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El rescatador de abejas

Un apicultor de Alcalá retira colmenas con una novedosa técnica que evita su mortandad

Un apicultor aspira abejas de una colmena sin causar su muerte.Vídeo: FOTO Y SAMUEL SÁNCHEZ

Las abejas están desapareciendo y, con ellas, muchos otros insectos polinizadores, que realizan una tarea fundamental para el desarrollo de los cultivos. El equilibrio natural peligra y, por eso, donde muchos ven un riesgo de picadura, el apicultor José Andrés Alba atisba una oportunidad. Lleva toda la vida eliminando enjambres, pero ahora se dedica a ello de forma profesional. Retira con esmero colmenas que aparecen en los lugares más variopintos. Cualquier enclave es idóneo para ellas si encuentran un agujero de seis milímetros por el que pasar. Mientras la mayoría de los mortales utiliza técnicas que acaban con su población, este apicultor de 49 años lo hace sin daños colaterales. Para ello ha diseñado un novedoso método que consiste en ir aspirando las abejas sin mortandad. Una vez rescatadas, tiene lugar el trasiego. Los insectos son trasladados a otras colmenas donde siguen desarrollando su tan necesaria actividad.

El nuevo reto de José Andrés está en un edificio antiguo de Alcalá de Henares, donde un ejército de abejas se agolpa sobre los cristales. Aunque nadie se había percatado del enjambre hasta ahora, lleva años ahí. Defienden con recelo el hogar que han construido en el tambor de la ventana. El estrecho pasillo también está minado de estos insectos. Hay que retirarlos al resultar un peligro para los humanos. El proceso puede durar entre cuatro y cinco horas, incluso días, depende de la extensión de la colmena. Antes de iniciar la tarea, José Andrés se coloca el traje de buzo, la prenda protectora que usan los apicultores. “Lo hago por precaución, pero si tú no molestas a las abejas, ellas no te atacan”. Coloca con precisión unos andamios para alcanzar la colmena y, antes de subirse a ellos, prende mecha a unos cartones. Los inserta en un ahumador de hojalata. “El humo hace que las abejas activen una alerta de huida y no se preocupen de picar. Además, ayuda a dirigirlas”.

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Cuando José Andrés abre el tambor de la ventana, advierte que la colmena es más grande de lo que parecía. “Podríamos encontrarnos entre 25.000 y 40.000 abejas”, explica. Es una cifra orientativa, ya que resulta complicado conocer con exactitud el número que las habita. “Depende de lo que haya crecido el panal en primavera. Cuántas más flores existan, más se reproducen”. Una colmena puede alcanzar las 100.000 abejas. Viven un promedio de 46 días. La reina, sin embargo, puede durar varios años. “En primavera hay un efecto natural que se llama enjambrazón. Se va la reina vieja con un grupo de obreras. Encuentran una localización y, a partir de ahí, extienden sus panales donde no les moleste nadie”.

El trasiego

Construidas con la cera que segregan las abejas obreras, al retirar las colmenas se aprovecha todo: la cera, la miel… aunque “lo más importante es el aprovechamiento de las abejas”, destaca el apicultor. La retirada consiste en ir aspirando las abejas sin que mueran con un instrumento construido por el propio José Andrés a partir de una aspiradora. El aparato lleva incorporado un cajón de madera en el que se agolpan las abejas durante las horas que dura el proceso de retirada. “Hay que ir cortando el panal trozo a trozo”. Luego se realiza el trasiego, que no es más que volver a colocar las abejas aspiradas en otro panal. “Llevamos las colmenas a un colmenar, pero antes dejamos una cuarentena por si las nuevas abejas han contraído alguna enfermedad”.

Al mismo tiempo que rescata los insectos, José Andrés corta los trozos de la colmena y los coloca en bandejas. Los curiosos que observan el proceso no pueden contenerse y llevan su dedo índice hasta ellas. “Exquisita”, susurra uno. Otro asalta directamente el panal, del que mana un río de miel. El apicultor introduce los pedazos de la colmena en una máquina metálica. Una especie de centrifugadora que separa la miel de la cera para que ambas se puedan aprovechar. “Aunque esta miel no es apta para la venta, sí es muy agradable para comerla y regalarla a las amistades”. José Andrés toma alrededor de 20 kilos de miel y algo más de cinco de cera, una sustancia que se utiliza para fabricar velas, cosméticos y hasta productos farmacéuticos.

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Un mercado de 61 millones de euros

En España hay 25.000 apicultores de los que el 19% son profesionales (explotaciones que reúnen más de 150 colmenas), según datos del Ministerio de Agricultura a 1 de enero de 2013. El nivel de profesionalización de la apicultura española es el más alto de la UE, siendo su principal productor y uno de los 12 más importantes del mundo. Aunque el valor estimado anual de la producción (miel, polen y cera) representa porcentajes muy inferiores a otras producciones (el 0,44% de la ganadera y el 0,17% de la agraria), el gobierno destaca el papel fundamental de las abejas en la polinización de los cultivos. La producción de miel, de 34.000 toneladas al año, tiene un valor superior a los 61 millones de euros según datos de 2011. Ese año, se exportaron 18.500 toneladas, más de la mitad de la producción total.

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