeza. La sargento Hartmann sonrió con dulzura mientras me ponía en la mano un pequeño objeto brillante. Alcé a la luz la insignia de la Policía Montada del Canadá, me la coloqué en la solapa, y me marché, contento como unas pascuas. Algo habría para mí en Manitoba.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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