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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La última oportunidad del candidato

Pedro Sánchez se prodiga en escenas claramente preparadas. No quiero negar su simpatía natural ni su generosidad empática, pero ¿está el horno para tantos bollos?

J. Ernesto Ayala-Dip

He visto dos fotos del candidato socialista haciendo lo que hacen todos los candidatos en los días de campaña o precampaña, fingir que hacen en serio lo que se ve a la legua que simulan. En estos días, el simulo puede convertirse en un arte. Por ejemplo, Miquel Iceta simuló en la campaña del 27-D que bailaba muy mal. Otro día de la misma campaña, Iceta repitió su ya histórico bailecito, solo que esta vez lo hizo con Pedro Sánchez. Como el líder del PSOE simuló bailar muy bien, con mayor criterio rítmico y mejor combinación de brazos, piernas y cintura, la insuficiente calidad danzante de Iceta ganó puntos. Porque la gente leyó en ese fracaso danzante que quien simulaba que hacía el indio era un tipo cachondo, con ganas de guerra y marchamo de victoria.

Bailar mejor a Pedro Sánchez solo le sirvió para alentar la sospecha de que ese sutil movimiento de caderas que se marcó lo tuvo que practicar mucho. No así Miquel Iceta, que privilegió la naturalidad y la improvisación, características que la gente todavía valora sobre lo plástico y lo prefabricado. No como Mariano Rajoy, ya que estamos, un candidato que sigue empeñado únicamente en no cambiar de opinión. (Más plástico y acartonamiento mental, imposible concebirlos).

Vuelvo a las fotos de Pedro Sánchez. En una se lo ve poniéndose en posición de encestar una pelota en un partido de baloncesto que su jefe de prensa debió preparar con tiempo. Y en otra se lo ve repartiendo flores en una pescadería, en medio de pescado blanco y unos apetitosos atunes, altamente posible de piscifactoría. En una simula concentración en el lance deportivo y en la otra una simpatía tan contagiosa que casi me convence de que le sale del alma. Con esto no quiero negar la simpatía natural del candidato. Ni su generosidad empática. Solo quiero expresar un interrogante: ¿está el horno para tantos bollos?

Yo creo que no. Lo que me preocupa es que Pedro Sánchez parece creer que sí. Claro que eso también podría ser simulado. Si hablo tanto de este candidato es porque considero que tiene en su mano hacer algo para su partido y para él como líder. De ahora y de futuro. Para su partido porque hay muchos asuntos sin resolver, siendo el de la estructura del Estado el más importante de todos (a no ser que no se crea que el 20% de PIB que aporta Cataluña al Estado, ese mismo Estado que está comprobado que se lleva la palma en déficit público, no es moco de pavo).

No sé si sabe el candidato que en el seno de su partido hay barones que casi podrían competir con el PP en bloque en un campeonato de españoleo a diestro y siniestro. A veces parece que lo ignora, como también parece que ignora que tiene las horas contadas si no se pone en situación de ofrecerle a Podemos (no ya sólo a los independentistas) una solución compartida de federalización de España, recogiendo las ideas de José Luis Rodriguez Zapatero y Pascual Maragall. Incluso si me apuran, las soluciones que propone cada vez que puede el constitucionalista —este sí un constitucionalista de verdad— Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón.

Tampoco lo veo en ninguna foto, ya ni siquiera simulando, sentándose a dialogar y debatir con sus posibles socios de gobierno de izquierda sobre qué se tendría que hacer con la insistente política antikeinesiana de los hombres del frac de la Comisión Europea. Y, sobre todo, cómo reaccionar ante los recortes (sociales, con toda seguridad) que se nos exigirá. Pedro Sánchez como líder, también, tendría que pensar en un posible futuro, cuando sea desbancado como candidato si no obtiene los resultados que le gustaría que obtuviera Susana Díaz. Una cosa es perder tristemente las elecciones justificando la indisoluble unidad de España, y otra muy distinta perderlas con la dignidad de un estadista intentando convencer a propios y ajenos que España se configure como una nación de naciones (le guste o no al señor José Álvarez Junco) plurilingüística.

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El 26-J se acerca y no se ve a Pedro Sánchez ni siquiera capaz de revalidar el segundo lugar que obtuvo el 20-D. El PP sigue en su catatónico a verlas venir y Ciudadanos haciendo campaña en Venezuela. Así que a Pedro Sánchez no le queda más remedio, antes y después de las elecciones, que tender puentes con sus aliados naturales. Eso o nada. Él sabrá.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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