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Orquesta con doble tirabuzón

La obra 'Klaxon', dentro de la programación de Los Veranos de La Villa, reinventa el circo

Ensayo del espectáculo de circo 'Klaxon' de la compañía Akoreacro.
Ensayo del espectáculo de circo 'Klaxon' de la compañía Akoreacro.

El payaso más popular de Argentina, Chacovachi, dijo una vez: "Haz un salto mortal y las personas te admirarán, haz malabares con siete pelotas y te aplaudirán, vuela por el aire y te envidiarán, pero hazlos reír a todos, y todos te amarán". En el espectáculo circense Klaxon, del 5 al 11 de este mes en el Escenario Puerta del Ángel, posiblemente el público reaccione de todas esas maneras porque hay virtuosismo acrobático, una pátina de humor irreverente y música, mucha música.

Heredera del burlesuque decimonónico, la obra cuenta una situación recurrente: los ensayos de una orquesta que no da pie con bola. Es el punto de partida que sirve como excusa para que seis artistas realicen números espectaculares bajo la lona al son de cinco instrumentistas con mucha más pericia de la que muestran sus paródicos personajes.

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Quien vaya a ver Klaxon, de la compañía francesa Akoreacro, no encontrará un circo al uso, sino una redefinición del concepto basada en la perfecta comunión de músicos y acróbatas. "Ellos son quienes han creado la obra, cada uno desde su campo", cuenta el responsable de todo esto, Jean-François Pyka, que prefiere que se le llame productor antes que director del espectáculo. "Yo solo marco los tiempos y los silencios, poco más. Son los propios artistas los que han ido confeccionando la historia y todo lo que en ella sucede, a partir de su tormenta de ideas".

Un caos en apariencia, porque los números están muy medidos. Las acrobacias aéreas, con unos cuantos saltos mortales, no admiten margen de error; tampoco las virguerías que realiza uno de los artistas con un aro de metal gigante. Todo ello, siempre, al compás milimétrico que marcan una batería, un violonchelo, una trompa, un acordeón, un micrófono o todo a la vez.

"Lo que hace a Klaxon diferente es la simbiosis total entre músicos y acróbatas: los unos dependen de los otros tanto como los otros de los unos", cuenta Pyka durante los ensayos previos, "hasta el punto de que todos crean un lenguaje único".

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La obra recala en Madrid después de cosechar críticas entusiastas en países de todo el mundo. La compañía, que recibió el Premio al Mejor Espectáculo en el Festival TAC de Valladolid en 2011 por Pffff, es de origen francés, pero cuenta con un español entre sus filas. El alicantino Antonio Segura, menudo y fibroso a sus 24 años y con un bigotito fino de farandulero del siglo XIX, es el que da volteretas por los aires lanzado por su compañero de número, mucho más corpulento. Estudió en la ESAC (Escuela Superior de Artes de Circo) de Bélgica, la única que ofrece una formación oficial en esta área.

Hace unos meses respondió a un llamamiento de la compañía, que buscaba nuevos miembros para su gira europea y se rindió a su agilidad y a una capacidad para volverse liviano que no parecía de este mundo. "Lo que diferencia a Klaxon de otros espectáculos en los que he trabajado es que es una creación colectiva de los propios artistas que intervenimos en ella", cuenta Segura, y desvela el proceso de creación de sus intervenciones: "Mi compañero y yo hicimos una coreografía en paralelo a los músicos, que componían canción partiendo de una mínimas premisas. Luego nos juntamos para ponerlo todo en común e ir ajustándolo".

Hay otra cualidad en esta obra: la cuarta pared desaparece con suma facilidad. "Prima la interacción con el público, esa es una de las cosas que nos relacionan con el burlesque", cuenta su productor, "hay veces que cuesta saber qué es el escenario y qué son las gradas". Ténganlo en cuenta los lectores tímidos, si piensan sentarse en las primeras filas.

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