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Una fundación de la UB fulmina un máster tras detectar anomalías

Una alumna denunció que no había clases ni plan de estudios

Jessica Mouzo
Sede del Instituto de Formación Continua IL3-UB en Barcelona
Sede del Instituto de Formación Continua IL3-UB en BarcelonaCarles Ribas

Ni horarios, ni plan de estudios, ni clases. Con ese panorama se encontró la estudiante venezolana Elizabeth Vaamonde cuando llegó a Barcelona para iniciar un máster de negocios (MBA) en la Graduate School of Management in Barcelona (GSM), una escuela privada vinculada a la Fundación IL3 de la Universidad de Barcelona (UB). A raíz de la queja que expuso la joven, la UB ha confirmado a EL PAÍS que “el año que viene no ofertará este máster porque no cumple con los requisitos de excelencia” exigidos por la institución.

Elizabeth eligió este MBA, que cuesta unos 6.800 euros, al ver que contaba con el apoyo y la certificación de la UB. De hecho, en la página web de GSM y de la propia UB se especifica que el centro responsable e impulsor del máster es el IL3-UB, un instituto de formación continua de la universidad barcelonesa. Según un portavoz de la UB, el máster era externo —ni la gestión ni los docentes eran de la UB— y el IL3 sólo expedía la certificación.

Antes de trasladarse a Barcelona, la alumna realizó un depósito de 3.000 euros para reservar la plaza. Una semana antes de la fecha indicada para comenzar las clases, intentó ponerse en contacto con la GSM para confirmar el día, lugar y horario de inicio de curso, pero no recibió respuesta. El 10 de septiembre, cuando debían comenzar las clases, se presentó en las oficinas de la GSM y se las encontró cerradas.

La única explicación que le dieron varios días después de la fecha estipulada para empezar el curso es que “se retrasaba el inicio de las clases porque algunos estudiantes habían tenido problemas con los visados”. Además, según relata la joven, la directora de GSM, Tatiana Kompanients, le exigió pagar el alojamiento que ofertaban desde la GSM. “Desde el primer momento, dije que yo no estaba interesada en el alojamiento que me ofrecían porque yo venía a Barcelona con mi novio y queríamos alquilar un piso por nuestra cuenta”, explica la joven. La directora del centro, con la que este diario ha intentado contactar sin éxito, es administradora también de dos empresas inmobiliarias y de un operador turístico para universitarios.

Unos 20 días después, comenzaron las clases. Pero de cinco días que era el horario lectivo, “sólo se daban dos”. “Ni siquiera era una escuela. Era un cuarto con sillas en un piso. Y me pareció raro que todos los alumnos fueran de Kazajistán. Me sentía estafada”, explica Elizabeth.

La joven denunció su situación al IL3 y a la UB, quienes le recomendaron cambiarse de máster. Después de un largo periplo, consiguió además que le devolviesen parte del depósito (2.200 euros). El GSM le retuvo 722 por gestiones como cargos bancarios, preparación de documentación o envíos de emails. Elizabeth elevó la queja al Síndic de la UB.

“Estoy segura que lo que yo viví con este máster es consecuencia de una situación irregular Se ofrece un programa que no cumple con los estándares de la UB y ha pasado desapercibido por las características específicas de la mayoría de los alumnos”, denuncia la joven. Fuentes consultadas por EL PAÍS aseguran que la GSM no estaba sometida a ningún tipo de control periódico en el ámbito académico o de calidad por parte del IL3.

Con todo, aunque la UB no ha explicado qué tipo de anomalías se han detectado para decidir suspender el máster, un portavoz ha indicado que “a raíz de la queja, la única que ha recibido la UB por este máster, se toma la decisión de anularlo”.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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