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Clásico en vida

El octogenario Joan Guinjoan estrena una obra deslumbrante en un Palau lleno de público, pero huérfano de primeras autoridades

Joan Guinjoan tocando al piano una de sus piezas, en 2011.
Joan Guinjoan tocando al piano una de sus piezas, en 2011.Carles Ribas

En un país que ama y respeta su cultura, lo normal sería ver a las primeras autoridades en el estreno de la última obra de su compositor más relevante. Pero no acudió ninguna el viernes al estreno, en el Palau de la Música, de Fiat Lux, deslumbrante poema sinfónico del octogenario compositor catalán Joan Guinjoan (Riudoms, 1931), figura esencial en la creación musical española. Tampoco asistieron los dirigentes del Gran Teatro del Liceo, y eso que el estreno corrió a cargo de la orquesta del coliseo barcelonés bajo la inspirada dirección de su titular, Josep Pons.

A pesar de su delicado estado de salud, que le obliga a desplazarse en silla de ruedas, Joan Guinjoan saludó al público, desde un palco de platea próximo al escenario, en respuesta a los entusiastas aplausos y ante la insistencia de Pons, a quien está dedicada la nueva obra.

Sorprendió, y no gratamente -las caras de Mariona Carulla, presidenta del Palau, y Joan Oller, director general, eran un poema- la ausencia en el palco central de los máximos dirigentes de la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona; a los respectivos responsables de Cultura, tampoco se les vio el pelo. Aún más inexplicable resultó la ausencia de los responsables del Liceo en la única actuación de su orquesta en la temporada estrella del Palau.

Inspirada en poemas de Antoni Clapés que glosan las luces y colores del paisaje de su Riudoms natal, Guinjoan se muestra en Fiat Lux con la personalidad de un clásico en vida que domina el arte de expresar sus emociones con los más refinados recursos orquestales. La escritura, rica en matices, refleja su admiración por la moderna escuela francesa, con exuberantes colores y una cautivadora energía rítmica.

Dedicada a Pons,la partitura es muy exigente, en la línea del Trencadís, de la ópera Gaudí, y las otras dos obras que completan su trilogía sinfónica dedicada a la ciencia. Pero, al margen de sus dificultades técnicas, lo mejor de su nueva obra es la riqueza de ideas, y la alegría vital que transmite en su desbordante expresividad. Fueron apenas veinte minutos, pero es música tan bien escrita que pasaron volando

La orquesta del Liceo, orgullosa ante el reto de tocar en el Palau, sonó con empaque: brillaron los metales y se apreciaron renovadas energías en maderas, cuerdas y percusión. El proyecto musical de Pons está dando muy buenos frutos, y quedó bien patente en la generosa ración de Wagner que abrió y cerró el programa; Preludio y muerte de amor, de Tristán e Isolda y una selección de fragmentos de El ocaso de los dioses que sonaron con intensidad dramatica.

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Quizás faltó tiempo de ensayos para limar algunas asperezas en la dificil obra que completó la velada, el Concierto para trompa núm, 2, de Richard Strauss, obra de cegador virtuosismo que Martin Owen, trompa solista de la Sinfónica de la BBC de Londres, bordó con perfección técnica, control del fiato y musicalidad a raudales.

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