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Guardianes de una panificadora hecha cenizas

Los trabajadores del obrador calcinado en Rubí vigilan que nadie altere el lugar donde se originó el incendio

Alfonso L. Congostrina
Un trabajador frente a la empresa Vallespà totalmente calcinada
Un trabajador frente a la empresa Vallespà totalmente calcinadaCristóbal Castro

El pasado jueves la panificadora Vallespà de Rubí (Vallès Occidental) ardía muriendo prematuramente una empresa que, antes del incendio, tenía previsto liquidar su actividad a finales de marzo. El destino de casi un centenar de trabajadores estaba claro antes del incendio, las oficinas del paro. Después del siniestro del pasado jueves, los panaderos han aprendido un nuevo oficio: vigilar que nadie acceda a unas instalaciones arrasadas por las llamas y altere pruebas que pueden ser cruciales para los péritos de las aseguradoras. Algunos creen, sin demasiado ímpetu, que el dinero de los seguros repercutirá en ellos cuando se liquide la sociedad. Es la última lucha de un grupo de trabajadores que nutrieron diariamente de pan a una comarca malherida por los reveses de la crisis.

Vallespà nació en Rubí en 1977 y murió pasto de las llamas a las 18.49 horas del pasado jueves cuando se originó, por causas que se desconocen, un incendio en uno de los “hornos que llamamos de suela”, informaba ayer un trabajador en la puerta de la empresa.

“Yo no me he atrevido a entrar dentro, llevo casi 20 años aquí y aunque sabía que me quedaba poco ha sido un golpe muy duro”, lamentaba ayer Felipe en la puerta de la empresa en la calle de la Pagesia. Felipe tiene 58 años, “varias letras de un coche y un crédito por pagar”, no sabe que pasará con su vida laboral hasta que consiga llegar a la jubilación, “me quita el sueño pensar en mi futuro y en mi pensión”.

El jueves sólo había cuatro trabajadores dentro de la empresa antes de que se desatase el caos. “Que nadie sospeche de ellos, vaciaron los extintores y se jugaron la vida”, defiende una compañera. Desde entonces, de dos en dos hacen turnos de cuatro horas para defender que nadie se lleve los pocos hierros que quedan en la empresa. “También hemos guardado toda la documentación para que no desaparezca o la manipulen”, aseguraba Honorio, uno de los técnicos de mantenimiento.

El pasado 19 de enero Vallespà anunciaba la disolución como empresa. Entró en concurso de acreedores a finales de 2013 desde entonces ha sufrido una dura travesía laboral que ha acabado antes de tiempo. Los Mossos aseguraban, el mismo jueves, que no había indicios para pensar que el incendio fue intencionado.

“No sabemos qué hacer, venimos hablamos, vigilamos... a mi me ha tocado cuando más llovía”, intentaba sonreír Felipe.

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