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La ANC, a la greña por el control de los partidos independentistas

Jordi Sánchez lamenta que la disputa solo desgasta al secesionismo

Una imagen de la ultima Diada en 2014.
Una imagen de la ultima Diada en 2014.

Las turbulencias del independentismo han dejado tocada a la entidad que más ha hecho por promoverlo en los últimos años, la Asamblea Nacional Catalana (ANC). La asociación que ha logrado movilizar a cientos de miles de catalanes a favor de la secesión celebrará su congreso el próximo 17 de abril en medio de una profunda división interna y con la duda de si podrá mantener la influencia que ha tenido sobre la política catalana. Bajo la pugna se esconde el interés de los partidos independentistas, principalmente Convergència y Esquerra, para controlarla, y los rescoldos en la entidad tras un año convulso por el soberanismo, dividido primero por la formación de una lista conjunta y después por la investidura de Artur Mas.

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La ANC presumió de transversalidad en sus inicios, durante los tres años que la pilotó la actual presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Su relevo en favor de Jordi Sánchez estuvo rodeado de polémica. Los más críticos con Sánchez creen que su nombramiento fue fruto de las maniobras de CDC para controlar la asociación, y cargan contra él por ver en las principales decisiones de su mandato una connivencia directa con el partido de Artur Mas. El ejemplo más claro fue la creación de Junts pel Sí, la coalición de CDC y ERC: los republicanos se negaban, pero la presión de las entidades fue decisiva para conformar la lista única para el 27-S.

La división es palpable en el secretariado del partido, el órgano de 75 personas que pilota la ANC. El debate entre Junts pel Sí y la CUP por si Mas debía ser presidente afectó de pleno a la dirección: como CDC y ERC tenían que guardar las formas y evitar los reproches en público, la tensión se trasladó a este órgano.

La pugna ha subido de tono en las semanas previas a la asamblea anual de la ANC, que renovará los estatutos y fijará una fecha para sus elecciones. Sánchez tiene opción de reeditar su mandato —el tope son tres años— pero un sector crítico apuesta por una alternativa liderada por Antonio Baños, candidato de la CUP el 27-S.

Las acusaciones cruzadas explotaron ayer en Twitter, en una discusión en apariencia anecdótica pero que destapó la tormenta interna. Los protagonistas fueron el exvicepresidente de la entidad, Jaume Marfany, y la responsable del área de internacional, Liz Castro. Marfany lamentó que “desde hace semanas” un sector intente controlar políticamente la entidad, en alusión a la eventual candidatura de Baños, aún sin conformar. Castro le respondió, enojada, que la ANC ya lo está desde hace un año. Y acusó a Marfany de haberla presionado para renunciar a ser presidenta y dejar paso a Sánchez para “preservar la unidad”. Castro, la más votada por los socios hace un año, intentó enfrentarse a la lista oficialista pero el sistema de votación —la dirección elige al presidente— acabó con sus opciones.

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El debate es ruido que no aporta nada", afirma Jordi Sánchez, presidente de la entidad

Anoche, en TV3, Jordi Sánchez tildó el debate de “ruido que no aporta nada” y definió a la ANC como una entidad plural. Muy irritado, Sánchez lamentó que esas disputas y las de los partidos secesionistas solo “desgastan” al independentismo. Eso si: dijo que los partidos no condicionan a la ANC aunque admitió que algunos de sus miembros simpatizan con algunos.

La tensión se traslada también a las asambleas territoriales que piden que las decisiones de la dirección sean más transparentes. Han elaborado una propuesta de estatutos para preservar “la libertad de criterio y acción ante presiones partidistas y sectoriales”. También piden cambiar el sistema de elección porque “el actual no garantiza que el presidente elegido sea el que quieren los miembros de la ANC” o difundir las votaciones del secretariado. La batalla no esconde el gran reto de la entidad: mantener su influencia cuando no hay un horizonte claro para el independentismo. Y en medio, su capacidad para reeditar la movilización de la Diada con solo avances simbólicos para los secesionistas.

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