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Ada Colau i el postpujolismo

Tras el pujolismo, el postpujolismo de Artur Mas ha puesto tantos obstáculos al centro y centro-derecha que ese espacio político puede votar cualquier cosa

Contra el pujolismo, por ambivalencia del PSC e incapacidad del PPC, fue consolidándose C's, actualmente en buena posición parlamentaria con Inés Arrimadas a la cabeza. A continuación ha ido emergiendo un nuevo fenómeno reactivo, no ya directamente contra el pujolismo sino –entre otros factores- como consecuencia del desbarajuste post-pujolista. Ahí está Ada Colau, con tiempo por delante para su estrategia porque dispone de la alcaldía de Barcelona como alta silla de vigilante de playa. Se trata de una especie de operación arco iris en la que confluyan los independentistas frustrados, sectores de la CUP, los impulsos del emocionalismo post-crisis y la versión autóctona de Podemos que lidera a sus anchas Ada Colau. En situación de disponible queda ERC, como colgada de sus propios arcaísmos, con un cierto impulso electoral aunque no puede descartarse la hipótesis de que, sometido como siempre al efecto sube y baja, el partido de Oriol Junqueras quede atenazado por sí mismo. En fin, Ada Colau parece dispuesta a la suma, entre otras cosas porque el post-pujolismo no levanta cabeza y ahora mismo no tiene nombre. Los lectores de otros tiempos recordarán que “El innombrable” de Samuel Beckett tiene por protagonista un sujeto que carece de nombre. Tampoco dispone de movilidad. Es el monólogo de la inercia. Tendría oportunidad adaptarlo teatralmente para su representación en las nuevas embajadas de la Generalitat que el “conseller” Romeva va abriendo en cualquier confín del mundo, inusitadamente ajeno al fracaso del proceso secesionista.

El post-pujolismo va a tener pronto otro nombre pero su condición política ahora mismo es innombrable. Ahí están, en los escaños del llamado gallinero del Congreso, diputados de tanta experiencia como por ejemplo Jordi Xuclà, Carles Campuzano o, en otro sentido, Ferran Bel. El postpujolismo les ha llevado a la inanidad parlamentaria. Como hipótesis, ¿cuántos nuevos escaños tendría ahora el movimiento de Ada Colau en caso de esas nuevas elecciones generales de las que todo el mundo abomina sin dejar de hacer lo posible para que lleguen? Colau es una personalidad política con audacia y con la suficiente capacidad demagógica para ser más dúctil cuando haga falta. Quizás intente atraer parcialmente el descontento de las clases medias, tan baqueteadas por la crisis y la post-crisis. Será un efecto muy peculiar porque en el recetario económico de Ada Colau poco o nada hay para satisfacer esa insatisfacción. El problema para las clases medias es a quién votar si es que no optan por engrosar el partido de la abstención. Este es otro logro sombrío del post-pujolismo: dar lecciones de democracia y acabar en una inconsistencia política que Carles Puigdemont, actual presidente de la Generalitat, encarna a la perfección.

El vacío causado por el post-pujolismo ha provocado la esterilización del catalanismo. Desde el desconcierto soberanista, algunos enfermeros de la UCI pujolista y nacional-populista, huérfanos por ausencia de un patriarca, van situándose dialécticamente como avaladores conceptuales de lo que pueda significar Ada Colau. Queda libre el espacio para una matriarca política, en primera fila de la movilización que en la Unión Europea busca otro arco iris, aunque Varoufakis tenga más de catástrofe que de astrónomo. Ada Colau intenta sumarlo todo, desde los ideólogos del chavismo a los yayo-flautas. A veces parece que su prioridad no es gobernar la complejidad inmensa de Barcelona, sino experimentar osadamente con el dinero del contribuyente.

Tras el pujolismo, el postpujolismo de Artur Mas ha puesto tantos obstáculos al centro y centro-derecha que ese espacio político, aquejado de una orfandad digna de conmiseración, puede votar cualquier cosa. Es difícil concebir un fracaso democrático tan ostentoso: perder votos, escaños y despojar toda una sociedad de los agentes políticos que han de contribuir a su representatividad plural. No es imposible una futura polarización entre Ada Colau e Inés Arrimadas, por incomparecencia del resto de las partes. En la cola de aspirantes a ver de cerca una declaración unilateral de independencia quedan muy pocos ciudadanos, de fe admirable. ¿Es que alguien puede creer que la CUP no va a dar otro triple salto mortal y no votar los presupuestos cuando ha dicho que los votaría? El reciclaje de los politólogos post-pujolistas ya ha comenzado. Lo más a mano es el post-soberanismo que pretende perfilar el populismo heterogéneo de Ada Colau. Así acaba “El innombrable”: “Seré yo, será el silencio allí donde estoy, no sé, no lo sabré nunca, en el silencio no se sabe, no puedo seguir, seguiré”.

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