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La vuelta de Uber: más barato que el taxi pero no tan rápido

El primer día de la aplicación registra una alta demanda, lo que provoca demoras y falta de vehículos

Los taxistas durante la protesta contra Uber de septiembre de 2014 en Madrid.
Los taxistas durante la protesta contra Uber de septiembre de 2014 en Madrid.Julián Rojas

Una pareja de turistas se fotografía en la plaza de toros de Las Ventas ajenos al tránsito de coches que atraviesan la calle de Alcalá. Uno de ellos, un Toyota Avensis de color negro, se detiene para recoger a un cliente. Es uno de los vehículos adheridos a la plataforma Uber, que ofrece desde este miércoles un transporte alternativo en Madrid 15 meses después de que tuviera que abandonar su actividad por orden judicial. Ha vuelto con UberX, una aplicación en la que se pone en contacto a usuarios con conductores profesionales que disponen de licencias VTC, una autorización de vehículos con chófer.

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Tras dos tentativas frustradas, una en Emilio Muñoz (distrito de San Blas-Canillejas) porque no existían coches en la zona y otra en el metro de Ciudad Lineal, porque "todos los coches" estaban ocupados en ese instante, a las 13.28, el cliente logra subirse a un automóvil de la plataforma. Tras hacer la solicitud del vehículo para un viaje con origen en la plaza de toros de Las Ventas y destino al Congreso de los Diputados, ha estado esperando 14 minutos a David que, como Uber, se estrena hoy en su nuevo empleo de conductor. Trabaja para una empresa que posee una flota de más de siete coches, el único requisito, junto a la licencia VTC, que requiere la ley.

El nombre del chófer, su foto, el modelo del vehículo y su matrícula aparecen inmediatamente en el teléfono móvil al solicitar el servicio en la aplicación. El tiempo de espera hoy es superior al plazo de entre tres a siete minutos que garantiza Uber. Su portavoz en España, Yuri Fernández, se excusa en la alta demanda que ha tenido el producto el primer día: "Pedimos paciencia a los usuarios. La demanda está por las nubes, incluso ha habido momentos en los que todos los coches (de la plataforma) estaban ocupados. Eso cambiará y volverán a reducirse los plazos". Fernández, que no ha determinado el número de vehículos con los que opera Uber en Madrid, dice que la compañía está "muy contenta", aunque "al principio todo es volátil" y deberán esperar los datos.

Al subir al vehículo, que no tiene ningún distintivo exterior con el que reconocerlo, David ofrece a su cliente una botella de agua o unos chicles, todo ello gratis. La intención es conseguir la mejor calificación posible (de cero a cinco puntos, el máximo) una vez completado el trayecto, cuando la aplicación da al usuario, y al chófer, la posibilidad de valorar el servicio y al cliente. Antes de iniciar la marcha el conductor, que ya ha hecho cuatro viajes durante la mañana, pregunta el DNI al usuario y rellena una ficha. Sin mediar más palabras, se inicia la ruta, que ya viene marcada por defecto en el teléfono móvil que el chófer lleva en el salpicadero del vehículo. Los datos del destino los ha debido insertar el viajero antes, al pedir el servicio. Se dirigen hacia el Congreso de los Diputados, a 6,8 kilómetros de distancia de la plaza de toros de Las Ventas.

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La aplicación hace unos cálculos previos al contratar el servicio, como el tiempo estimado de espera (en este caso nueve minutos que al final fueron 14) y el precio aproximado (entre 5 y 7 euros). Una vez en el vehículo, la aplicación ofrece la oportunidad de saber la hora prevista de llegada al destino e, incluso, compartirla. El viaje se completa en 11 minutos, tal y como indicaban los parámetros iniciales. En ese tiempo, David, vestido de traje y corbata, explica que no ha parado de trabajar en toda la mañana. Mientras, el sistema de geolocalización de su móvil le avisa con sonidos de que tiene nuevas solicitudes de viajeros en la zona. Es él quien decide aceptarlos o no. No revela las horas de trabajo que realiza ni qué salario tiene. Cuando acaba el trayecto, despide al cliente con una sonrisa y su vehículo desaparece en un horizonte de calles entrelazadas. No hay factura ni pago de por medio: el precio final, del que Uber se queda un 25%, se carga directamente en la tarjeta del usuario, al que mandan un email con la factura. En este caso, 5,40 euros.

En idéntico recorrido de 6,8 kilómetros, pero a la inversa, entre el Congreso de los Diputados y la plaza de toros de Las Ventas, el taxi cobra 7,80 euros, un 31% más (Uber cifra el ahorro en esos parámetros), aunque en este transporte se evitan esperas (basta con parar un vehículo libre a su paso) y tener que revelar la identidad. La ruta se completa en nueve minutos. El chófer del taxi, Edwin Silva, un colombiano de 39 años, reconoce que el servicio que ofrece Uber es más barato que el del transporte tradicional. "Es normal, ellos están entrando ahora en el mercado, pero hay que saber en qué condiciones están sus trabajadores. Yo conozco chicos de Cabify (una empresa que opera de una forma similar a Uber) y están sobrexplotados". Se excusa en que tomar un taxi no requiere perder tiempo ni en aplicaciones ni de esperas. Sobre el regreso de Uber a Madrid, donde operan 15.723 licencias de taxi, opina que "no sé aún como afectará a nuestro sector hasta que no pase un tiempo. En principio, parece bueno para los usuarios y perjudicial para nosotros porque, evidentemente, nos quita cuota de mercado".

En opinión de Edwin, los taxistas están en desventaja respecto a Uber: "Nosotros tenemos, por ejemplo, restricciones horarias. No podemos trabajar todo el día, ni siquiera contratando a otra persona, porque el Ayuntamiento permite como máximo 16 horas y yo ya trabajo 12, que es el tiempo que necesito para sacar un salario". Según este taxista, sus compañeros tienen que descansar dos días a la semana por ley, uno el fin de semana, sin poder elegir cuáles, mientras Uber "puede trabajar las 24 horas de los 365 días del año". Aunque este profesional considera injusto el "mejor trato" que se da a la plataforma de transporte alternativo, defiende que "todo el mundo tiene que comer". Después de ocho años al volante como asalariado, Edwin decidió en 2015 lanzarse a la compra de una licencia de taxi. Le costó 170.000 euros y para ello tuvo que pedir un crédito de más de 100.000. "Me siento timado. Si llego a saber que llega UberX en lugar de esto, habría invertido en una licencia VTC. Habría realizado el mismo trabajo y solo hubiese pagado 20.000 euros".

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