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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Resignarse o no, esa es la cuestión

Las preguntas para el 26-J son estas: ¿Puede un Estado de la Unión Europea cambiar la orientación de su política económica? ¿Quién puede aplicar un giro de este tipo?

Enric Company

Desde 2012, las izquierdas han ganado las elecciones generales en Francia, Grecia, Italia y Portugal. Ahora es el turno de España, donde un impopular gobierno de derechas carcomido por la corrupción hasta extremos insoportables y vergonzosos para el conjunto de la sociedad lleva ya cinco meses de inmerecida prórroga. Todas estas victorias progresistas en el sur de Europa no han servido, sin embargo, para forzar una rectificación de la política económica de corte neoliberal impuesta por el Consejo y la Comisión Europea. Al revés: gobiernos de izquierda como los de Grecia o Francia, que llegaron prometiendo un giro social, se han visto obligados a seguir directrices europeas en sentido contrario al que preconizaban. Las calles de Francia se han convertido estos días en el campo de batalla donde los sindicatos combaten la reforma laboral con la que el gobierno del socialista Manuel Valls quiere introducir el modelo desregulador impuesto en España primero por el también socialista José Luis Rodríguez Zapatero y luego por el conservador Mariano Rajoy. En Grecia, el gobierno ha debido emprender una drástica reducción de las pensiones. Y como estos, múltiples ejemplos.

Pero una cosa es que el cambio político en estos cuatro estados no haya sido suficiente para romper la orientación neoliberal de la política económica europea y otra lo que podría ocurrir si España completara la lista de países con gobiernos progresistas en el sur de Europa. Sería una incorporación de indudable peso político y económico. Sin embargo, tampoco está del todo claro si un eventual gobierno de las izquierdas querría, de poder hacerlo, enfrentarse a las exigencias que llegan desde los organismos económicos y políticos europeos. En España, eso dependerá en gran medida de cuál sea el primer partido de la izquierda en las elecciones del 26 de junio. La posición del PSOE no invita al optimismo a los partidarios del cambio.

Hace solo un par de meses, el líder socialista, Pedro Sánchez, prefirió pactar su política económica con un pequeño partido liberal, Ciudadanos, antes que con el resto de fuerzas de la izquierda. Ahora acaba de anunciar que si su partido gana el 26 de junio tenderá la mano a derecha e izquierda. Esto significa, en este contexto, asumir la política económica neoliberal y aspirar a que la izquierda le avale la apuesta. Es decir, repetir la jugada que fracasó hace unas semanas. En cambio, si la coalición encabezada por Podemos se alza con la primacía de la izquierda se abrirá una situación política inédita, en la que habrá que ver cuál es su capacidad de forjar complicidades tanto en España, en particular con el PSOE, como con los demás gobiernos del área. Los antecedentes son muy variados y no ayudan a despejar estas incógnitas. ¿Jugaría Podemos un papel como el de Syriza en Grecia? ¿Se podría configurar una alianza gubernamental progresista como en Portugal?

Estas son probablemente las principales cuestiones a dilucidar en esta campaña electoral: ¿Es posible cambiar de política económica en un solo país de la UE? ¿Quién puede dirigir efectivamente un cambio de este tipo en España? Si la respuesta al primer interrogante es negativa, la perspectiva que se configura para las sociedades del sur de Europa, perjudicadas por la actual orientación, es desesperante. Si ni entre todos los gobiernos de estos países pueden forzar ese cambio ¿qué puede hacerse? ¿A qué pueden aspirar las mayorías sociales y políticas que generan estos gobiernos de izquierdas? ¿Tienen que conformarse? ¿Soportar pasivamente el obsceno enriquecimiento de las minorías ya ricas, el incremento de la desigualdad social y económica, el inmoral saqueo del dinero por los beneficiarios y los gestores del complejo financiero que domina cada día más la economía entera?

La disyuntiva entre revolución y reforma planteada en anteriores coyunturas históricas de crisis económica y social profunda se manifiesta ahora como alternativa entre resignación o no resignación. Entre conformismo o inconformismo. Lo peor de la presente situación es que los partidos socialistas y socialdemócratas que desde la Segunda Guerra Mundial abanderaron las políticas reformistas en Europa actúan ahora como partidos derrotados, rendidos ante el complejo financiero. En momentos preelectorales recurren a promesas sociales, pero a la hora de la verdad aplican las desregulaciones que les exige el sistema financiero para salvaguardar sus beneficios. Lo sucedido con las ilusiones nacidas con la victoria de François Hollande en Francia es sintomático. ¿A eso vamos?

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