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Homenaje de ida y vuelta al tenor Celso Albelo

Amigos de la Ópera conmemora el 10º aniversario del debut en A Coruña de quien se ha convertido en fiel colaborador de la asociación lírica

La Programación Lírica de Amigos de la Ópera de A Coruña ha celebrado su segundo concierto, un homenaje al tenor tinerfeño Celso Albelo en conmemoración del décimo aniversario de su debut en A Coruña. Desde entonces, Albelo ha sido fiel colaborador de la veterana asociación lírica coruñesa en todas las actividades en que esta le ha pedido su actuación.

Antes del recital programado se proyectaron fragmentos de sus actuaciones coruñesas, con el inicial de su debut de 2006, cuando, anunciado prácticamente como mero acompañante de Stefania Bonfadelli, fue quien salvó los muebles del concierto. Luego, algunos de sus actuaciones en Don Pasquale (2007); Puritani y el homenaje a Alfredo Kraus (2009); La fille du régiment (2010); L’elisitr d’amore (2011); Lucia di Lammermour (2013) y La traviata, en la luego suspendida Temporada Lírica 2015-2016.

El tenor tinerfeño salió a escena al final de la introducción pianística de Povero Ernesto... a cargo del pianista grancanario Juan Francisco Parra. Sus primeras notas devolvieron al auditorio una buena dosis del sentimiento que suele imprimir a las partes más intimistas de sus actuaciones. En la segunda parte de Cercherò lontana terra, sin embargo, asomó una cierta brusquedad al emitir los agudos poco acorde con su reconocida musicalidad.

Más acorde con el carácter de la pieza se mostró en su versión de la canzonetta Com è gentil, adecuadamente acompañada a la guitarra por Mateo Arnáiz y por el pianista, Juan Francisco Parra, a la pandereta. Albelo se despojó de su americana por el excesivo calor reinante en el Teatro Rosalía. Este, que es tan habitual en verano como el frío a lo largo del invierno, hace preguntarse al público cuándo podrá gozar de una adecuada regulación de la climatización; pero también pudo ser la causa de algunos problemas de afinación de Albelo aquí o allá a lo largo de la noche.

Albelo ha evolucionado en estos diez años: ha aumentado la potencia de su voz conservando su buena proyección. Pero la búsqueda de unos agudos más fuertes no parece lograrse sin ciertas brusquedades en este registro, con un ensanchamento que puede haber ido en detrimento del hermoso timbre de su voz. Un aspecto que sus admiradores de siempre no querríamos perder en sus actuaciones.

Parra tocó dos fantasías de William Vincent Wallace (1812 – 1865) sobre óperas de su tiempo: en la primera parte, la fantasía de salón Don Pasquale, una preciosa obra llena de un espíritu lisztiano y melodías algo chopinianas que parece salida de la cabeza de un pianista con dedos tan ágiles como potentes y alma de rubato. La Fantasía brillante sobre La traviata tiene un curioso desorden temporal de las melodías y una aparatosidad muy rapsódica. Ambas obras fueron soberbiamente interpretadas por Parra, que hubo de saludar repetidamente a las aclamaciones del público.

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El final de la primera parte fue dedicado por Albelo a La fille du régiment: Hoy, como veíamos en 2006, en el espectacular Ah, mes amis! Pour mon âme “el truco no consiste en llegar bien, ni aun brillantemente, a sus repetidos do de pecho, sino en cantar y que el júbilo expresado nos lleve a ellos. Y es así como yo se los oí a Albelo”... Como se los oí en aquella y en otras ocasiones. Este viernes lució más técnica pero menos espontaneidad, menos naturalidad jubilosa. Mucho más en su sitio estuvo todo en Pou me rapprocher de Marie, donde el timbre de Albelo volvió a surgir con esa nasalidad perfecta en las enes y emes finales de sílaba que tanto nos recuerda al gran Kraus y con la que el público se fue bien alegre al descanso.

Después de este, Albelo se permitió más de una licencia musical y siguió entusiasmando a un público totalmente entregado. Ciertos adornos personales y alguna vacilación en la afinación –hay que insistir en la posible causa del calor- apenas llegaron a deslucir el mucho sentimiento que imprimió a Una furtiva lacrima. El portamento entre la a de donna y la e de è mobile sonó algo más fuera de lugar, lo que no impidió que creciera el entusiasmo. Y en la repetición de Pour mon âme que ofreció como primer bis, los nueve dos de pecho sonaron un tanto destemplados contra su costumbre.

Tras esto, el desiderátum: bravos en cascada, ovaciones en continuo crecimiento y esas palmas a ritmo que algunos espectadores que se empeñan en lograr del auditorio, que parecen indicar unanimidad y que impiden cualquier otra manifestación del público.

Y el homenaje de ida y vuelta, con la presidenta de Amigos de la Ópera subiendo al escenario a entregar un ramo de flores a Albelo y la carrera de este por el patio de butacas para casi arrastrar al director artístico de la Programación Lírica al escenario para ofrecerle el triunfo con un más que efusivo abrazo y la dedicatoria de una versión de Pourquoi me reveiller que hizo recordar, pero por contraste, a la absolutamente magistral del maestro Kraus. Descanse en paz.

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