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De profesión, piloto de dron

Mes a mes crece el numero de titulados para manejar drones en España y las escuelas que conceden las licencias a partir de una normativa compleja

Cristian Segura
Una clase de pilotos de drones.
Una clase de pilotos de drones.Massimiliano Minocri

En España hay 68 escuelas que forman a pilotos de dron. “La gente ha de entender que este dispositivo no es un juguete”, explica una portavoz de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), la institución que supervisa el uso del espacio aéreo de España. Hasta ahora, la AESA tenía que controlar aparatos de accesibilidad limitada, como aviones o helicópteros; pero los drones lo han cambiado todo porque son de acceso masivo. En dos años se han registrado 2.541 pilotos de dron y el número de centros que ofrecen la formación requerida por ley va a más, promocionándolo como una opción profesional incluso para salir del paro.

El uso profesional de un dron requiere el título de piloto. Cada modelo de esta aeronave necesita un certificado y un examen práctico particular para poder ser manipulado. Todos los drones comparten la misma formación teórica. La instrucción y certificación de los pilotos la pueden aportar los fabricantes del aparato y los centros de formación reconocidos por la AESA (ATO).

Escuelas especializadas

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En Cataluña hay una veintena de escuelas ATO. El Aeroclub Sabadell es una de las más antiguas, registrada desde 2014, cuando se aprobó el actual marco legal para drones. Muchos centros de formación de aviación se han convertido en ATO para licenciar a pilotos de dron. Jaume Armengol, comercial del Aeroclub Sabadell, confirma que, en su caso, muchos de los alumnos son socios del club a los que les convalidan la parte teórica, por ser pilotos de avión, y solo deben examinarse de la parte práctica. “La mayoría son personas que operaban con drones y que necesitan sacarse el título; también hay personas que están en el paro y que lo ven como una salida profesional”, dice Armengol. Según sus cálculos, desde 2014 han licenciado a un centenar de pilotos: “Al principio hubo mucha demanda, ahora se ha estabilizado”.

David García dirige Área Dron, una sección del grupo de autoescuelas Corsa. Hace tres meses que ofrecen la formación de piloto de estas aeronaves no tripuladas, pero al no ser Corsa una ATO, subcontratan a una, Qualifly, que certifica los títulos, el curso y las prácticas. García confirma que ser piloto de dron es una alternativa profesional: “El trabajo está muy bien remunerado. Por un día de rodaje profesional la operadora del dron puede facturar unos 600 euros. Porque todavía hay pocos pilotos titulados. Y quizás es caro, pero un rodaje con un helicóptero es más caro”.

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Los drones deben estar registrados con una identificación y como propiedad de una operadora, sea una empresa o un autónomo. AESA tenía contabilizadas en julio más de 1.500 operadoras. En estos tres meses, Corsa ha licenciado a 15 pilotos. “La mayoría son cámaras del mundo audiovisual, pero también tenemos arquitectos. Los drones agilizan mucho el trabajo a arquitectos o a topógrafos”, apunta García.

La formación teórica, según legisla AESA, puede ser presencial o a distancia. La instrucción online es más económica en todas las escuelas consultadas. Los precios de los cursos oscilan entre los 900 y los 1.300 euros. Alberto Chistau dirige la escuela de pilotos Chistau. Sus clases teóricas son especialmente exhaustivas en lo que concierne a conocimientos del sector aéreo, según destaca él. Durante la entrevista con EL PAÍS, tres alumnos aprenden cómo se establecen los husos horarios a partir del sol. Chistau muestra los apuntes de antiguos alumnos —según él, por ley deben archivarse durante cinco años—, en los que no faltan amplios conocimientos de física, meteorología, del aparato auditivo o visual. En un año y cuatro meses ha licenciado a unos 40 pilotos. Su escuela se ubica en un piso de la calle Floridablanca de Barcelona y los cursos duran de media dos meses.

Competencia desleal

El sector todavía está verde y prueba de ello es que, a diferencia de la formación de pilotos de avión, todavía no existen simuladores de vuelo de calidad para drones, dice Chistau. La normativa actual debería ser sustituida este año por una nueva ley, ya redactada y armonizada con las exigencias de la Unión Europea. La nueva norma regulará más eficientemente el uso para ocio y ordenará mejor el vuelo en ciudad.

García, por su parte, defiende que esta ley puede ser útil para regular el uso aficionado pero subraya que el problema es que la AESA no tiene suficientes recursos para controlar el mercado: “Es como poner puertas al campo. Si navegas en Internet encontrarás muchas filmaciones profesionales con drones. La gran mayoría las realizan personas que no tienen ningún tipo de título”. AESA afirma que la mayoría de empresas que utilizan estos dispositivos en España ya están registradas como operadoras. La Asociación Española de Drones y Afines (AEDRON) emitió en febrero una nota pidiendo a los actores del sector que denuncien las actividades ilegales.

Chistau critica a los centros que ofrecen intensivos de una semana para realizar las 60 horas de clases teóricas que exige la normativa. Asegura que hay multitud de escuelas, como Corsa, que ofrecen el título de piloto de manera ilegal porque solo puede cursarlo una ATO. La AESA indica que no es ilegal que una ATO imparta cursos a través de organizaciones que no estén acreditadas. “Lo que exige la ley es que la ATO incluya en sus manuales a esta organización”, informa AESA. García, de Corsa, admite que “es como si una farmacia pudiera vender sus medicamentos a través de otro tipo de establecimiento. Pero la ley lo permite, la demanda es muy grande”.

Seguridad pública

Entre los alumnos de Chistau se encuentra Jaume Julià, agente de los Mossos de Escuadra. Julià quiere complementar la formación que ofrece la policía catalana en materia de drones porque es una cuestión de seguridad pública que va al alza. Aumenta no solo por el uso que puede darse a estos aparatos en funciones de vigilancia sino también para regular el uso indebido de estos en zonas urbanas, dice Julià.

La norma actual prohíbe el vuelo de drones en zonas urbanas y solo pueden utilizarse con una autorización expresa de la AESA. Entre los alumnos de Chistau hay un topógrafo, un cámara de televisión que quiere ampliar sus capacidades y también está Ignacio Sanz, responsable de una productora audiovisual en Tarragona. Sanz necesita pilotos porque cada vez se piden más imágenes aéreas en vídeos corporativos, pero también porque hay grandes empresas que los contratan para supervisar el estado de sus infraestructuras.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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