_
_
_
_
_

23 días para apagar 80.000 toneladas de ruedas ardiendo

Las autoridades están a punto de dar por exintinguido el incendio del cementerio de neumáticos de Seseña

Un vecino de El Quiñón ha documentado desde su casa la evolución del incendio. En la imagen, un bombero el 14 de mayo.Foto: reuters_live | Vídeo: KIKE PAPA

Las autoridades están a punto de dar por extinguido el brutal incendio que ha consumido desde el pasado 13 de mayo un macrovertedero ilegal de neumáticos entre los términos municipales de Seseña (Toledo) y Valdemoro (Madrid). El incendio de decenas de miles de toneladas caucho (se calcula que había entre 60.000 y 90.000 en el vertedero) adquirió tal magnitud que los servicios de emergencias han tardado más de 550 horas en apagarlo. Han sido algo más de tres semanas de un fuego que llegó a alcanzar temperaturas de 1.000 grados y 60 metros de altura contra el que no funcionaba ni el agua ni la espuma.

Más información
Un gran incendio en Seseña arrasa el mayor cementerio de neumáticos de España
Historia de una desidia
Seseña aún vive con mascarilla
La polución de Seseña triplicó la contaminación generada por la refinería de Puertollano

A eso de la una de la madrugada del 13 de mayo, algunos vecinos de El Quiñón, la urbanización construida por Francisco Hernando, El Pocero, en Seseña, saltaron de la cama al ver iluminarse su habitación en plena noche. Un gigantesco cementerio ilegal de neumáticosestaba en llamas al otro lado de la autopista R-4, a pocos centenares de metros. Apenas les dio tiempo de maldecir su suerte —el vertedero había sido una y otra vez denunciado— cuando llegaron los bomberos de Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid y comenzaron a luchar contra unas llamas que alcanzaron en poco tiempo, avivadas por fuertes vientos de 20 kilómetros por hora, unas dimensiones catastróficas, provocando una columna de humo negro que se veía a decenas de kilómetros de distancia.

No es fácil que prenda la goma de una llanta (la principal tesis es que el incendio fue intencionado), pero una vez que alcanza la temperatura suficiente, es muy difícil apagarlo porque su composición química lo convierte en un potentísimo combustible. Ante ese panorama, la primera obsesión de los equipos de emergencia fue contener la propagación del incendio construyendo cortafuegos. Dedicaron a esta labor las primeras 14 horas, aproximadamente. Las máquinas retroexcavadoras iniciaban los trabajos inmediatamente, según iban llegando, explica el director técnico del Consorcio de Bomberos de Toledo, Pedro Antonio Ruiz. Mientras, cinco helicópteros (tres de Madrid y dos castellanos) tomaban agua del lago que ocupa el centro del enorme parque de El Quiñón para, mezclada con retardantes, echarla sobre los frentes del fuego y evitar así su avance.

Sin embargo, desde el principio se limitó al máximo el uso del agua por razones ambientales (podría arrastrar al subsuelo y propagar residuos tóxicos peligrosos) y de eficacia: hubiera sido necesaria una cantidad absurdamente grande de líquido que, además, no lo habría apagado. “Al contacto con el agua se crea una costra que impide que continúe entrando líquido mientras sigue la combustión por debajo”, explica Ruiz. Tras el paso de una tormenta pudieron comprobar que el agua no había penetrado en la costra de unos 50 centímetros de espesor.

Algo muy parecido ocurría con el uso de la espuma. Tampoco se optó por cubrirlo con tierra, porque la combustión habría continuado activa en el interior. Así, la mayor parte del trabajo se concentró desde el principio en el uso de maquinaria, cada vez más cerca del fuego a medida que bajaba la temperatura de las llamas: se trataba de ir sacando material y de remover las llantas para acelerar su combustión. Sobre todo al principio, fue necesario extremar las precauciones “porque los restos se podían volver a incendiar de forma violenta”. Las últimas labores se centraron en los puntos calientes: pequeñas vaguadas o huecos donde se amontonaban más neumáticos y, por lo tanto, la combustión era mayor.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En todo momento, los especialistas debían tener en la cabeza la dirección del viento, para evitar las llamas y que la nube tóxica les envolviera. Iban protegidos con mascarillas, que han ido cambiando con la evolución del incendio: primero utilizaron una mascarilla de partículas, que cambiaron por una de filtro químico cuando bajaron las calorías. Finalmente, en los últimos días, cuando tuvieron que internarse completamente en el área quemada se embutieron en un traje nivel 5, que se coloca encima del atuendo de bombero, para evitar que las partículas entraran en contacto con el cuerpo. Además, iban protegidos con mascarillas de protección de filtro químico y de partículas completamente integral.

Los vecinos también han sufrido las consecuencias de la humareda, sobre todo los de El Quiñón, donde viven unas 9.000 personas. El colegio ha estado cerrado y se les ha aconsejado salir lo menos posible a la calle. Son los más directamente afectados por el incendio, muchos de ellos llevan las últimas semanas viviendo en casas de familiares y amigos por miedo a la toxicidad del humo, mientras los que se ha quedado se quejan de tener que pasar todo el día encerrados con niños o personas mayores a su cargo.

Una madre y su hijo caminan con mascarillas por El Quiñón, en Seseña.
Una madre y su hijo caminan con mascarillas por El Quiñón, en Seseña.CLAUDIO ÁLVAREZ

Hartos de la situación y de la falta de información, en algunos momentos no han entendido la estrategia de los bomberos. “¿Qué es eso de avivar las llamas en vez de apagarlas? Y nosotros mientras tragando humo”, se quejaba un hombre hace unos días. Sin embargo, el jueves pasado, cuando el Gobierno de Castilla-La Mancha dio por extinguido el incendio en la parte toledana del vertedero, un nutrido grupo de vecinos de El Quiñón cruzó el puente de la R-4 para las gracias a los servicios que han participado esta emergencia, que no ha sido solo bomberos; ha habido agentes medioambientales, guardias civiles, policías locales, sanitarios, miembros de Protección Civil, de la Cruz Roja...

Ahora, el trabajo se concentra en la parte madrileña, donde no se ha entrado hasta semana, pues el magistrado que investiga las causas del fuego impidió la entrada en la zona hasta el día 27. Ayer, cinco dotaciones de bomberos atacaban los últimos coletazos un incendio que, según fuentes de Emergencias 112, está previsto que se dé definitivamente por extinguido en las próximas horas.

Pero, aunque el humo se vaya, el problema no ha terminado, pues los Gobiernos de la Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha tendrán que decidir qué hace con las miles de toneladas de residuos tóxicos que han quedado y cómo van a limpiar una zona para reducir el mínimo unos impactos ambientales y en la salud a medio y largo plazo que, aún por determinar, ya quitan el sueño a los vecinos de El Quiñón.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_