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“Hemos descubierto que la esgrima es una cosa dificilísima”

Dagoll Dagom acomete la última fase de ensayos de su musical ‘Scaramouche’

Jacinto Antón
Bozzo bromea en la presentación de 'Scaramouche'
Bozzo bromea en la presentación de 'Scaramouche' EFE

Scaramouche, el justiciero que se esconde bajo una máscara de Comedia del Arte, ataca con dos espadas al marqués de l'Echalonne, que se defiende también con sendos aceros. No es fácil tirar con dos espadas a la vez. Pruébenlo. Sorprendentemente, dada la ferocidad de la lucha, los rivales se dan instrucciones por lo bajín sobre por dónde dirigir estocadas y paradas. No fueran a hacerse daño.

Hay mucho camino para andar aún, esgrimísticamente hablando, en este Scaramouche, el musical de capa y espada de Dagoll Dagom que acomete su última fase de ensayos, ya instalado en el Teatre Victòria de Barcelona donde se estrenará el próximo día 23. “Hemos descubierto que la esgrima es una cosa dificilísima”, acuerdan la productora ejecutiva Anna Rosa Cisquella y el director y autor del libreto Lluís Bozzo, que están ofreciendo un aperitivo, “un tast”, del espectáculo. Que se lo digan a Phillipe de Valmorin...

La participación en el montaje del maestro de armas Jesús Esperanza, uno de los más célebres de su especialidad en España, está resultando absolutamente esencial para la obra. “Hay mucho todavía por hacer”, zanja el adusto Esperanza con la determinación y la sobriedad de Diego Alatriste (al que dio clases en la persona de Viggo Mortensen, cuando se filmó la versión cinematográfica de las aventuras del espadachín).

A los actores les han cambiado ya las espadas que usaban para practicar por las de verdad, las que llevarán en la función. Son espadines franceses de la época y pesan considerablemente más que las de entreno, como están descuibriendo para su pesar Toni Viñals (Scaramouche) e Ivan Labanda (el marqués).

Este Scaramouche de Dagoll Dagom, con 18 actores y un presupuesto de 800.000 euros, no es muy canónico, ni lo pretende: esta decantado hacia la comedia y se han cambiado los nombres de la novela de Rafael Sabatini y de las versiones fílmicas de la misma, como la famosa de George Sidney de 1952 en la que Stewart Granger encarnaba el rol titre. Bozzo ha enfatizado en la trama la lucha social, en las vísperas de la Revolución Francesa. La obra además cuenta, por supuesto, con música (de Albert Guinovart) —que interpretarán en directo 10 músicos, aunque también habra partes grabadas por toda una orquesta, la de Lleida—, canciones y baile. La escenografía (de Alfons Flores) es espectacular y enorme. El escenario del Victòria ha crecido hacia la platea y hay elementos que descienden del alto techo. La embocadura reproduce un lujoso teatro con palcos, reminiscencia, esto sí, de la famosa escena final del duelo a espada del Scaramouche de Sidney, una virtuosa coreografía de acero de cinco minutos, quizá la mejor de la historia del cine.

En la escena inicial que nos muestran Dagoll Dagom, un grupo de representantes del pueblo se cuelan simbólicamente en el almuerzo de los aristócratas y las visiones de ambas clases se superponen. Luego hay un divertido baile y vuelve la esgrima. Ana San Martí, la díscola aristócrata Olympia, tira unas estocadas demostrando una hiperlaxitud que no sabemos que efecto tendrá en sus fintas. Lleva una espectacular hombrera deportiva (se lesionó el hombro) tipo manga de gladiador que le da un aire muy combativo, a lo Espartaco.

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“El sonido del acero al golpear acero es muy bonito y vibrante”, recalca Bozzo, que visiblemente le está cogiendo gusto a la esgrima. ¡Clinc, clinc, clinc, clinc! ¡Scaramouche ya viene!

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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