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Manel: “Deseamos seguir jugando, evitar la rutina”

El grupo presenta ‘Jo competeixo’, su cuarto disco, fiel a una forma de escribir textos poco convencionales

Los miembros de Manel, Martí Maymó, Guillem Gisbert, Roger Padilla y Arnau Vallvé, de izquierda a derecha.
Los miembros de Manel, Martí Maymó, Guillem Gisbert, Roger Padilla y Arnau Vallvé, de izquierda a derecha.Juan Barbosa

Se llama Jo competeixo, se ha cocinado en Nueva York, ha tenido por vez primera un productor ajeno a la banda, Jake Aron, y se ha alejado de la electricidad del anterior trabajo del grupo para entrar en la electrónica. No bailable, que nadie se llame a engaño. “Sí, es cierto”, dice Guillem Gisbert (34 años), cantante y compositor del grupo, “exceptuando piezas como La serotonina y Sabotatge, que tienen ritmo alegre, el resto de la canciones son más bien tranquilas, quizás exceptuando también Les cosines”. Sin embargo, el aire general del disco muestra a unos Manel... ¿mutantes? “Llámalo así o llámalo evolución”, apunta Roger Padilla (33 años), guitarra y segunda voz, “hemos querido encontrar nuevas cosas que nos estimulen y ahora no nos estimula lo mismo que cuando comenzamos en 2008”.

Cambio, palabra muy vinculada a este disco, suena a novedad, término muy reivindicado por la industria discográfica tradicional y además concepto totémico, como tecnología o progreso. Interviene Guillem Gisbert: “rutina y juego son palabras relacionadas con el sonido de este disco. Por alguna razón algo se nos activa a los cuatro cuando creemos que volvemos a utilizar determinado recurso. Este trabajo permite a cuatro personas pasárselo muy bien jugando al hacer una canción, contando una historia. Queremos salir de las rutinas. Caer en ellas y olvidar el juego, jugar con las canciones, es una manera de acercarte a lo previsible y a lo evidente. Aún con todo, nuestros dos primeros discos forman un bloque bastante unitario”. El cambio, puede apuntarse, sólo afecta al vestido de las composiciones, a sus arreglos y sonoridad, pues Manel continúa fiel a un sentido melódico y, especialmente, a una forma de escribir textos que escapan de lo convencional, “es que eso es más difícil de cambiar”, dice Guillem, “tiene que ver con cómo eres, qué te emociona o que te inspira. Por ejemplo como oyente tiendo a fijarme en los textos, mientras que otras personas se fijan en la instrumentación”.

A pesar de la sonoridad electrónica, en el disco hay sonidos, guitarras y ritmos no particularmente novedosos, rastreables incluso en los ochenta. “La primera noche en Nueva York Jake nos llevó a un concierto”, recuerda Martí Maymó (31 años), bajista, “y resultó estar protagonizado por saxos ochenteros en plan nocturno. Al comienzo nos echó para atrás, a los diez minutos estábamos enganchados”. En este grupo de cuatro cabezas parlantes, siempre se espera que alguien remache el pensamiento. Esta vez lo hace Guillem “es que al final te das cuenta de que un productor de 30 años que graba sonidos actuales en Nueva York resulta que se emociona con un saxo ochentero. Ese saxo y un ritmo latino como el de La serotonina y ya tienes pop contemporáneo”, suelta en medio de una carcajada. Por cierto, este tema no es ni un divertimento ni un homenaje a Juan Luis Guerra “nos fijamos en La bilirrubina y usamos una estructura similar, aunque no idéntica. Es una canción, no un chiste o una broma”, apostilla Guillem.

El recurrir a un productor externo obedece a la necesidad de encontrar alguien que les ayudase a dar otra forma a su sonido. Guillem lo precisa “nos interesaba él porque nos podía ayudar a eliminar acumulación de capas sonoras, pues trabajar con un buen bajo y una buena batería que ocupen todo el espectro sonoro ya satisface. Queríamos limpiar, liberar la guitarra del papel rítmico, no hay guitarras rítmicas en el disco, hacerla un instrumento más que canta”. Martí añade: “antes llenábamos el espectro sonoro con muchos instrumentos, ahora no tanto pese a que hay mucha variedad de sonidos, los necesarios para hacer un vestido diferente”. Arnau Vallvé, (32 años), batería, añade “y encima tienen un material buenísimo para lograrlo, micros, instrumentos...”. Aún con todo, que nadie piense en un disco desnudo, sino en un disco rico en sonidos que no se superponen en capas. “A veces te excitas y vas añadiendo capas y capas hasta que te pasas. Nos ocurrió en BBVA, a la que finalmente restamos elementos que podían despistar sobre la esencia de la canción”. Por cierto, no se trata de una canción contra el mundo financiero, sino el relato de un atraco.

Otro elemento que aparece en Jo competeixo es cierto aire épico en algunas piezas, y ya se sabe que la épica suele intuirse como compañía peligrosa. Guillem lo explica: “la épica es muy peligrosa, puede ir asociada a un recurso fácil para generar emociones y lo nuestro no pretende generar emociones fáciles, tampoco complicadas, que conste. Intentamos ser finos. Lo que ocurre es que bien administrada da resultado. Y cortarte las alas sólo porque te estás poniendo épico, pues... vaya que te lo permites y no pasa nada. Siempre que la épica funcione, por supuesto”.

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Juego, huir de la rutina, libertad creativa y éxito. Ser músico así debe ser un regalo “ser músico es estupendo”, dice Roger Padilla mientras asienten los demás. Pero es de nuevo Guillem quien pone más palabras: “una tarde de miércoles y te ves como un grupo de cuatro tíos trabajando sobre una canción que habla de que el demonio viene a Barcelona. Esto nos hace mucha gracia y por otro lado nos hace sentirnos muy afortunados”. Quizás no se escribió un miércoles, pero se llama Temptacions de Collserola, una de las once nuevas canciones de Manel que desde hoy mismo se pueden ya escuchar.

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