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CCCB, paraíso del sexo y el placer

El centro cultural dedica una muestra a los espacios para el deseo construidos o imaginados desde el siglo XVIII

La exposición '1000 m2 de deseo'.Vídeo: EPV
José Ángel Montañés

El nonagenario Hugh Hefner, director y propietario de Playboy, ha vestido la mayor parte de su vida en batín, las 24 horas del día. No ha tenido que arreglarse para ir a trabajar porque ha dirigido su revista y sus negocios desde su enorme cama giratoria y tecnificada. En ella ha mantenido y celebrado reuniones, entrevistas, recibido visitas, ha comido, ha dormido, se ha drogado y, por supuesto, ha hecho el amor, de forma desenfrenada, como se le supone al fundador del emporio playboy, todo un icono y defensor de la revolución sexual y de la libertad personal. La super cama de Hefner (una reproducción a escala natural), opuesta a la tradicional cama inventada en el siglo XVIII, lugar dominante en la practica el sexo, es una de las estrellas de la exposición 1.000 m2 de deseo que abre sus puertas en el CCCB para investigar y mostrar cómo se han proyectado, construido e imaginado los espacios para el sexo en la sociedad occidental desde el siglo XVIII, momento en el que nació el concepto de intimidad.

Nunca se le habían dedicado tantos metros al placer en un museo. Desde templos imaginados para el sexo, hasta apps para practicar cibersexo, pasando por sexshops, clubes de carretera, saunas, cuartos oscuros gay, mazmorras o espacios sadomasoquistas BDSM. Todos tienen su lugar en esta arriesgada muestra que gira entorno a uno de las necesidades más generalizadas (junto con el comer) del ser humano: el placer, el deseo y el sexo. “Es una exposición densa, bien documentada, también lúdica y juguetona, porque no se puede explicar la contemporaneidad sin hablar de sexo”, aclaró el director del centro Vicenç Villatoro, en presencia de las dos comisarias Adélaïde de Caters y Rosa Ferré.

Recreación del Centro de Entretenimientos Sexuales de Nicolas Schöffer en el CCCB.
Recreación del Centro de Entretenimientos Sexuales de Nicolas Schöffer en el CCCB.Carles Ribas

Ferré, también jefa de exposiciones del CCCB, comenzó aclarando lo que no es la muestra: “no habla de los espacios normativos donde se práctica el sexo, como es la cama del matrimonio. Tampoco de edificios fálicos o curvos que recuerden a las formas femeninas, ni sobre espacios como mazmorras o conventos, aunque todo este está presente”. La exposición si trata, a partir de 250 piezas de todo tipo, desde libros, hasta fotografías, vídeos, maquetas e instalaciones “cómo la arquitectura ha contribuido al control de los comportamientos y a la creación de estereotipos de género en nuestra sociedad, eminentemente patriarcal; y de cómo algunos modelos han roto con los modelos tradicionales y han defendido utopías sexuales”, explicó la cocomisaria.

La exposición que no presenta un recorrido cronológico, gira alrededor de tres ejes temáticos: las utopías sexuales, los refugios libertinos y las sexografías. Comienza con las propuestas radicales del templo del placer de Claude-Nicolas Ledoux para su ciudad ideal Saline de Chaux o los espacios para orgías eróticas o falansterios de Charles Fourier, que la exposición compara con las comunas hippies y la arquitectura radical del siglo XX de Ettore Sottsass o Superstudio o el Taller de Arquitectura de Ricardo Bofill. Ninguno supera la utopía sexual del Marqués de Sade al que la muestra le dedica uno de sus rincones escenográficos —pensados como decorados de óperas y que obligan al espectador a penetrar en su interior y detenerse para disfrutarlo en intimidad— en el que se aborda su pasión por la arquitectura y que ideó un prototipo para la red de 32 casas de prostitución en París.

Planta y alzado del templo de los placeres (con forma fálica) ideado por Claude-Nicolas Ledoux en el siglo XVIII.
Planta y alzado del templo de los placeres (con forma fálica) ideado por Claude-Nicolas Ledoux en el siglo XVIII.
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Más recientemente el húngaro Nicolas Schöffer, proyectó en los años sesenta una ciudad utópica, la Villa Cybernétique, para la que diseñó un Centro de Entretenimientos Sexuales, un lugar que se reproduce en la exposición en la que no faltan esculturas cinéticas, luces, plumas, cojines y perfume embriagador.

Los refugios libertinos repasan escenarios como las petites maisons de la aristocracia francesa del siglo XVIII con estancias como grutas, caprichos, lugares escondidos y aparatos especializados para alcanzar placer. Nos introduce en los gabinetes de lecturas donde se leían los clásicos de Nerciat, Crébillon, Choderlos de Laclos, que alterarían con su alto voltaje de texto e ilustraciones a los presentes y prosigue con los apartamentos para solteros propuestos por la revista Playboy, todo encaminado a disparar la imaginación erótica.

‘Playboy’ y la arquitectura

A esta revista se le dedica un apartado en el que se incluye la cama de Hefner. La comisaría de este ambiente, la profesora Beatriz Colomina, defiende de forma pasional el papel de la revista en la difusión de la arquitectura moderna frente a otras del momento más convencionales. “Aparte del desplegable central con las playmates, la revista parece gay”, en referencia al hecho de que consiguió que el hombre se interesara por la arquitectura y el diseño y por el estilo de vida, la ropa o los muebles. La exposición concluye con las sexografías y los espacios públicos para el sexo, como parques, calles o lavabos; posiblemente la parte más controvertida. El CCCB ha habilitado pequeños espacios que simulan salas donde se visionan películas míticas del porno de los setenta (en las que se avisa que no se permite la entrada a menores de 18 años); unos espacios que estuvieron vivos hasta la llegada de los vídeos que desplazaron el género hasta los hogares.

¿Y hoy en día, cuáles son los espacios para el deseo? se pregunta en la muestra: El ciberespacio donde es posible todo a golpe de clic y vía apps. Como la máquina que nos proponen: el Cybersex Inmmerison Engine, mezcla de realidad y estimulación virtual. Seguro que no es tan placentera como el contacto piel con piel.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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