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Don Tú, las mesas y el Mallorca

Guiem Marcel, amante del fútbol, la ópera y de los viajes, ‘gourmand’ obviamente

Hay quién se ha comido hectáreas de patrimonio, ha materializado apasionadamente por la boca capitales y bienes.
Hay quién se ha comido hectáreas de patrimonio, ha materializado apasionadamente por la boca capitales y bienes. Tolo Ramon

No es una fábula. Hay gente que se comió todas las hectáreas de su patrimonio, evaporó apasionadamente capitales y bienes. Fundió la fortuna particular y de la familia, la herencia de sagas, un legado ostentoso en los mapas y en las calles. En la tumba está harta del gozo fugaz de los instantes, sin hacer negocios o testar aventuras financieras. Los placeres terrenales y los vicios—la mesa y los tapetes— devienen intangibles.

En la historia del siglo del Mallorca que ha hecho IB3, 100 anys en vermell i negre, entre las estampas históricas en blanco y negro documentadas, en fotografías corales de directivos de éxito, aparece varias veces la cara —ahora anónima— de una de estas figuras: don Tú. El era Guiem Marcel, expotentado excesivo, generoso, caprichoso, quizás el primer mecenas deportivo moderno: propietario de equipos de fútbol, de ciclistas, organizador de carreras y vueltas en Mallorca y Cataluña, protector de corredores, clubes y peñas.

Marcel Ordines de Aumedrà, Puig, Fonts dels Olors, Prohens de s’Horta, —el último de un linaje de mercaderes—, urbanizó el litoral de una de sus fincas (Can Gaià) y regaló parcelas a sus jugadores y entrenadores estelares, por primas, ficha o puro capricho. Fehaciente. Él pagó el fichaje del crack mallorquinista Hugo Villamide y, además, narraba como participó en operaciones clandestinas, subterráneas, extra deportivas, para maquinar otros resultados y festejar a árbitros y directivos. Relataba detalles, lugares, nombres, cifras y joyas dejadas en prenda pero a los 70 años —hace 20—, antes de morir pero no ejercía de justiciero escandaloso ni se arrepentía. Era un relato descreído, simpático de una corrupción.

Marcel, amante de la ópera y de los viajes, de la gran mesa obviamente y del riesgo las cartas, era capaz de comerse una sarta de butifarrones excepcionales, del día. Dejaba ir una lágrima al evocar nostálgico a la cocinera sabia y cierta (Na Martorella de sa Sinia) que de nada, apenas un cacho de calamar, construía un arroz caldoso excepcional, sabroso.

Don Tú, con millonarios ciertos y amigos, Jordi Rosselló Roxa, José María Lafuente (de la tropa del Mallorca) y Toni Fontanet (el único superviviente casi a los 97 años), se citaba cada sábado para recordar, comer y charlar. Una vez en Son Salvador comieron escaldums de faraona de gallina de Guinea. Testigo del festín de millonarios fue Maruja Torres, en compañía del ex futbolista del Felanitx Miquel Barceló (padre) y el bancario Miquel Massutí.

Otra vez el grupo descubrió ca Na Toneta de Caimari y la cocina de mínimos-máximos tradicionales o se distanció de los excesos de Andreu des Pitlarí antes del derrumbe. En Cala Figuera, don Tú encargó comida clásica de ricos de litoral: bullavesa y un expostre antiguo de niño: una quema crema inglesa, con nubes de espuma de blanco de huevo con regueros de azúcar quemado. Entre el todo y la nada queda una libreta de la cocinera (de Na Tonda) de su cocinera solariega.

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Camino hacia la tumba —sin rencor— Marcel sobrevivió por sus recuerdos y de las piedras de su cantera de s’Horta / —ca’n Gaià piedra de Felanitx, que llaman mal de Santanyí—. Como una metáfora del guion de la vida del personaje epígono, en las cocinas de su exgran finca, s’Horta, chez García Serena-Guardans, un director de cine suele oficiar en agosto un arroz paella valenciana comunal. No podía ser otro que José Luis G. Berlanga, en casa de los Marcel, tan exagerados, tan de comedia satírica y esperpéntica, neorrealista, simpática.

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