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Una gincana infantil en Montjuïc

Open Camp inaugura sus instalaciones deportivas en el anillo olímpico de Barcelona con las escuelas y las colonias de verano como principales clientes

Cristian Segura
Una de las actividades de Open Camp.
Una de las actividades de Open Camp.Joan Sánchez

El anillo olímpico de Barcelona será durante los próximos cinco años una especie de gran gincana infantil. Open Camp, el parque temático de Barcelona dedicado al deporte, se ha inaugurado este viernes con la presencia de autoridades políticas y de las primeras escuelas que han de llenar y amortizar esta aventura empresarial. Convertir el estadio Lluís Companys, el campo de béisbol Pérez de Rozas, el estadio Pau Negre de hockey y el museo olímpico en una megazona de ocio costará 35 millones de euros en alquiler y mejora de las infraestructuras públicas, más el sueldo de 505 empleos directos e indirectos hasta enero, cuando finaliza la primera temporada de Open Camp. Las instalaciones harán las delicias de los más pequeños. Para los adultos, los 28 euros de la entrada servirán sobre todo para correr los 100 metros lisos y darle al balón en el césped del estadio olímpico.

Montjuïc tenía que ser el Central Park de Barcelona, dijo en su día el alcalde Joan Clos. Montjuïc es un espacio tan bonito y diverso como infrautilizado –si no tienes una autoescuela–. El concejal Jaume Collboni ha dicho a los medios que quiere “que los barceloneses hagan suya esta actividad”. Albert Sas, jefe de prensa de Open Camp, admitía que en su primer año dependerán de las visitas escolares y de las colonias de verano. La operadora informó que este primer año esperan facturar 23 millones de euros y recibir 1,4 millones de visitantes, una cifra ambiciosa teniendo en cuenta que en Cataluña hay unos 700.000 alumnos de primaria y secundaria.

Las autoridades se han dejado la piel con tiros de falta de fútbol sobre el césped del estadio, chutando contra un portero vestido del Espanyol y contra una barrera con los colores pericos. Collboni me ha oído refunfuñar que en este país todo cargo público es del Barça. El concejal socialista me ha replicado que Jaume Asens –presente en la comitiva– es del Espanyol. Collboni se ha acercado a preguntárselo su colega de gobierno municipal y este, con cara de sorpresa, ha respondido que él es del Barça.

La última vez que los barceloneses subieron a Montjuïc para disparar con escopetas, con arcos o saltar sobre camas elásticas fue en 1998, cuando todavía existía el parque de atracciones de Montjuïc. Aquel era un espacio ciudadano, que olía a humanidad y del que, quien más y quien menos, todos tenemos algún recuerdo. Open Camp acaba de nacer y todavía no cuenta con un relato popular, aunque tanto hormigón y la distribución de las instalaciones hará que, inevitablemente, el ambiente sea más frío. La entrada principal está presidida por unos maniquíes vestidos con uniformes deportivos y por una pantalla gigante, cortesía del socio tecnológico Samsung. Dos empleados de Open Camp corren por este acceso disfrazados de luchadores de sumo. Hay una exposición que explica a los visitantes la historia de la Olimpiada Popular de 1936. La muestra cuenta también con dos maniquíes ataviados con la ropa deportiva de entonces y con una bandera de la república. La guía de la exposición ha informado a la consejera Neus Munté y a los concejales sobre algunos detalles de aquel acontecimiento, como que en 1936 no había ni Internet ni WhatsApp –era un mensaje memorizado para los niños–.

Todo parque de atracciones tiene un punto kitsch; en Open Camp lo son los maniquíes y la zona de banderas. Hay 25 banderas para ondear o para fotografiarse con ellas; se incluyen la catalana –no la estelada– y la ikurriña. Pido al técnico de las pruebas de boxeo si puedo saltar al ring con los colores de Galicia o con los de mi barrio, Sarrià. Me confirma que puedo tener este honor pero si traigo la bandera de casa, cargada en el chip de la pulsera de entrada. Todavía confundido por la complejidad de esta información, me refugio en el campo de hockey, donde un viejo conocido, César Javier Esteban, ha sido contratado para supervisar sus pruebas. César es una vieja estrella del hockey catalán. Es como si en la zona de fútbol tuvieran a Iván de la Peña impartiendo clases. De momento César ha formado de la nada a dos porteros que paran bolas que da gusto. Si todos los técnicos son del nivel de César, Open Camp convertirá a la futura Cataluña 'postprocés' en líder del medallero olímpico. De momento, deberemos contentarnos con que cuadren los números.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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