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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un sectarismo antiguo

Los dirigentes de Iniciativa han dado muestras de una estrechez de miras que contrasta con la posición de Colau respecto de la Diada

Como es natural tratándose de un partido de trayectoria larga en tiempos muy difíciles, la herencia del PSUC tiene claroscuros. Predominan de modo rotundo en ella las luces (su heroica oposición al franquismo, su papel integrador de la inmigración obrera de mediados del siglo pasado, sus capacidad y voluntad unitarias en los años 1960 y 1970...), pero existen también sombras, episodios de sectarismo extremo (alrededor del caso Comorera, por ejemplo) e incluso alguna conducta digna de figurar en la historia universal de la infamia. Pienso en aquellos días de 1937-38, cuando los poumistas perseguidos pintaban furtivamente por las paredes de Barcelona: “On és en Nin?” Y militantes de un PSUC cómplice al menos pasivo de su asesinato escribían al lado, como respuesta: “A Salamanca o a Berlín”.

Lamentablemente, se diría que los actuales albaceas de aquel partido —es decir, Iniciativa per Catalunya Verds— o, al menos, sus dirigentes, abrazan con más fervor el legado del sectarismo que cualquier otro. A lo largo de las últimas semanas la coordinadora nacional de ICV, Marta Ribas, ha dado un par de ejemplos brillantes de ello. Por una parte, ha descrito a la CUP como “la muleta de la derecha catalana”. ¡Caray! Quizá, con semejante muleta, a la derecha de marras le convendría más andar coja, ¿no? Por otro lado, y a coro con Lluís Rabell y Joan Coscubiela, la señora Ribas ha proclamado que Iniciativa se siente ajena e incluso excluída de las manifestaciones del próximo Once de septiembre porque no comparte “la hoja de ruta unilateral” hacia la independencia.

Espero impaciente que, en fecha no lejana, los citados u otros portavoces de ICV y de Catalunya Sí que es Pot nos expliquen su fórmula para lograr la celebración —a ser posible, dentro de este milenio— de un referéndum de autodeterminación que no sea unilateral, que cuente con la aquiescencia del Gobierno español. Pero, entretanto, ciertas comparaciones son inevitables, aunque a alguien le resulten odiosas. Marta Ribas reprocha a la CUP haber hecho presidente a Carles Puigdemont. Y uno se acuerda del apoyo inquebrantable de Antoni Gutiérrez Díaz, el Guti, al retorno y a la figura de Josep Tarradellas, que era bastante más de derechas que Puigdemont y, además, carecía del mandato democrático de éste. “Muleta de la derecha”, arremete la coordinadora; y mi memoria me traslada veintitantos años atrás, cuando Vidal-Quadras creía descalificar a Rafael Ribó tachándole de “pujolista de izquierdas”...

Para desgracia de los dirigentes de Iniciativa a los que aludo, su sectarismo y su estrechez de miras han quedado más puestos en evidencia por el contraste con el posicionamiento de Ada Colau. La alcaldesa de Barcelona, poseedora de un olfato y de una cintura políticas de los que carecen sus aliados de ICV, y libre de las orejeras doctrinarias de estos, ha actuado en la misma línea que la llevó, antes de los comicios que le darían la vara, a informar de que había votado sí-sí en la consulta del 9-N de 2014. Colau se ha apresurado a decir que ve más motivos para asistir a las concentraciones reivindicativas de la próxima Diada que para no hacerlo; y ha añadido que, frente a la ofensiva judicial y a las amenazas penales instigadas por el Gobierno de Rajoy, “toca estar al lado de las instituciones catalanas” y defender “la soberanía de Cataluña”.

La alcaldesa ha acertado, claro. No, no lo digo yo, que tal vez no sería objetivo. Lo certifica nada menos que Xavier García Albiol cuando reacciona describiéndola como “una farsante sin principios”. Nada semejante ha dicho el belicoso líder del PPC contra Lluís Rabell, contra Joan Coscubiela o contra Marta Ribas, quizá porque el unionismo light que estos representan debe de parecerle un aliado objetivo. Y a lo peor lo es.

La acción política tendría que estar guiada por el sentido de la realidad, y no hay nada más real que el veredicto de las urnas. Pues bien, entre los años 2000 y 2015, bajo los liderazgos sucesivos de Joan Saura y del tándem Joan Herrera-Dolors Camats, los registros electorales de Iniciativa se movieron en una horquilla entre el 4,9% y el 10,4% de los votos. Todavía el año pasado, la fórmula encabezada por Lluís Rabell no llegó al 9%. Las candidaturas de Colau y Domènech, en cambio, han bordeado el 25%. Y ambos se manifestarán el 11-S.

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Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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