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La Real Filharmonía se multiplica

Inaugura temporada de la Sociedad Filarmónica Ferrolana y hace una gira por Santiago

Adriana Winkler.
Adriana Winkler.

La Real Filharmonía de Galicia calienta motores y lo hace con fuerza. El martes 5 parte de sus efectivos, dirigidos por su concertino James Dhlagren, celebraba un concierto con un variado programa. C. Ph. E.. Bach, F. Mendelssohn, P. Franceschini, B. Britten y E. Grieg entraban así en el vecino Vite por la puerta grande de su Centro Sociocultural.

Al mismo tiempo, Adriana Winkler, ayuda de concertino de la RFG, dirigía a más de 100 kilómetros un grupo de sus secciones de cuerdas en el Teatro Jofre de Ferrol, en el primer concierto de la temporada 2016 – 2017 de la Sociedad Filarmónica Ferrolana. Este último programa se ha podido escuchar ayer en el Centro Sociocultural Santa marta y se repetirá esta tarde a las 19.00 horas en el Centro Sociocultural de Fontiñas.

El concierto dirigido por Winkler incluía las Danzas rumanas de Béla Bartók; el Concierto para violonchelo y orquesta, RV 424 de Antonio Vivaldi; la Elexía de Enrico Mainardi –estas dos últimas con Thomas Piel, violonchelista de la RFG, como solista- y la Serenata op. 22 de Antonin Dvořák. Un programa de los que hacen afición por su agradable y sencilla escucha y variedad de sentimientos reflejados.

La variedad de ritmos de las Danzas rumanas de Bartók caldeó el ambiente en el Jofre desde la elegante serenidad de la Danza del bastón hasta el crescendo rítmico de la Polka rumana y los Pasos cortos de su final. Los solos de Winkler manifestaron su gran calidad instumentística y musical.

El Concierto para chelo RV424 responde al cien por cien al esquema concertante típicamente vivaldiano: su Allegro inicial permite el lucimiento del solista, destacando sobre el basso continuo de los dos chelos y el contrabajo. En el Largo central la versión de Piel fue de las que elevan el espíritu del auditorio. Luego, el público pudo gozar de las oleadas de energía contenida o en expansión de su Allegro final.

Su interpretación de la Elegía de Mainardi fue como un recorrido por el más amplio espectro del dolor: desde el la sorda oscuridad inicial producida por el canto del chelo al más lacerante aguijonazo de su registro sobreagudo. Fue una gran versión, espléndidamente secundada por la orquesta.

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En la Serenata de Dvořák destacaron la serena intensidad del Trio de su Minueto, el amplio vuelo expresivo del Scherzo, la placidez y pasión contenida del Larghetto y la fluidez de diálogo y brillantez final del Allegro vivace que lo cierra. Un flash del concierto resaltaría cómo la grandeza de una orquesta se comprueba en sus agrupaciones pequeñas.

Una curiosidad: el grupo de cuerdas presente en el concierto de Ferrol fue, en la primera parte, una orquesta perfectamente paritaria con seis mujeres y seis hombres en sus atriles. Parece solo un detalle pero es toda una manifestación. Y dos datos finales: el concierto del Jofre presentaba una buena entrada pero se veían huecos aquí y allá en su patio de butacas; por otra parte, la edad media de los asistentes es tan elevada como es costumbre en nuestra sociedad. Se hace imprescindible incorporar un público más joven: lo que está en juego es nada menos que la supervivencia de este tipo de actividades.

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