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Virtuosismo con mucho corazón

Triunfo arrollados de la pianista Varvara y el violonchelista Pau Codina en el festival de Cervià de Ter

La pianista rusa Varvara y el chelo Pau Codina en el concierto
La pianista rusa Varvara y el chelo Pau Codina en el concierto Jesús Potrony

Cuando dos músicos de talento tocan juntos por primera vez, la partitura marca la ruta de un viaje común no exento de peligros, pues, más allá del lucimiento personal, el éxito depende de la complicidad. Cuando no hay química, todo se tambalea, pero si respira juntos el ritmo interior de cada obra, el éxito está garantizado. Lo alcanzaron, con plenitud, la pianista rusa Varvara y el violonchelista catalán Pau Codina en una apasionante velada que llenó hasta los topes la pequeña iglesia románica de Cervià de Ter (Girona), un espacio único con más de mil años de historia y excelente acústica.

El concierto empezó con retraso tras un preludio algo caótico en cuestiones logísticas; desbordados por una afluencia de público que superaba el aforo previsto (210 localidades), los organizadores tuvieron que colocar en el último momento más sillas para no dejar fuera a una veintena de personas que acudieron al pequeño municipio ampurdanés —tiene censados 930 habitantes— con ganas de disfrutar la tercera y última velada del 6º Festival de Música del Monasterio de Cervià de Ter.

Hay algo mágico en la atmósfera de paz que se respira en la hermosa iglesia del monasterio de Santa Maria. Hubo paz, y silencio, solo puntualmente quebrado por el ruido de abanicos; el silencio del público, y la actitud de respeto profundo al hecho musical, añaden valor a la experiencia melómana que ofrece el festival, organizado desde 2011 por la promotora Ibercamera y la asociación Amics de Cervià Antic. Dos grandes sonatas para violonchelo y piano de Dimitri Shostakóvich y Franz Schubert centraron el encuentro camerístico en un programa que también proporcionó oportunidades de lucimiento individual: los dos artistas abrieron y cerraron por separado la velada tocando extraordinarias obras de Johann Sebastian Bach: Pau Codina tocó Suite para violonchelo núm. 2 con intensidad, más volcado en la vehemencia expresiva que en el ligero carácter danzante de las piezas.

Varvara y Codina conquistaron al público con un Shostakóvich que fue puro virtuosismo y corazón en la interpretación de la Sonata para violonchelo y piano en re menor op. 40. Sorprende en Varvara el rigor, la fidelidad absoluta a la partitura —no deja fuera una sola nota— y su generosidad, siempre atenta al espíritu camerístico. Tiene entre sus virtudes la capacidad de transmitir el carácter adecuado y la personalidad de cada pieza en pocos segundos. Sonó Shostakóvich a Shostakóvich, y en la segunda parte, tras un respiro en el claustro, Schubert sonó a Schubert en una bella lectura de la célebre Sonata Arpeggione en la que Codina lució un fraseo comunicativo que llegó directo al público.

El talento de Varvara, tras el encantador Schubert, brilló en la Fantasía cromática y fuga en re menor, BWV 903, la joya bachiana que cerraba el programa; frente al pianismo de exhibición aupado por las estrellas más mediáticas, el arte y la honestidad como intérprete de Varvara supone un bálsamo para el espíritu: toca lo que está escrito en la partitura con rigor y cuidado en el estilo, y en esa fidelidad reside su gran carisma. La velada acabó en un clima triunfal con el bellísimo Largo de la Sonata para violonchelo y piano de Chopin como antológica propina.

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