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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Celo policial

Es preocupante que policías nacionales se presenten en ‘Público’ para llevarse las jugosas grabaciones de Fernández Díaz-De Alfonso

Francesc Valls

Mientras el Parlament se aprestaba a reducir al estado laical al preboste de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso, los Mossos d’Esquadra andaban enfrascados en identificar periodistas demasiado bien informados. La policía catalana no podía quedar por detrás del Cuerpo Nacional de Policía en lo que a trabajo bien hecho se refiere. Les llevaban ventaja. En pleno Sant Joan, dos agentes de policía se personaron en la sede madrileña del diario digital Público para pedir las cintas que recogen las conversaciones mantenidas en octubre de 2014 entre el destituido De Alfonso y el vigente y en funciones ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz. En las jugosas cintas se habla de rejoneo de políticos, presuntas hijas secretas de ex presidentes y se hace un tratado sobre cómo dosificar información para desacreditar a los líderes independentistas. Todo un manual sobre cómo utilizar el dinero público para practicar guerra sucia privada contra los adversarios políticos.

Lógicamente, a los agentes que se personaron en Público se fueron como habían venido: no les entregaron las grabaciones, pues carecían de orden judicial para requerirlas. Un pequeño detalle, fundamental en un Estado de derecho, por mucho que les duela a los devotos de la ley mordaza. Todo quedó en un calentón ministerial. Era fruto del celo puesto por un titular de Interior muy desacreditado —y que ya debería haber dimitido— por un largo y penoso historial. Fernández Díaz quería saber quién era el “traidor”, quién había registrado las conversaciones entre dos personas solas en un despacho, en el despacho nada menos que del máximo responsable de la seguridad del Estado… Pero se trata de un ministro de Interior peculiar, bajo cuyo mandato se ha puesto en marcha un departamento que presuntamente genera munición semi-apócrifa contra los líderes del secesionismo catalán. Pues bien, en esas estábamos cuando, salvando todos los abismos existentes, los Mossos desempolvaron en Barcelona métodos tendentes a buscar al traidor, prescindiendo del incómodo requisito de las órdenes judiciales.

Enfadados por la presencia de periodistas en la redada contra la mafia china que los agentes estaban desarrollando el pasado martes en Barcelona, la División de Asuntos Internos (DAI) se puso por su cuenta a hacer un registro de reporteros presentes en una fiesta a la que no habían sido invitados. Mientras cumplían su cometido los agentes que participaban en el dispositivo contra la mafia china, los de Asuntos Internos, de forma diligente, sacaban fotografías de los DNI de los periodistas y les llamaban a los móviles, cuyo número habían pedido previamente a los reporteros para comprobar que no habían sido toreados. Sin órdenes judiciales; sin trampa ni cartón. El fin justificaba los medios. El objetivo era encontrar al mosso traidor que había avisado a la prensa.

El Departamento de Interior condenó ese acopio de datos hecho con tanto celo por DAI. Por el momento, sin embargo, no consta que al margen de “condenar” se haya abierto investigación alguna. De hecho, el procedimiento empleado para realizar el registro de periodistas recordaba bastante al “casting” de manifestantes que organizaron los mossos durante el conflicto de Can Vies en la Barcelona. En aquella ocasión, en mayo de 2014, obligaron a vestirse con diversas prendas y fotografiaron a un numeroso grupo de personas que habían previamente “encapsulado” tras la manifestación en el centro de la ciudad. Fue una confusa maniobra de “retención” con escasos visos de legalidad.

Ahora ha sido Asuntos Internos quien ha aplicado el método para hallar a un chivato. Pero claro, el DAI no tiene muy buenas credenciales. Ha sido incapaz después de años de investigación de dar con el escopetero que disparó y provocó la pérdida de un ojo a Ester Quintana. Cuatro años y media docena de versiones después del incidente, acontecido durante la huelga general del 14 de noviembre de 2012, la DAI fue incapaz de señalar ante el juez quién había disparado. O sea que el “traidor”, el autor del soplo a los periodistas, puede dormir tranquilo por lo que respecta a la eficacia del DAI.

Conforta saber que no todos en la policía catalana comparten actuaciones como las del pasado martes. Pero los hay —aquí y en Madrid— que parecen fascinados más por los métodos que por la inteligencia de Fouché.

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Es preocupante que policías nacionales se presenten en ‘Público’ para llevarse sin orden judicial las jugosas grabaciones de Fernández Díaz-De Alfonso y que los ‘mossos’ fotografíen DNI de periodistas

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