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Del césped a las praderas de flores campestres

El Ayuntamiento de Madrid prueba un diseño de jardines que florecen durante la mayor parte del año y que se asemejan a un entorno campestre

Esther Sánchez

Amapolas, linaras, malvas, orégano, cebollino, milamores y un suma y sigue de hasta 50 especies de plantas anuales y vivaces son las protagonistas de dos praderas experimentales de 2.000 metros cuadrados sembradas en el parque Felipe VI, en Valdebebas (distrito de Hortaleza). El Ayuntamiento de Madrid prueba allí un diseño de jardines que florecen durante la mayor parte del año y que se asemejan a un entorno campestre. El proyecto inicial se desarrolló en la Universidad de Sheffield (Reino Unido) y triunfó en el parque creado para las Olimpiadas de Londres de 2012. A Madrid ha llegado de la mano del ingeniero de Montes Miguel García Ovejero tras estudiar un máster de paisajismo en Sheffield.

Pradera de flores en el parque Felipe VI en Madrid.
Pradera de flores en el parque Felipe VI en Madrid.SANTI BURGOS

“Mezclamos especies autóctonas con otras que proceden de diferentes países”, explica García Ovejero. Las plantas dibujan cuadros impresionistas en las dos parcelas, que cambian de color al ritmo que desaparecen unas especies y surgen otras nuevas en una floración continua. “Cuando el campo se agoste en verano, aquí seguirán naciendo flores”, añade.

Es una apuesta por crear parques urbanos y periurbanos más naturales, que se alejan del típico seto recortado o las rotondas con flores de temporada, añade Marita Centeneda, jefa de unidad de Parques Forestales del Ayuntamiento . Y funciona. Los viandantes frenan el paso al alcanzar las praderas, hablan, señalan, se agachan para obtener mejores fotos y los niños escamotean alguna flor. “Mientras no se pasen”, sonríe el técnico. El proyecto busca esa implicación emocional de las personas, que se produce cuando encuentran “lo que ven en la naturaleza pero multiplicado”.

Lo que en el campo es un proceso natural, implica horas y horas de trabajo e investigación en un terreno difícil como el del joven parque Felipe VI, inaugurado en marzo del año pasado en un terreno de zonas de cultivo aderezadas con grandes vertederos y escombreras. Se han sembrado entre 10 y 30 especies por metro cuadrado, que además atraen a los insectos polinizadores. La sostenibilidad constituye otra de las claves del proyecto y, aunque para mantener las praderas verdes hasta mediados de verano se necesitan riegos de apoyo, “son moderados”. Se trata de localizar las especies que mejor se adapten a la zona, y que no precisen ni una gran inversión ni un mantenimiento muy costoso.

García Ovejero utiliza en Valdebebas cuatro mezclas, dos de especies anuales como la amapola o la linara y dos de vivaces. Las primeras, germinan, brotan, echan flor, semilla y mueren en el plazo de un año. Cuando desaparecen unas dan paso a las siguientes, más altas y de otras tonalidades, algunas incluso son consideradas malas hierbas “pero tienen muchas propiedades ecológicas y estéticas”, aclara. Las vivaces sobreviven más de un año y son más económicas, solo hay que segarlas a final de temporada. Pero el primer año casi no florecen. Se trata de crear un equilibrio entre unas y otras, de tal forma que las flores pervivan durante meses.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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