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OJO DE PEZ

El éxito del ‘trempó’ sin trampas

No es una receta ni una ecuación, es la dieta de verano insular, se prepara fácil y rápidamente. Es un bodegón primario: tomate, pimiento rubio y cebolla blanca

Es, seguramente, uno de los platos más sencillos, discretos y recurrentes de la gastronomía cotidiana de los nativos y residentes de las islas.
Es, seguramente, uno de los platos más sencillos, discretos y recurrentes de la gastronomía cotidiana de los nativos y residentes de las islas.T. R.

El trempó no es una receta ni una ecuación, se prepara fácil y rápidamente, es un bodegón primario: tomate, pimiento (rubio, tradicional de Mallorca, fino y oloroso) y cebolla blanca; todo cortado, ni demasiado grande ni en exceso pequeño. Crea adicción y es barato.

En la cocina (y en la mesa) la excelencia suele aparecer entre la normalidad y la moderación y tiene un discurso articulado sobre las costumbres, que son rutinas. Las buenas comidas/elaboraciones que son tradición —personal y colectiva—, suelen tener poca retórica y menos teórica.

Los platos más queridos por deseados y honestos suelen estar elaborados de manera fácil, contienen cosas concretas, productos identificables y solo los elementos necesarios. Cruda, fría o muy cocinada la materia no requiere sorpresas ocultas ni ficciones.

He aquí, como una bandera de lo común el trempó, un plato que es una tendencia histórica del verano insular, un bocado que no aburre pese a la reiteración. Es parte de la dieta automática de población. La abundancia de tomates cultivados es causa y consecuencia de esta pasión. La denominación del trempó es propia de su territorio en el catalán insular con una inconveniente traducción al mismo idioma continental, por su significado distinto y connotación sexual en la península.

Es, seguramente, uno de los platos más sencillos, discretos y recurrentes en el memorial de la gastronomía cotidiana de los nativos y residentes de las islas. Aporta salud, sabor, alegría en el paladar y la duda sobre qué tomate está mejor o rinde más bien textura, poca acidez y jugo ahora que el catálogo del mercado gourmet está trufado de variedades foráneas y extravagantes.

Al trempó, la mirada foránea, uniformista y traductora hacia la generalidad lo asimila a una ensalada. Pero esta denominación genérica es demasiado lateral, decorativa e injusta, vista la pulsión selvática, amazónica, con que se levantan los platos de vegetales, paisajes crudos de flora colorista, con sorpresas y tropezones incógnitos.

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Es una tríada de elementos tremprats (aliñados) mucho tomate (pelado y jugoso), un poco de cebolla y un rastro de pimiento, todo desmenuzado, con bastante aceite insular y un poco sal. No hay nada más en la versión popular, canónica, austera y pobre, empero esplendorosa y gustosa, que se preparan los nativos y adheridos, como una rutina en cualquier parte.

Obviamente cada cual, cada casa, pueblo o comercio de restauración, puede bautizar y dar apellidos, hacer combinaciones como se usa con los cócteles y gin-tónics, con añadidos a la selección de hortalizas que tienen actualidad de novedad en el campo en el tiempo de calor y los días largos.

Escabúllanse como de la lluvia de piedras de comer o elaborar trempó en invierno. Cada fruta en su época aunque hay versiones insípidas, acartonadas de tomates sin pulpa y el sabor del corcho.

[Hay versiones en costumbres, trempons hechos de tomate de ramillete tostada (fruta menuda y perdurable hasta el año después de la cosecha), más cebollino, sufrido y algo de arenques esflorades.]

El trempó habitual es el fruto de la eficacia: si, tomate cercano, del mercado, un resumen del huerto y de la estación, superados los vértigos del consumo y la sofisticación.

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