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“Es completamente posible graduarse en la universidad y no tener ni idea de nada”

El legendario productor Brian Eno realiza la conferencia de arranque del festival con un alegato al sentido de comunidad y al pop

Daniel Verdú
Conferencia de Brian Eno este jueves.
Conferencia de Brian Eno este jueves.Albert Garcia

Brian Eno podría explicarse como la intersección de una gran parte de los fenómenos culturales de finales de siglo pasado y comienzos de este. La mayoría de veces, además, estaba ahí sentado antes de que estallasen. Desde la fundación de la experimentación con sintetizadores en el pop como cerebro de Roxy Music, a la creación de la gran figura del productor con Talking Heads, David Bowie o U2, a la innovación musical y artística con la fundación del sonido ambient o sus esculturas sonoras. En parte por eso, y en su faceta de comunicador estrella, ha sido hoy el encargado de pronunciar la conferencia inaugural de la 23ª edición de Sónar. Todo un alegato del trabajo en comunidad y la cultura popular. Del arte como motor de la evolución humana, en definitiva, y como forma de aprendizaje del mundo.

Una hora antes de la conferencia decenas de personas hacían cola en la puerta del auditorio donde se iba a celebrar. Eno es una leyenda viva de la música que ya no sube a los escenarios más que para hablar del mundo. Alguien que consigue ser cabeza de cartel de un festival musical sin empuñar un instrumento y que hoy prefiere hablar de de política e ideología que del sonido. Así que el discurso comenzó con la crítica al ensalzamiento del individuo y del valor económico de las cosas propiciado por la sociedad actual. “El valor de todo lo que nos rodea está cuantificado en una métrica económica. En la educación sucede algo parecido: En Inglaterra solo se enseña cómo pasar los exámenes, y eso no es educación. El sistema educación consiste en recopilar notas y títulos. Es completamente posible graduarse en la universidad y no tener ni puta idea de nada”, ha lanzado ante la carcajada del público. “Y al final Todo está basado en la idea de que el individuo es la fuerza que mueve el mundo, y no las comunidades”.

La teoría de la comunidad como espacio de rendición del individuo no es nueva. Eno lleva años reivindicándola como antítesis al egoísmo individualista de forma teórica, pero también práctica como parte integrante de un coro de música espiritual. “La paradoja de este mundo individualizado es que somos más distintos que nunca. Todos tenemos partes de nuestra vida que los otros no entenderán: culturales, idiomáticas, de conocimientos…. Por eso necesitamos algo que nos mantenga unidos”, ha proclamado. Según él, ese pegamento se compone de dos elementos: la ciencia y el arte. El último es del que había venido a hablar en una conferencia que cava algunas pistas en su título Why we play, con más capas semánticas en inglés (por qué jugamos, por qué interpretamos…).

Productor de grandes iconos del pop actual como Coldplay o U2, Eno prosiguió con su alegato de este género definido, dijo, por una amigo suyo como la religión de finales del siglo XX. “Lo particular de esta música es que está hecha por gente completamente diferente y al mismo nivel. Y eso es distinto de la música clásica, donde la información fluye de arriba a abajo y el director tiene el control. Eso cambia con el pop, donde se trabaja de forma comunal, anárquica. Además, vino de gente marginal: judíos, irlandeses, negros… No viene de arriba, sino de abajo”, señaló en referencia a los valores casi democráticos de la música. Dicho así, sonó muy bien. Si no fuera, claro, porque es famosa su tozudez e imposición de criterio cuando trabaja con ese tipo de artistas.

Durante la charla citó a Chomsky, a Darwin, a Dickens, a Thatcher y a la Velvet. Estos últimos, aseguró, son el grupo que más le ha influenciado en la historia. “Y fijaos, probablemente ninguno pasaría una audición pos sus cualidades individuales como músico. Y eso es porque el pop no va solo de tus capacidades, sino también de tus limitaciones. De este modo, con un público entregado, volvió al título de la charla mucho después y resumió su concepción del arte de esta manera: “Es lo mismo que representa el juego para los niños. Se aprende y se muestra una visión del mundo a través de ello y se da una oportunidad a los demás de tenerla. Seguid enarbolando esa bandera”, pidió a los presentes en la sala.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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