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Veinte maneras de ver Madrid

El ciclo ‘Cineastas madrileños’ reúne películas que representan distintos momentos históricos de la capital

Antonio Banderas, Verónica Forqué, Aitana Sánchez Gijón yJuan Echanove en el rodaje de Bajarse al moro, de Fernando Colomo.
Antonio Banderas, Verónica Forqué, Aitana Sánchez Gijón yJuan Echanove en el rodaje de Bajarse al moro, de Fernando Colomo.JORDI SOCÍAS
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Madrid, la capital que ha servido de estudio al aire libre para tantas películas, no siempre ha sido la protagonista de las narrativas cinematográficas. Para estudiar a fondo cómo los cineastas madrileños retrataron su ciudad a lo largo de la historia, la Filmoteca Española ha organizado el ciclo Cineastas Madrileños. Serán un total de 20 sesiones en el Cine Doré (Calle de Santa Isabel, 3) hasta el día 26 de abril.

Al planificar el ciclo, la intención principal de la Filmoteca fue trazar un recorrido histórico que llevara al espectador desde la época de las películas mudas hasta obras que ofrecen una visión actual de la capital. Los dos extremos están bien representados. De un lado está Rosa de Madrid (1927), una adaptación de la obra de teatro de Luis Fernández Ardavín que transporta el público a la década de 1920, con imágenes únicas de la Gran Vía y de los comercios del Rastro a inicios del siglo XX. En la otra punta temporal está Yo soy de mi barrio (2003), un cortometraje documental de Juan Vicente Córdoba que nos lleva a pasear por las calles de su infancia, en Entrevías, a través de entrevistas a algunos de los vecinos.

En ese viaje de un siglo a otro, las películas seleccionadas son obras reconocidas como referencias para entender el momento cultural y social de la ciudad en su época. En El mundo sigue (1963), el espectador se encuentra con una sociedad que experimentaba los primeros momentos del milagro económico español. Sin embargo, la película de Fernando Fernán-Gómez, rodada en el barrio de Maravillas, retrata una ciudad marcada por la ambición, la miseria y el machismo.

La década de los ochenta está representada por cinco cintas. Se pueden ver películas que intentan traspasar el estilo del cine negro a tierras españolas, como es el caso de El crack (José Luis Garci, 1981), que se arriesga a enfrentar Madrid y Nueva York. Además, se puede notar con más claridad el cambio de tono traído por lo que llegó a ser definido como la “nueva comedia madrileña”. Obras urbanas y desenfadadas que retrataban el universo local, principalmente de un punto de vista joven. En la programación de Cineastas madrileños está la primera película a ser definida como parte de ese “movimiento”, Ópera prima (1980), de Fernando Trueba. Bajarse al moro (1988), nos lleva por el Lavapiés de la época con la compañía de un joven Antonio Banderas, que interpreta a un agente de la policía nacional.

Para presentar el ciclo, la Filmoteca Española trae al presidente del Instituto de Estudios Madrileños, Enrique de Aguinaga: “Yo siempre he predicado la idea esencial de Madrid como la negación del localismo, o, si se prefiere, como la negación del casticismo; es decir como integración de lo concurrente y mestizaje cultural”. Inspirados por ello esperan que los espectadores puedan encontrar una respuesta a la pregunta que está en el centro del concepto de Cineastas madrileños: “¿Existe, por debajo de la multiplicidad y de la universalidad, una identidad madrileña propiamente dicha?”.

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