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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hombres buenos

A las enseñanzas derivadas del caso Gürtel se han sumado otras actitudes encomiables de personas capaces de abstraerse de la maldad ambiental

Francesc Valls

El buen salvaje existe. En la era de la globalización, el mito rusoniano halla relevantes paradigmas en la vida cotidiana. Estas últimas semanas la opinión pública se ha visto sorprendida por actitudes que harían palidecer la inocencia primitiva del Emilio.

La Fiscalía de Madrid ha decidido recurrir el procesamiento del Partido Popular por el borrado de los datos de dos ordenadores usados por el extesorero Luis Bárcenas por entender que no ha quedado probado la comisión del delito de daños informáticos ni el de encubrimiento que, además, a juicio del Ministerio Público, no es aplicable a una persona jurídica. Ese ejercicio de indulgencia se extiende a la tesorera y gerente del partido, al asesor jurídico y al director del sistema informático del partido. ¿Por qué? Quizás alguna luz sobre este asunto la pudo arrojar Celia Villalobos, diputada popular y exvicepresidenta del Congreso, quien al ofrecer una explicación sobre la decisión de procesamiento tomada por la titular del juzgado de Instrucción número 32 de Madrid, Rosa María Freire. “Debe ser muy habilidosa [la jueza] para conseguir averiguar que se han borrado 37 veces los discos duros”, afirmó Villalobos. “Yo no soy técnica en informática. A lo mejor esa juez sí, o su marido o su hijo o su primo hermano, que es de Izquierda Unida”.

Con estos datos, todo se comprende. Y más con el agravante de tener un familiar de IU. Los jueces deberían ser más cuidadosos a la hora de elegir familia. Menos mal que una fiscal valiente y una política sin pelos en la lengua han puesto las cosas en su sitio y han demostrado, en línea con Rousseau, que el sentido primitivo de bondad, sin carga histórica —por supuesto—, puede pervivir en un medio social corrompido.

A las enseñanzas derivadas del caso Gürtel, cuyo único condenado de momento es el apartado juez Baltasar Garzón, se han sumado otras actitudes encomiables de personas capaces de abstraerse de la maldad ambiental. Y en ese terreno destaca un empresario. Se trata de Gustavo Buesa, a quien un fiscal sin duda alejado de Rousseau ha acusado de haber hecho donaciones por medio millón de euros a la desaparecida Convergència para que un ayuntamiento de CiU —Lloret de Mar— le adjudicara contratos por 80 y 29 millones de euros, respectivamente. Buesa ingresó el doble en contratos con las administraciones públicas después de su acto de generosidad. “Doné dinero a fundaciones de Convergència por involucración ideológica, emocional”, declaró hace unos días a este diario el empresario.

La fiscalía en cambio atribuye al donativo y a la ayuda del mayor de los hijos del expresidente Jordi Pujol la capacidad del empresario filántropo para medrar en el mundo de los negocios convergentes. Pero él insiste en los principios y como nacionalista de manual sugiere que se aplique la misma vara de medir a todo el mundo. De hacerse así, “todos los presidentes del Ibex deberían ser investigados, ¿o no miramos el palco del Real Madrid?”, se pregunta. En resumen, los conflictos de este tipo parece que serían muy menores de contar con un Estado propio.

Ante este panorama, al ciudadano crítico, al eterno descontento, le queda el recurso a la memoria, esa de la que el buen salvaje carece. Y entre esa multitud de datos acumulados hasta hoy día resuenan los nombres de Francisco Correa, Alberto López Viejo, Luis Bárcenas… hasta 187 imputados, de ellos 74 políticos, del Partido Popular. Con tanto investigado, ¿cómo una jueza puede acusar a altos cargos del PP de hacer borrado los discos duros de los ordenadores de Bárcenas?

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Lo mismo es aplicable al caso al sumario de la Operación Trueno en Lloret de Mar. Con el precedente de supuesta financiación ilegal de la vieja Convergència en el caso Palau —por el que tiene embargadas 15 sedes—; con empresas —alguna del palco del Bernabéu— presuntamente relacionadas con esa desviación de fondos al partido ¿quién puede pensar que el empresario Gustavo Buesa no daba dinero por ideología?

Hay actuaciones que parecen fruto de un contubernio urdido por émulos de Robespierre, deseosos de enviar inocentes a la guillotina. Y todo gracias a los primos de Izquierda Unida y a los enemigos del Estado propio.

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