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CENTENARIO CARLOS III

Felipe VI preside la inaguración en Aranjuez de un simposio sobre Carlos III

Académicos e historiadores de Italia y España abordan en Aranjuez la figura y la obra del mejor alcalde madrileño

El Rey Felipe VI a su llegada al Palacio Real de Aranjuez
El Rey Felipe VI a su llegada al Palacio Real de AranjuezJavier Lizón (EFE)

El Teatro Real de Aranjuez acaba de abrir su escenario a un simposio internacional sobre la figura y el reinado de Carlos III (1716-1788). Su convocatoria se celebra en el año en que se conmemora el tercer centenario del nacimiento del monarca ilustrado, considerado como el mejor edil de Madrid.

El congreso, inaugurado este lunes por su presidente de honor, el Rey Felipe VI acompañado por la reina Letizia, en el real sitio ribereño y auspiciado por Patrimonio Nacional y la Real Academia de la Historia, ha sido patrocinado por la Fundación Banco de Santander. Se prolongará hasta el próximo viernes y reúne a 15 de los más importantes especialistas, historiadores, académicos y estudiosos del reinado carolino, el mandato regio más relevante, quizá, de los habidos en España durante el siglo XVIII. Así lo puso de manifiesto Carmen Iglesias, directora de la Real Academia de la Historia y académica de la Española, que leyó la conferencia inaugural bajo el lema Carlos III y la Ilustración.

Al acto, además de los Reyes, asistieron la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saenz de Santamaría, y la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena.

A lo largo del simposio, los congresistas abordarán el ceremonial cortesano; la política interior y exterior de su reinado; la Economía, la Ciencia, la Arquitectura, la Arqueología –Carlos III promovió las excavaciones de Pompeya y Herculano, en Italia- y la Música. Forman parte del panel de ponentes catedráticos de las universidades italianas de Bari y Nápoles, así como especialistas procedentes de las universidades españolas de Lleida, Castilla-La Mancha, Autónoma, Complutense y San Pablo, de Madrid, además de académicos de la Española, Bellas Artes, Morales y Políticas y de la Historia. Entre otras personalidades figuran Elena Papagna, Carlo de Seta, Begoña Lolo, Santiago Muñoz Machado, Gloria Mora y Pedro Álvarez Miranda. La coordinación del simposio corresponde a José Luis Díez, director de Colecciones Reales de Patrimonio Nacional.

La sede del evento, el Teatro Real de Aranjuez, brinda a los congresistas un marco cargado de historicidad: su bóveda fue decorada al temple y dibujada al carboncillo en 1776 con alegorías sobre el Tiempo y la fugacidad del Placer por el pintor áulico Antón Rafael Mengs (1728-1779), gran figura de la Pictórica dieciochesca en España. La bóveda, que luce restaurada, fue redescubierta en 1932 tras haber quedado oculta durante décadas al verse compartimentado el lar del teatro en estancias para el alojamiento del infante Luis de Borbón, príncipe de Parma. Antón Rafael Mengs, con ancha proyección continental, unió a su arte personal sustanciosas teorizaciones sobre la disciplina, el estilo y los cánones artísticos, que permanecieron largamente vigentes a partir de su fecundo enunciado académico por él. Algunos de sus mejores dibujos figuran en la bóveda del teatro ribereño. La promoción del artista germano en la Corte madrileña fue obra personal de Carlos III.

Hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio, dotaron a su vástago Carlos III -que antes de su mandato en España fue rey de Nápoles durante 25 años bajo el nombre de Carlos VII- de una singular instrucción manifiesta en una profunda sensibilidad artística e histórica. Con ellas complementó gratamente el impulso modernizador ilustrado que aplicaría a la actividad regia –como resaltó en su conferencia inaugural Carmen Iglesias- mediante una política de mejoras explícitas en la racionalización de la Administración pública, la Cultura, la Urbanística y el Arte, destacadamente en Madrid: instaló el Jardín Botánico junto al Retiro; ordenó la construcción de la Puerta de Alcalá, el Salón-Paseo del Prado y el edificio del museo, inicialmente destinado a Gabinete de Ciencias Naturales, además de las fuentes de Apolo, Neptuno, Cibeles; las Casas de Correos y de la Aduana, hoy Ministerio de Hacienda; el Hospital de San Carlos, ahora Museo Reina Sofía; el edificio de la Real Academia de la Historia, primera construcción plenamente ignífuga de la ciudad; el Oratorio de Caballero de Gracia… Tales fueron algunas de las principales obras que Carlos III aleccionó, además de la reconstrucción de la plaza Mayor madrileña.

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Con todo ello perseguía apuntalar, mediante el proyecto ilustrado, la legitimidad de su reinado merced a la aplicación de una idea de monumentalidad explícita en grandes obras de potente peso simbólico, así como en un diseño urbanístico fundamentado sobre el empedrado, la iluminación, la sanidad y la higiene de la ciudad, dotada entonces con 4.000 pozos sépticos y hasta una treintena de fuentes públicas.

