_
_
_
_
_

Yogures con vida de perro

Una marca de lácteos ecológicos se alía con una protectora de animales y lanza una campaña de adopción de canes abandonados a través de los envases

Una mujer come un yogur de los de la campaña de adopción de perros.
Una mujer come un yogur de los de la campaña de adopción de perros.ÓSCAR CORRAL

En pocos días, una prenda de abrigo viajará desde Zwolle (Overijssel, Holanda) a la perrera de Ordes (A Coruña). La destinataria del paquete es Pipa, una veterana de cinco años y cinco kilos cuya barbuda estampa decora desde hace días los yogures enteros de fresa de la marca ecológica Casa Grande de Xanceda.

Queda demostrado una vez más que la mala suerte, aunque lo parezca, no es eterna, y que atribuirla a rachas pasajeras no es una forma inútil de consuelo. Los yogures de esta empresa gallega no llegan a los Países Bajos, pero las redes sociales alcanzan el infinito, y un día la foto de esta perra rubia de ojos tristes se abrió como un relámpago en el ordenador de Iday, que vive en Zwolle con sus niños de tres meses, cuatro y siete años. Iday quería adoptar un can, pero en su país no se abandonan 293 al día, como sucede en España según el último balance de la Fundación Affinity (106.781 perros en 2014, además de 33.418 gatos, de los que un 12% son sacrificados).

Como la distancia es mucha y el cambio va a ser drástico, a la holandesa se le ocurrió lo de enviar antes una prenda: una manta o un jersey que lleve tiempo en su casa y que haya pasado por las manos de todos. En la espera —hasta el día en que viaje, a finales de julio, en un transporte especial— Pipa dormirá enroscada en ese retazo del mundo que le aguarda. Y el olor de esa casa que es su segunda oportunidad quedará grabado en su pituitaria como un viejo conocido.

Aunque sea lejos, Pipa es la primera en encontrar casa entre los ocho canes adultos elegidos por la Asociación de Amigos da Canceira (“perrera”, en gallego) de Ordes para protagonizar la primera campaña de adopción que se emprende a través de los envases de yogur. También la primera en garantizar su supervivencia, ahora que la pequeñísima protectora está desbordada. Hace pocos días, cuenta un miembro del colectivo que atiende las instalaciones municipales que dan servicio a toda una comarca a medio camino entre Santiago y A Coruña, el Ayuntamiento pidió a la asociación que coloque ya mismo “al menos 10 perros”. Un portavoz del consistorio dice que se prepara “una campaña urgente de concienciación en busca de adoptantes o, por lo menos, de casas temporales de acogida” para evitar dar un paso nunca visto en este refugio: los sacrificios. La primera en morir sería Mela, que no aparece en los yogures porque sufre una sarna incurable que hay que tratar todos los meses.

Los lácteos de esta marca fundada en Mesía (A Coruña) en torno a una casona del siglo XVIII llegan a buena parte de España a través de grandes superficies y de pequeñas tiendas ecológicas. Además de Pipa, en la campaña “Un can, un amigo” (que tiene otra de sus facetas en las charlas que da la protectora por los colegios) aparecen retratados Bruno, Morfeo, Jimmy, la cazadora Lissy, Orión, Trufa y Sil, hallado la noche de Fin de Año. Estaba atrapado en una cuneta, y al principio no se dejaba tocar, probablemente por el recuerdo de una mano que le pegaba. Ahora viaja por el país en el yogur natural desnatado.

Bruno, protagonista de los enteros de vainilla, es el candidato a la adopción que se está haciendo más famoso porque su sabor es el que tiene mayor demanda. Apareció también abandonado en una carretera, y cuando llegó a la perrera de Ordes parecía que el miedo a la especie humana acumulado en sus dos años de vida era insuperable. “Le ladraba absolutamente a todo, era desconfiado. Pero al final se reveló como una auténtica joya, obediente, inteligente”, describe Jessica Rey, que trabaja en Casa Grande como responsable de marketing y visitas y a la vez es, como otros vecinos de la zona, socia de Amigos da Canceira.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Ella tuvo la idea de usar los yogures para propagar la realidad de los residentes en la perrera. Le sonaban las campañas en busca de desaparecidos, vía tetrabrick, en Estados Unidos, y rastreó por internet algo semejante sobre adopciones caninas. Se topó con el ejemplo de Kombucha Dog, una bebida de té dulce fermentado con cultivos de bacterias y levadura que se embotella en Los Ángeles. El refresco se puso de moda, no se sabe si por la carga antioxidante que promete o por la galería de fotos de perro que luce en sus etiquetas blancas. Ha hallado familia para más de 100.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_