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PUNK Juventud Juché
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Enfurruñados y buenecitos

El trío madrileño ratifica que la furia es compatible con las letras catárticas y la estupenda ejecución instrumental

Algún integrante de Juventud Juché se había dejado ver una semana antes en el anhelado regreso de PiL a Madrid, y no es de extrañar. Al igual que los muchachos de John Lydon, el expeditivo trío madrileño aspira a rubricar punk con tanta rabia en las venas como buena factura instrumental. La base rítmica de los británicos debe de ejercer como referente sacrosanto para Javier Molina, Luis Fernández y Arturo Hernández, que este viernes en la But se dedicaron a desmontar unos cuantos arquetipos. El principal: el corazón puede latir con pulso guerrero por mucho que la fisonomía nos sugiera tres muchachos de lo más decentitos.

Fernández y Hernández se ganan el sueldo, con sus laberínticos patrones de bajo y batería, para que Molina pueda ejercer como ese dulce líder malote al que cualquier padre aceptaría como yerno. El cantante asume el modo vocinglero sin abjurar de su empeño melódico, y su guitarra vacilona para Pasos nos sitúa no muy lejos de aquellos Talking Heads de 1977. Llámenlo postpunk, artpunk o improvisen algún prefijo más pomposo, pero estos chicos se toman en serio. Es lo mínimo. Y lo deseable.

Hubo poco aforo en la sala de Barceló, en una noche de dura competencia isidril, y una parte prefirió centrarse en el otro protagonista, Pablo Und Destruktion: espléndido folk-punk contestatario que le debe tanto a los Clash como al sindicalismo de la minería. Por lo que se refiere a los madrileños, el material de su recién alumbrado segundo álbum (Movimientos) abjura definitivamente de aquellas canciones de 80 segundos, una gracieta muy limitada. El concierto se ventiló en tres cuartos de hora, pero hubo tiempo para pogos desatados (Fuera, En Tu Casa) y el delicioso salmo final de “No hay defensa posible, estamos todos dentro (Defensa). Catarsis enfurruñada con cara de chicos buenos.

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