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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nerviosos y desanimados

Quienes no llevan una venda en los ojos, saben que eso de la independencia sólo puede funcionar con un acto de fuerza, una insurrección en toda regla, algo que nadie quiere en Cataluña

Francesc de Carreras

Es muy visible el desánimo que cunde en las filas del mundo independentista. Se nota en las declaraciones de los políticos, en el nerviosismo de ciertos articulistas, en el pesimismo de las tertulias catalanas. El inexplicable y poco meditado entusiasmo de los últimos años está experimentando un giro y la sensación es que se busca una salida para que el ridículo no resulte excesivo. La propuesta de Puigdemont en EL PAÍS del domingo va en ese sentido. De la heroica Transición Nacional pasamos al desencanto. Pero lo errores se pagan y han sido muchos. Desde hace años. Vamos a comentar sólo los más recientes, estos que están provocando nervios y desánimo.

El primer error fue no aceptar los resultados de las elecciones autonómicas del pasado 27 de septiembre. Recordemos que dichas elecciones fueron planteadas desde el campo independentistas como plebiscitarias, una contradicción evidente porque la naturaleza de unas elecciones es distinta a la de un plebiscito, la democracia representativa no es la democracia directa. Pero a lo hecho, pecho: debían interpretar el resultado tal como lo plantearon.

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Sin embargo, no fue así. Ni siquiera llegaron al 50% de los votos, cuando esperaban que una gran mayoría del pueblo catalán —más del 60%, se decía— optara por las opciones separatistas. Pero ganaron en escaños y podían elegir presidente siempre que les apoyara la CUP. Leyeron los resultados en sentido contrario a un plebiscito. En lugar de admitir la derrota, presentaron las elecciones como una victoria.

A partir de esa trampa, mediante un ingenioso malabarismo, los separatistas pasaron a defender que la mayoría parlamentaria les deba derecho a iniciar ya el proceso independentista. Tras constituirse el Parlamento y mucho antes de elegir al Presidente de la Generalitat, este proceso fue plasmado en una solemne Declaración, del todo contraria a Derecho. La CUP ya mandaba, a ERC eso le interesaba porque así quedaba situaba en el centro político y Convergència seguía dejándose tomar el pelo.

El segundo error está en esa misma Declaración: fijar un plazo para lo que llaman “desconectar” del Estado, es decir, separarse, declararse independiente. Se dieron 18 meses. Si contamos el plazo desde el momento de elegir Presidente de la Generalitat, ya son 13 y en septiembre serán 10. Este plazo crea una presión enorme, sobre todo cuando se comprueban las insalvables dificultades para conseguir alcanzar la meta.

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Como era de prever, sabiendo que estamos bajo el imperio de la ley, ninguna de las famosas “estructuras de Estado” puede construirse, cualquiera de ellas será declarada jurídicamente nula. Las que se crean, muy pocas, ya ni siquiera son ilegales porque son inocuas, cáscaras vacías para quedar bien, para engañar a la gente, para intentar contentar a la CUP. Irán pasando los meses y el proceso establecido en la Declaración no avanzará, los desacuerdos dentro del Govern irán en aumento, la mayoría parlamentaria se irá resquebrajando, mostrando sus flaquezas iniciales. Nervios y desánimo se harán cada vez más visibles.

El tercer gran error es la campaña por la independencia en el extranjero. Es obvio ya que los gobiernos, especialmente los de la UE, ni reciben a los representantes de la Generalitat. El prepotente señor Romeva, conseller de Exteriores, cometió la osadía de querer presentarse como ministro, algo inaudito en las relaciones diplomáticas entre estados. No le reciben ya ni los cónsules acreditados en Barcelona. Su gestión ha sido desastrosa, contraproducente para su causa.

Pero incluso las entidades privadas —universidades, think thanks, fundaciones diversas— les hacen el vacío o, simplemente, muestran cuán equivocados están. Así sucedió en Londres hace un par de semanas, aquí ni siquiera se ha dado como noticia, la prensa catalana siempre callando lo que puede resultar inconveniente para el poder de la Generalitat. El Diplocat catalán, esa insensatez, ha hecho constantemente el ridículo, no tienen ni idea de ir por el mundo.

En definitiva, quienes no llevan una venda en los ojos, saben que esto de la independencia sólo puede funcionar con un acto de fuerza, con una insurrección en toda regla. Para decirlo claro, usando la violencia, algo que nadie quiere en Cataluña. Vendieron la independencia como algo fácil, rápido, sin problemas. Pasan los meses y se ve claro que esto no es así, que engañaron a los catalanes. Buscan una salida honorable, desde luego no se la merecen. Espero que nadie se la facilite.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.

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