_
_
_
_
_

El clasicismo contemporáneo baja al sótano del jazz

Carles Santos e Inés Borràs llenan Jamboree de sonoridades poco habituales

Carles Santos e Inés Borràs, ante el piano, en Jamboree.
Carles Santos e Inés Borràs, ante el piano, en Jamboree.

Jamboree fue el primer club de jazz de España y sigue siendo un club de jazz. Eso sí, de miras amplias y abiertas. Su escenario no le hace ascos a ningún tipo de música que vaya más allá del puro usar y tirar de las radiofórmulas. En su última apertura han cabido tanto Bach como Satie o Schubert y el resultado ha colmado todas las expectativas.

El experimento, por llamarlo de alguna manera porque en realidad no lo fue, llegó de la mano del incombustible Carles Santos acompañado esta vez por la también pianista Inés Borràs. Y el sótano de la plaza Reial se llenó y en sus oscuras y abovedadas paredes de piedra rebotaron sonoridades poco habituales para un local de estas características. Y, aunque pueda romper algún que otro esquema mental, a Schubert e incluso más a Satie les sienta que ni pintado ese ambiente subterráneo, con algo de cueva prehistórica, alejado de la pompa de las salas de concierto al uso. Con las formas más relajadas y una cerveza en la mano un tema tan contundente como la Fantasia Op. 103 de Schubert suena todavía más expansiva y un tanto desasosegadora. Y los guiños en forma de pera de Satie son aún más pícaros y descarados.

Además esa noche Santos recuperaba una faceta en la que no se prodiga demasiado, la de intérprete. Al concluir el de Vinaroç se mostraba feliz: "Para mí no es un problema retornar a los clásicos", explicaba. "En el aspecto técnico siempre me mantengo en forma y, además, ¡es que son tan buenos!".

4 manos y 2 sexos

La velada a cuatro manos (o como figuraba en el programa "4 mans/20 dits/4 ulls/2 nassos/4 orelles/2 boques/2 melics/2 culs/2 sexes diferents, en aquest cas/4 peus/20 dits (de peu)/2 cervells crus", había comenzado desmitificando a Bach de la mano de György Kurtág y del propio Santos con una interpretación casi fallera pero fiel a la partitura del maestro alemán. Siguieron obras propias de los dos intérpretes antes de abordar esa recta final marcada por Satie y Schubert.

"Con los tiempos que corren, hay que reinventar y buscar fórmulas nuevas", afirmaba Santos. Esta es una de ellas: una velada diferente pero de las que apetece repetir.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_