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Historias de maniquíes

Hace diez años que en tiendas y bares del centro de Madrid habitan bustos obra de un artista extremeño

Andrés J. Blázquez, con algunas de sus creaciones en el centro de arte y ocio Santa y Señora de La latina.
Andrés J. Blázquez, con algunas de sus creaciones en el centro de arte y ocio Santa y Señora de La latina.Carlos Rosillo

En la comedia romántica Maniquíde 1987, un artista plástico interpretado por Andrew McCarthy termina enamorándose de una maniquí que él mismo había creado tiempo atrás. El flechazo ocurre luego de que el protagonista viera su creación tras un escaparate.

La historia del decorador y diseñador Andrés J. Blázquez (Extremadura, 1973) se asemeja en algo al relato de aquella película. A Blázquez le pasó algo parecido. Iba caminando por las calles del centro de Madrid cuando, al igual que el personaje de McCarthy, se topó con unos maniquíes en un escaparate. Blázquez no se enamoró, porque estaba harto del amor, “acababa de romper con mi pareja de 10 años y estaba pasando por uno de los peores momentos de mi vida”. Andrés relacionó su situación sentimental con la muerte y comenzó a trabajar sobre unos bustos de maniquíes, en los que plasmó el arte de las Catrinas mexicanas. “Siempre me llamó la atención la manera como ciertas culturas como la mexicana celebran la muerte, de alguna manera era lo que yo estaba buscando”. Durante principios del siglo XX, las Catrinas (calaveras vestidas de manera elegante) sirvieron para retratar la miseria de la sociedad mexicana, así como para criticar la hipocresía y los errores políticos de la clase dominante: “A mí me sirvió para pasar página y darme una nueva oportunidad en la vida”. Así nació su primera colección de bustos llamado Viva México, que unas amigas bisuteras utilizaron para exponer su trabajo en una feria de bisutería.

Su trabajo gustó y comenzó a recibir propuestas, “me di cuenta de que podía dedicarle mucho más tiempo a esto de pintar bustos y maniquíes, era justo lo que necesitaba en ese momento, cambiar de oficio, o por lo menos dedicarle más tiempo a hacer otra cosa aparte del diseño gráfico”.

Después de su primera colección vino Movies. En ella Blázquez plasmó su afición por el cine: personajes como Catwoman, o actrices como Liza Minelli. En Vintage, una de sus series con mejor acogida, Andrés se inspira en los años veinte, treinta, o cincuenta, y representó a mitos como Kiki de Montparnasse, o Josephine Baker. En la colección también están las chicas Pin-up. “Lo que me pasa es que no puedo dejar de rememorar el pasado. Soy muy nostálgico”, asegura. En la colección Museum Blázquez rinde homenaje a maestros como Picasso, Modigliani, o el estadounidense Keith Haring, artista pop y activista social que retrató la cultura callejera del Nueva York de los años ochenta. “En el caso de Picasso, por ejemplo, intenté interpretar, sobre el busto de un maniquí, lo que fue Guernica”.

Blázquez trabaja sobre fibra de vidrio. “Cuado vi aquel maniquí por primera vez, vi un soporte ideal para lo que daba vueltas en mi cabeza”. Además utiliza la madera, donde tiene una colección de manos ilustradas, o el papel, donde ha creado una divertida serie llamada Popklóricas en la que fusiona iconos pop con personajes folclóricos. Ahí están Mia Wallace de Pulp Fiction con la cara de Sara Montiel, o Frida Kahlo con el rostro de Rocío Durcal. La explicación no puede ser m. “Para mí, la Durcal es la más mexicanas de nuestras cantantes”.

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