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Miró, como nunca se había visto

La fundación barcelonesa del pintor reordena por completo su colección permanente y añade nuevas obras, coincidiendo con los 40 años de su inauguración

José Ángel Montañés
El tríptico 'Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario I, II, III', de Joan Miró (1968).
El tríptico 'Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario I, II, III', de Joan Miró (1968).carles ribas

Cuando en 1972 Josep Maria Sert preparaba, mano a mano con su amigo Joan Miró, la construcción de la fundación del pintor en Barcelona, planearon un centro en el que la arquitectura racionalista y mediterránea, el arte de Miró y la naturaleza fueran de la mano. A los 40 años de inaugurarse, la Fundación Miró realiza una nueva lectura de su colección y vuelve a ocupar los espacios que crearon Sert y Miró de forma conjunta, ejemplo de complicidad: “Un lugar único en el mundo”, tal y como soñó el pintor. La efeméride coincide con nuevos depósitos, sobre todo de la familia Miró, y la integración de la colección de Kazumasa Katsuta, hasta ahora situada, por imposición del japonés, al final del recorrido, que han permitido ahora diálogos previstos por el artista. Es el caso de las obras sintéticas Gota de agua sobre la nieve rosa y Cabello perseguido por dos planetas, pintadas en 1968. También se han recuperado obras del fondo de la fundación como la impresionante Serie Barcelona (1944), 50 litografías en blanco y negro, con pájaros, constelaciones y mujeres de las que solo existen cinco copias, además de trípticos como Pintura sobre fondo blanco para la celda de un solitario (1968) y La esperanza del condenado a muerte (1974) que pintó el día que Puig Antich fue ejecutado. Los dos conjuntos pueden verse, desde ayer, en los recuperados ábsides laicos creados por Sert y Miró.

Las lecturas de un artista tan complejo como Miró son múltiples. Huyendo de un planteamiento cronológico, su fundación propone, a partir de 150 obras, ocho ámbitos que intentan “restablecer” el diálogo entre las pinturas y esculturas y el edificio. “Miró es un artista que identificamos de inmediato, pero requiere un tiempo para conocerlo y ahora podremos hacerlo como nunca”, aseguró ayer la directora del centro, Rosa María Malet, poco antes de recibir a las autoridades políticas, presidente de la Generalitat y alcaldesa de Barcelona incluidas, además de directores de centros museísticos catalanes, que bendijeron la nueva presentación.

El recorrido comienza con Autorretrato, una obra pintada en dos tiempos superpuestos, 1937 y 1960. “Sintetiza los ejes de la nueva presentación, el paso del paisaje individual al símbolo universal y el proceso creativo, que somete su trabajo a una revisión constante”, prosiguió Malet. Sigue con las obras que surgen del contacto con la tierra como experiencia, centradas en su experiencia de Mont-roig, un lugar al que volvió toda su vida y donde tomó conciencia de la identidad genuina con obras como Mont-roig, la iglesia y el pueblo (1919) cedida por la familia y emparentada con la famosa La masia que se conserva en la National Gallery de Washington. Que lo rural acompañó su producción da fe la enorme Mujer rodeada por una banda de pájaros en la noche (1968), que pintó sobre una lona reciclada de la vendimia. “La tierra es transversal en su obra. Mont-roig era su refugio donde encontró la idea de primitivismo y vivió en comunidad con el paisaje y donde halló el equilibrio entre tradición y modernidad”, según Teresa Montaner, responsable de Conservación de la Miró.

'Mont-roig, la iglesia y el pueblo', pintada por Miró en (1919).
'Mont-roig, la iglesia y el pueblo', pintada por Miró en (1919).

Las vanguardias parisinas del ámbito de Más allá de la pintura; con obras como Pintura (1925), en la que la homogeneidad cromática del fondo es alterada por arañazos y rozaduras. Los conflictos bélicos que dejan huella en su creación se pueden ver en Violencia, evasión, con obras creadas en el exilio como Hombre y mujer frente a un montón de excrementos, una de las pinturas salvajes de 1935, premonición de la Guerra Civil. Tras este conflicto, pintó La estrella matinal (1940), una de sus constelaciones que su mujer Pilar Juncosa regaló a la fundación.

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'Pintura', o 'El León', pintada por Miró en 1925.
'Pintura', o 'El León', pintada por Miró en 1925.

Constelación conceptual

En Anonimato y Poesía y silencio, las obras expuestas ponen de manifiesto la depuración del lenguaje de signos de Miró y su interés por la espiritualidad zen; como en Paisaje (1968), donde solo hay un punto sobre el fondo. En Antipintura se recupera el tríptico Mujer, pájaro I, II, III, vertical y la pintura sesgada Paisaje en la noche, además de una de sus conocidas telas quemadas de 1973. La nueva presentación ha permitido que El día y La noche vuelvan a exponerse juntas desde que fueron pintadas en 1974. Están en el ámbito Arte y cotidianeidad, donde se manifiesta el interés de Miró por el arte como extensión de la vida y su integración en la arquitectura y el paisaje, como en su fundación.

La nueva presentación (900.000 euros) huye de cronologías, pero se cierra con una constelación conceptual con todos los inputs, personas y lugares que confluyen en el pintor de una forma gráfica que ayudan, sin duda, a conocer al artista y su obra mejor.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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