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ARTE

Waldo Balart contra el caos

El artista, excuñado de Fidel Castro y creador del orden axiomático, expone en dos galerías de la capital

Sergio C. Fanjul
El artista Waldo Balart en su estudio madrileño.
El artista Waldo Balart en su estudio madrileño.Samuel Sánchez

“Yo sé que vivimos en el caos, pero no me puedo perder en ese caos”. Lo dice el artista Waldo Balart en su taller, en una callecita de Antón Martín, donde, en efecto, el ligero desorden propio de un espacio de creación se convierte en la rígida geometría de sus cuadros, en los colores fundamentales del espectro electromagnético visible, es decir, del arco iris. Todo en orden, pues.

Balart (La Habana, 1931) tiene 85 años y dos exposiciones en marcha: la de la galería Guillermo de Osma, hasta finales de julio, un recorrido por sus obras de los años setenta y ochenta, y la colectiva (junto con Gerold Miller, Bernd Ribbeck y Claudia Wieser, todo muy geométrico) en la galería Casado Santapau, también hasta finales de julio. Es una buena forma de comparar el trabajo pasado del artista con “lo recién salido del horno, donde estoy probando con colores más vibrantes y fluorescentes”, explica.

“En realidad yo creo que siempre he pintado el mismo cuadro, con las variaciones que mi vida ha ido sugiriendo”, dice. No en vano, Balart ideó una especie de matriz numérica, que llama orden axiomático, que le ha servido para generar toda su obra, catalogada dentro del llamado Arte concreto, una tendencia abstracta y minimalista que mezcla la formas geométricas puras y los colores fundamentales, siguiendo la línea de figuras como Max Bill (quien, por cierto, tuvo recientemente exposición en la Fundación Juan March). Todo sale de esa tabla de números que puede dar infinitas combinaciones, es decir, infinitos cuadros. “Este método es una forma de respetar el orden que viene de la naturaleza”, explica el pintor, que tiene últimamente ciertos problemas de movilidad después de sufrir una caída: “Es como si me hubiera olvidado de caminar”, se queja sobre las muletas, “pero los médicos dicen que todo está sano”.

Esta obsesión por el orden y los números tal vez le venga a Balart de sus estudios como contable en La Habana, ciudad que dejó tras la revolución cubana, a principios de los 60, para emigrar a Nueva York. ¿Cómo era entonces la Gran Manzana? “Aaaay, era maravillosa, me lo preguntas y me emociono”, dice mientras sus ojos de palidísimo azul se ponen a soñar. Habla entonces de la efervescencia creativa de la ciudad que recibía creadores e intelectuales de Europa, de Latinoamérica y del resto de Estados Unidos. Se acaba entonces la hegemonía del expresionismo abstracto, de pintores como Pollock, Kline o De Kooning, de críticos como Greenberg y Rosenberg, y comienzan nuevas corrientes como el pop art o el minimalismo. Aunque Balart hizo sus pinitos en el expresionismo abstracto, acabo yendo por el camino del concretismo. “Si no me perdía, me volvía loco”, dice. El orden otra vez. Con el pop art, también tuvo relación, en concreto mediante sus colaboraciones con Andy Warhol.

Obra 'Estructura de la luz. Del violeta al magenta', de Waldo Balart.
Obra 'Estructura de la luz. Del violeta al magenta', de Waldo Balart.

“Entonces podías conocer a la gente en los bares neoyorquinos”, dice Balart que vivía en barrio muy deprimido de Manhattan, el Lower East Side (luego se gentrificó), donde estaba el legendario club Max’s Kansas City, frecuentado por Lou Reed, Patty Smith, David Bowie o el propio Warhol. “Aprendí mucho de Andy, era una persona muy especial, me gustaba la vida que había a su alrededor. Es curioso cómo se rodeaba de jóvenes artistas, muchas veces drogadictos y marginales, y les decía que iban a ser superstars. Luego solo avanzaba él, claro. Pero los utilizaba para trabajar, para hacer películas, para desarrollar ideas”. La famosa Factory warholiana. El propio Balart trabajó en dos películas de Warhol: The life of Juanita Castro (1965) y The loves of Ondine (1968).

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“Dejé Nueva York con más dolor que Cuba”, dice el artista. En 1972, llega a España para trabajar con su hermano. Tiene una exposición en el Museo de Arte Moderno (predecesor del Reina Sofía) y se trata con el movimiento abstracto de la época (Saura, Millares, etc), además de formar parte de grupos de Arte Concreto (entonces se hacían llamar constructivistas). Y así, sin parar, hasta hoy, cuando, accidentes aparte, sigue teniendo la cabeza llena de proyectos. “Los artistas de hoy en día están preocupados probando las nuevas herramientas como el vídeo, la informática y la fotografía. En las vanguardias era diferente: las herramientas eran las de siempre, pero nos preguntábamos para que servía el arte, si tenía sentido la figura del artista. Hoy se ha perdido parte de ese discurso, que sigue siendo importante. Hoy de lo que se habla es de quién vende más y más caro: todo se ha mercantilizado”, se queja.

Y desde esa época, en la zona de Lavapiés y Antón Martín, siempre rodeado de sus cuadros y de sus libros de la Bauhaus, de Malevitch, del constructivismo ruso y (muchos) de la ciencia más límite. “Hoy en día la ciencia, el arte, la filosofía, todo se mezcla”, dice en una sentencia muy propia de la llamada Tercera Cultura. “Al final, mis cuadros, mi trabajo con la luz, con el color, no es más que una discriminación de las longitudes de onda de la luz visible, y de los sentimientos”, dice.

¿España, cómo va? “Hay una confusión enorme. Los únicos que lo tienen claro son Rajoy e Iglesias, los otros quieren arreglarlo con el diálogo, pero el diálogo entre seres humanos suele fracasar”, dice, “Y es una pena, porque en España se vive muy bien”. Él lleva todos esos años en el barrio, que conoció como una zona deprimida, pueblerina, de clases muy populares, y que ha visto cambiar “muy positivamente, en parte por el influjo del Reina Sofía. Además, son zonas (Lavapiés, el Barrio de las Letras) que a pesar de todo, siguen manteniendo su carácter de barrio”.

Se da la circunstancia de que la primera mujer de Fidel Castro, Mirta Díaz-Balart, es hermana del artista. “Fidel es mi ex cuñado, pero nunca tuve relación con él. Era un hombre muy inteligente, pero también muy autoritario, por el que nunca sentí empatía”, dice. ¿Pronóstico para la isla? “Se habla mucho de apertura, de que van a cambiar las cosas, pero al final todo se queda en palabras. No hay desarrollo económico, no hay libertad”. (su hermana Mirta Díaz-Balart fue la primera mujer de Fidel Castro)

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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