Primer habitante del Palacio Nuevo, como fue denominado inicialmente el Palacio Real edificado por orden de su padre, Felipe V, tras arder el viejo alcázar de los Austrias, Carlos III sería efigiado en atuendo cazador por Francisco de Goya en 1786. El monarca, que decidió la expulsión de la compañía de Jesús en 1767, congregó a su lado importantes exponentes de la Política, como los condes de Aranda y Floridablanca; de la Pintura, como el citado Antón Rafael Mengs; escultores como Francisco Gutiérrez, Manuel Álvarez o Roberto Michel; y arquitectos como Francesco Sabatini, Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Igualmente, alentó importantes mejoras y ampliaciones en distintos Sitios Reales, como el de Aranjuez, convertida por él en ciudad-modelo y, a escala, miniatura del ideal de ciudad neoclásica, que hoy alberga este congreso internacional tres siglos después del nacimiento del monarca.

“Menéndez Pelayo y Ortega y Gasset recelaron de Carlos III”

Rafael Fraguas

Para Carmen iglesias, preceptora del rey Felipe VI, presidenta de la Real Academia de la Historia y directora del simposio carolino, “el reinado del monarca madrileño Carlos III, entre 1759 y 1788, consistió en una profundización de las reformas iniciadas por su padre, el primer Borbón, Felipe V y promovidas por su hermanastro Fernando VI”. Pero tales reformas no consistieron únicamente en un despliegue material de la vida pública mediante el urbanismo, la monumentalidad o el saneamiento inducidos por el monarca. Más bien obedecían, subrayó, a que “durante la Ilustración -de la cual Carlos III se reclamaba- se vivía una era de profundos cambios en la concepción del poder”. Tal fue el nudo de la intervención de Carmen Iglesias, que dedicó a Felipe VI y a la Reina la conferencia inaugural del simposio carolino en la ciudad ribereña.

Aquellos cambios reformistas ilustrados sintonizaban con la revolución propugnada por el pensador prusiano Emmanuel Kant, que había pregonado su famosa frase sapere aude, “atrévete a pensar”, mediante la cual los hombres “tomaron conciencia de su autonomía moral y de la unidad intrínseca del género humano”, dijo ante una treintena de jóvenes estudiantes universitarios de Historia que asistían en Aranjuez a su inaugural lección magistral sobre “Carlos III y la Ilustración”.

“Se libraba un combate intelectual a fondo entre la vieja Escolástica, que colocaba el protagonismo de la historia en el absoluto divino, y la naciente Ciencia, que solo se fiaba de lo experimentalmente contrastado a la luz de la Razón”, remarcó. A juicio de la académica e historiadora, el método racional de las Ciencias empíricas, “recobró el principio de realidad para la Naturaleza” y fue aplicado por ministros del monarca como los también ilustrados Grimaldi, marqués de Esquilache, o el conde de Aranda, siguiendo sus instrucciones tras pugnar aquel combate contra la rígida disciplina mental de la Escolástica. De tal forma, el impulso racionalista “llegó a convertirse en el verdadero motor de la tolerancia”, por cuanto que comenzó a ahuyentar de la esfera pública los dogmas y la superchería. “No se trataba de una lucha entre Ciencia y Religión”, dijo la presidenta de la Academia de la Historia en tono didáctico, “sino de un combate de la Ciencia contra la superstición y la dogmática”.

Se propuso Iglesias delimitar el marco conceptual en el que va a desarrollarse el congreso sobre la vida, la obra y la era de Carlos III, para lo cual sentenció: “no pueden proyectarse hacia el pasado categorías de nuestra actualidad”, como a su juicio acostumbra hacerse desde el “presentismo”, tendencia que proyecta el presente hacia la historia. Empero, reclamó valores carolinos del pasado a aplicar al presente.

Criticó la denominación “despotismo ilustrado” a la hora de definir aquella etapa histórica, que ella prefirió enunciar como el régimen vigente durante el Siglo de las Luces, evocando a Alejo Carpentier. La historiadora criticó a intelectuales de la estatura de José Ortega y Gasset y Marcelino Menéndez Pelayo, “que mostraron desinterés por el reformismo ilustrado de Carlos III y participaron de cierta visión recelosa sobre el carácter ilustrado de Carlos III y su mandato”, según aseguró. Iglesias achacó a ambos polígrafos una “visión maniquea” al respecto ya que, en su opinión, si no se aplicaban los modelos francés o británico a la comprensión de la Ilustración, para ambos, (pese a sus diferencias), cualquier otro carecía de interés o validez. Carmen Iglesias remarcó la especificidad de la Ilustración española y carolina, pero resaltó más las concomitancias europeas de la Ilustración que las particularidades nacionales.

La historiadora y académica de la Española señaló asimismo que “al convoy semántico de la Ilustración le debemos no solo la tolerancia”, sino “también el despliegue de la Economía, la Sociología, las Ciencias y las Técnicas, así como los cambios inducidos entonces en las categorías para comprender la propia Historia, como muestra la periodización, aún vigente, que separa desde entonces la Edad Media del Renacimiento y que hemos integrado en nuestros saber”. Y agregó, “somos pues herederos de la ilustración”, a la que “debemos el declinar de la Inquisición y numerosos avances que la invasión napoleónica, posterior al reinado de Carlos, dañó pero no destruyó al completo”.

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