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El Ballet de Moscú emociona al público barcelonés con ‘Giselle’

La formación presenta en Barcelona por primera vez su visión del clásico

Las bailarinas en plena actuación.
Las bailarinas en plena actuación.

El Teatro Tívoli de Barcelona, —gracias por calmar cada verano el hambre de danza clásica que tienen los balletómanos de esta ciudad—, ha vuelto a programar al Ballet de Moscú, una formación que visita nuestra ciudad una o dos veces al año para bailar las principales obras del repertorio clásico, con mayor o menor fortuna.

No se trata de una compañía virtuosa de primera línea, pero sí de una formación con un elenco disciplinado y entregado. En esta ocasión, después de El lago de los cisnes, ha bailado Giselle, obra que presenta por primera vez en nuestra ciudad. Este emblemático ballet romántico es hermoso desde todos los puntos de vista. Su fascinante historia de amor entre la campesina Giselle, y el príncipe, Albrecht y la depurada técnica que requiere su interpretación, le convierten en una delicada y exquisita obra de arte. El Ballet de Moscú realizó una correcta ejecución, discreta en el primer acto, pero brillante en el segundo. La compañía bordó el lírico y sobrenatural mundo de las willis.

El ballet Giselle o Las Willis, con música de Adolphe Adam y coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli, se estrenó el lunes 28 de junio de 1841 en el Teatro de la Academia Real de la Música, antigua Ópera de París, desaparecida por un incendió y sustituida por el actual Palacio Garnier en 1875.

Morir de amor

La versión que presenta el Ballet de Moscú de esa obra está firmada por el director de esta formación desde 1989, Timour Fayziev (Taskent, 1953), quien ha sido respetuoso con la original, pero que se ceñido a las dimensiones del Teatro Tívoli, siempre pequeño para estas producciones, y al nivel de los componentes de esta formación. No obstante, Fayziev sale airoso de la puesta en escena, y muy especialmente gracias a la bailarina protagonista, Cristina Terentiev, discreta en el primer acto pero sublime en el segundo. Sus variaciones fueron ejecutadas con una precisión asombrosa y su fuerte personalidad escénica, que exhibe frente al amor que la enloquece, derritió al espectador.

Giselle convenció al público que se puede morir de amor. Anatoly Ustinov, como príncipe Albrecht, fue un convincente enamorado. La entregada interpretación de ambos arrancó los aplausos del público. El elenco femenino del Ballet de Moscú dominó en todo momento al masculino. Ellas poseen la veteranía que se alcanza con la edad. Ellos son todavía muy jóvenes, pero están en el buen camino.

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